Antonio Calvo, de gerente de una cadena de hamburgueserías a rescatador de animales en Marbella
Fue pionero del ecoturismo en Andalucía y lucha por preservar la reserva que levantó en un monte público para proteger la vida silvestre
Sonia Téllez, la profesora alpinista de Marbella y campeona de marcha nórdica
–Mis padres tenían en el valle de Río Verde un campo con huertos, animales y sueños. Su expropiación la sufrieron como la pérdida de un paraíso.
Los terrenos donde vivía la familia de Antonio Calvo, en Istán, se vieron afectados por la construcción del Embalse de la Concepción, a finales de los años sesenta. La Costa del Sol se preparaba para la llegada del inminente boom turístico y se decidió levantar allí el pantano que abasteciera de agua potable a los municipios de la zona.
–Nos vinimos a vivir a Marbella, en la Plaza Puente Málaga. La conexión de mis padres con el lugar que habíamos dejado era tan grande que volvíamos los fines de semana para ver el campo y observar a los animales. Aquí empecé a asistir a una academia de cerámica, donde el dibujo y el modelado de animales se me daban muy bien.
Medio siglo después, el hijo de la familia Calvo lucha por no perder su paraíso. Ese que levantó en un cerro de 82 hectáreas en Ojén, que milagrosamente se libró del gran incendio que en 2012 destruyó 8.225 hectáreas de seis municipios. Conocía muy bien la sierra, que el botánico belga Ivo Antonissen recorría de arriba abajo en busca de orquídeas, y donde descubrió 40 especies. Antonio Calvo se propuso transformar el monte público en un santuario para los animales salvajes. Con más perseverancia que recursos consiguió reconvertir el antiguo coto de caza en una reserva de animales. La Junta de Andalucía que le había otorgado la concesión en 2016, ocho años después decidió revocarla. Le abrieron dos expedientes, uno sancionador y otro de cierre, que provocaron el fin de la actividad ecoturística y del consecuente flujo de visitantes, que permitía el mantenimiento de un centenar largo de animales y sostener una plantilla de trabajadores y las propias instalaciones.
–En el expediente nos sancionaron con una multa de 151.000 euros, que después de un recurso judicial se redujo a 65.200 euros, por la captura y tenencia de animales silvestres sin documentación de origen. Pareciera que fuéramos traficantes de animales, cuando en realidad acogíamos los animales heridos, huérfanos o atropellados, que nos traían los ciudadanos después de ser rechazados en los centros de recuperación de Andalucía. No admitían a estos animales, jabalíes, muflones, cabra montés o zorros, al considerarlos especies cinegéticas (aptos para la caza) y entonces la gente acudía a nosotros. A estos animales los cuidábamos, los rehabilitábamos y los liberábamos en este espacio protegido, en la reserva ecológica, donde quedaban en libertad.
Nos acusaron de carecer de personal experto, cuando contábamos con biólogos, ambientólogos, veterinarios, trabajadores forestales y guías de la naturaleza. Nos intimaron a convertirnos en un parque zoológico, con vallas para separar al visitante de los animales, cuando se trata de una reserva ecológica, donde manteníamos los ejemplares en libertad, para hacer del lugar una auténtica aula medioambiental donde promover el respeto a los animales y la naturaleza.
En el expediente de cierre denunciaron la instalación de depósitos de agua, que están homologados y se utilizaban para dar de beber a los animales durante la sequía, así como la construcción de un muro escollera sin licencia municipal, cuando se trataba de un trabajo de jardinería, donde plantamos tomillo, romero y adelfas en la zona de un antiguo vertedero, para que los trozos de cristales, hierros y vidrios que salían a la superficie no hirieran los hocicos y las patas de los animales.
Hasta el verano del año pasado, ya con las amenazas del desalojo y la reserva sin actividad, ingresos ni personal, Antonio se las ingeniaba para dar de comer a los animales.
–El Corte Inglés me daba a diario 350 kilos de comida, una calidad y variedad increíble de frutas y verduras para alimentar a los animales. A través de las redes sociales agradecíamos estas donaciones y desde la Junta de Andalucía recibieron una comunicación para que no nos entregaran más alimentos. La Junta nos cerró la reserva y se hizo cargo de mantener a los animales con 50 kilos de comida seca, trigo y alfalfa, tres veces a la semana. Desde el desalojo no tengo acceso a la reserva, veo a los animales desde fuera y les llevo algo de pan, verduras y frutas que me dan algunos establecimientos. Llegamos a tener 150 animales, no sé cuántos quedan ahora, echo en falta dos muflones y tres ciervos a los que llamaba por su nombre.
Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en noviembre del año pasado dejó sin efecto la entrada a la reserva, que ya había sido desalojada por la Junta de Andalucía cinco meses antes, y posibilitaba acceder a la caseta veterinaria que ya no existía tras un lanzamiento.
–La reserva sigue siendo un proyecto atractivo, viable, de utilidad y beneficioso para Ojén. Teníamos el primer turno de visita hasta las 13:30 horas para que los visitantes pudieran bajar a comer al pueblo y por la tarde empezábamos a la tres de la tarde y al terminar iban a comer algo. La gente de los restaurantes nos lo agradecían mucho. Demostramos que el bienestar animal es beneficioso para la naturaleza y que crea empleos.
–Durante ocho años he sido gerente y responsable de la contratación de personal en el Burger King de Marbella. Éramos el número uno en la atención de clientes de toda España, había entonces unos cincuenta establecimientos. Cuando venía el control por parte de la cadena, el cliente misterioso, de cien puntos nos daban 105. Conseguíamos ese plus al sumarle al autoservicio la atención en la mesa del bar andaluz. Este sistema nos permitía ajustar el tiempo de atención que nos marcaba la empresa y mejorar el trato al cliente.
Después de la transición democrática creamos el grupo ecologista Pinsapo, hicimos una plantación de 50 árboles de esa especie en Ojén y las campañas Salvemos Nagüeles, para proteger el pinar de Sierra Blanca, y también en las Dunas de Cabopino, en Marbella, que se han prolongado durante unos quince años.
En el restaurante donde trabajaba hubo un cambio de propietario de la franquicia, al tiempo que mi proyecto de ecoturismo, Monte Aventura, empezaba a funcionar bien. Decidí entonces dejar la hostelería. De 1997 a 2019 me dediqué a la empresa de excursiones en vehículos a las sierras, que la mantuve hasta la pandemia. La experiencia con la naturaleza es siempre enriquecedora. Fuimos los primeros de Andalucía en hacer turismo de naturaleza en Sierra de las Nieves, Ronda y la Costa del Sol.
A los jeques árabes los recogía en la puerta del palacio para llevarlos a la sierra.Venían tres niños con unas 25 personas de acompañantes, desde médicos hasta el servicio de niñeras. Llevaba a los niños a los montes de Istán a limpiar una bañera que servía de bebedero a los animales. Me parecía una labor beneficiosa para la naturaleza y poder inculcarles eso a los niños.
También hacía jornadas de incentivos para grupos de empleados de empresas. Se pinchaba una rueda en la montaña y suponía una adversidad. Entonces participaban todos, como si se tratara de un juego de team building. El ayudar, colaborar, todos lo aceptaban de buen grado. Y esas circunstancias imprevistas eran una buena oportunidad para crear equipo.
Durante tres décadas Antonio acudió a cada edición de Fitur, la feria de turismo que se celebra en Madrid, para promover primero las excursiones que hacía a la sierra en Land Rover y luego la ecoreserva.
–Lo nuestro era una promoción de guerrilla, íbamos vestidos de Indiana Jones para dar a conocer la actividad que llevábamos a cabo en la sierra. Lo hacíamos de una forma colorida y divertida, con la que pretendíamos dar visibilidad a nuestro trabajo.Y con mucho trabajo conseguimos salir en la Guía Repsol, en la Guía del Trotamundos y otra guía francesa, o ser el número uno en la plataforma Trip Advisor de los parques y naturaleza de Málaga.
De 2016 a 2024 me decanté por la reserva ecológica, tenía una plantilla de diez empleados. Siempre apostamos por la calidad de la experiencia, huíamos de la masificación. En el circuito de la reserva ecológica los grupos nunca superaban las quince personas y en los ocho años que lo gestionamos nunca tuvimos problemas de alguna agresión por parte de los animales, sin vallado y tratándolos siempre con respeto. Los animales se ponían en su sitio, donde la gente podía observarlos y ellos llamar la atención. Cuando el trabajo supone una afición para quien lo realiza, no tienes horarios. Yo estaba desde la mañana temprano trabajando en la oficina, haciendo las tareas de promoción, luego con los veterinarios, siguiendo la vacunación o el saneamiento de los animales. Para mí, ellos son los embajadores naturales, un grupo de animales acostumbrados en la reserva a la presencia humana.
–En la reserva de Ojén tuvimos de visita a la familia real de los Emiratos Árabes, con el ministro de Interior y de Defensa, y un séquito de seguridad de unas 35 personas. En una semana vinieron cinco veces, lo hacían por grupos, un día los varones y otro las chicas. Me indicaron que tenía que ir detrás de ellos, pero entonces nos les podía guiar. Hasta que un día me envalentoné y le dije: entra con tu mujer y tus hijos, y deja a toda la troupe en los aparcamientos. Al margen de su estatus, yo los veía como unos seres humanos con sentimientos semejantes a los nuestros y quería derribar las barreras protocolarias para sensibilizarlos con la naturaleza. Dejaron el séquito y cuando los animales los seguían y un cervatillo se puso a sus pies, le pedí que se tumbara al suelo. Al principio me dijo que su religión no le permitía revolcarse con el animal pero finalmente se tiró al suelo. Al final me invitaron a tomar un picnic buffet con ellos.
–Desde que se produjo el cierre de la reserva hemos recogido más de cien mil firmas de apoyo. Eso demuestra que mantener la ecoreserva no es un capricho, sino la respuesta de la sociedad por preservar la vida en la naturaleza. Hago un llamamiento para abrir un diálogo con los responsables y técnicos de la Junta de Andalucía, esta situación no beneficia a nadie, el cierre es la ruina para un proyecto de emprendedores y es también negativo para los amantes de la naturaleza. El proceso contencioso administrativo en el que nos encontramos es un laberinto sin salida.
A la Justicia le pedimos aplicar la epiqueya, esa palabra que he aprendido ahora, (la interpretación moderada y prudente de la ley, según las circunstancias de tiempo, lugar y persona). Que se busque, con equidad, una solución ética y compasiva. La epiqueya no es solo un acto de justicia sino una obligación ética.
Cae la tarde, Antonio Calvo se asoma a la valla de la reserva ecológica de Ojén para observar desde fuera algunos de sus animales.
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