Málaga

Liang, el chino que soñó con ser bombero

  • Asegura que es el único con plaza en España

  • Con 28 años dejó el restaurante de su padre para dedicarse a apagar fuegos

Liang, el bombero chino (I)

Tiene sangre china, pero se ha malagueñizado. Nadie al otro lado del teléfono adivinaría que su marcado deje andaluz corresponde al de alguien que hasta los 9 años vivió en la pequeña Zhejiang, al sureste de China, donde entonces “el agua se traía del río”. Liang Jun Yao pertenece al Cuerpo de Bomberos de Málaga y a las generaciones asiáticas alejadas del todo a cien, de los bazares con jornadas maratonianas y restaurantes de comida wok. “Ya es más andaluz que nosotros”, bromean algunos de sus compañeros en el parque central de Martiricos, en el que le conocen cariñosamente como “el inmigrante”.

Liang, asegura, es el único chino que ejerce de bombero en España. Desde pequeño conoció los sacrificios de la hostelería, a la que su padre se dedicaba en cuerpo y alma con un restaurante de comida china que abrió, primero en Madrid, y más tarde en el centro de la capital malagueña. Emigró buscando “una vida mejor”. “En China vivíamos en una zona rural y había pocas posibilidades de trabajo. Mi padre tenía en España a un primo suyo y se vino como cocinero. Tres años después, me fui con mi madre y mi hermana a Madrid, donde nos criamos”, explica.

Liang, el bombero chino (II)

A los seis meses de llegar, con 9 años, “hablaba español básico como cualquier niño”. “Mi padre no tenía dinero para academias. Estudié en un colegio público y aprendía muy rápido”, relata el bombero. Liang decidió colgar el uniforme de camarero cuando fue consciente del ritmo vertiginoso que exigía el negocio que su familia regentaba y del que vivía desde que tenía 13 años. Trabajaba de lunes a domingo hasta la 1 de la madrugada. “Era lo único que mis padres tenían y me criaron como mejor pudieron. A mí me supuso un rechazo. Buscaba el bienestar para mi familia, no quería eso para mis hijos”, sostiene. Hasta que se le “metió en la cabeza” ser bombero. 

“Todo lo que soy es gracias a mi padre. Ha sido muy luchador, tuvo una vida muy difícil”, expresa. 

Con 28 años decidió prepararse las oposiciones. Tras dos intentos fallidos, sacó plaza en Dos Hermanas (Sevilla). Cinco años después, en 2015, consiguió una en Málaga. De sus inicios como bombero recuerda las miradas de extrañeza cuando los vecinos le veían conduciendo el camión, la intervención que le sirvió de estreno en un accidente de tráfico con un fallecido. O la primera vez que se bebió, “del tirón”, una Coca-Cola.

“Era como los indígenas de África que descubren cosas. Ahora la gente está acostumbrada a tenerlo todo: un ordenador, utensilios, grifos... Pero en mi pueblo el agua se traía del río y se servía. He vivido en otro mundo, me gusta haber tenido esa posibilidad”, cuenta agradecido mientras sujeta su casco de bombero, con su nombre grabado en chino. Significa vientos del bien y lo lleva en honor a su progenitor, que murió víctima de un cáncer en 2016. “Todo lo que soy es gracias a él. Ha sido muy luchador, tuvo una vida muy difícil”, expresa. 

Liang, en el parque de bomberos de Martiricos Liang, en el parque de bomberos de Martiricos

Liang, en el parque de bomberos de Martiricos / Javier Albiñana

Durante las tres décadas que lleva en España se ha impregnado de la cultura del país, aunque en el parque de bomberos es él quien se ocupa de cocinar el arroz tres delicias, reconocen entre risas sus compañeros. Liang ha conocido a médicos y guardias civiles chinos. Una de sus hermanas estudió Económicas. La más pequeña optó por una ingeniería y está trabajando en Londres. 

Una caída fatal que sufrió en 2017 en el rocódromo del Polígono de Santa Bárbara le obligó a estar de baja unos 8 meses. “Me caí desde una altura de seis metros. Me partí el tobillo en dos o tres partes”, relata. El accidente le hizo perder la oportunidad de participar en el concurso de televisión Ninja Warrior. “Soy muy cabezota y empecé a machacarme. Tenía que hacer un circuito con seis pruebas. Caí al agua en el quinto o sexto ejercicio”, se lamenta Liang.

Aunque el verdadero fracaso, subraya, es “no conseguir salvar a alguien”. En su retina tiene grabado el rescate de un cachorro de podenco cerca del centro comercial Plaza Mayor. Estaba lleno de parásitos, desnutrido y empapado tras haber llovido. El pequeño Liang, como se le bautizó en honor a su rescatador, espera un hogar. 

El mismo entusiasmo que muestra con su trabajo le transmite a sus hijos, de 17 y 12 años. La primogénita quiere estudiar Criminología o bien opositar a policía. A ambos les pide que se esfuercen “para tener un futuro más cómodo”. “Espero que hagan lo que les guste para que se sientan satisfechos”, expresa.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios