La llave ‘maldita’: el secuestro mortal de una pareja a la que tendieron una trampa cuando iban a alquilar una villa en Mijas

La Policía desvela los detalles de la emboscada de unos cazadores de 'criptoactivos' que asesinaron a un ciudadano y le robaron 80.000 euros al cambio

Cae en Mijas la banda de los ‘cripto-secuestradores’: un robo a una pareja acabó con un cadáver en el bosque

Uno de los detenidos en el operativo policial
Uno de los detenidos en el operativo policial / Policía Nacional de Málaga

La suya fue una emboscada. Habían sido citados para cerrar el alquiler de una villa en Mijas y, confiados, acudieron para la entrega de llaves. Una llave maldita. La pareja, unos holandeses habituados a moverse entre vehículos de lujo y viviendas exclusivas, acabaron secuestrados. Eran ajenos a que, al doblar aquel angosto camino, le tenderían una trampa “limpia”. “Querían vaciarle la billetera digital”, relata en una entrevista con este periódico uno de los investigadores del Grupo de Criptoactivos de la Unidad Central de Ciberdelincuencia. “Buscaban cómo acceder para robarle sus wallets, el equivalente a unos 80.000 euros”, detalla.

Ocurrió en abril. Cuando llegaron al lugar convenido, un vehículo les bloqueó el paso. Unos encapuchados armados y ataviados de negro descendieron del coche. Hubo un forcejeo y un intento desesperado de huida, que acabó en muerte. “En el forcejeo él intentó escapar. Le dispararon en la pierna para evitar que escapara. Pero esa herida fue mortal. No quiso colaborar y tampoco tuvo opción; empezó a desangrarse”, detalla una de las responsables del Grupo de Secuestros.

En un vehículo introdujeron a las víctimas a la fuerza para, luego, trasladarlas hasta una vivienda donde, durante horas, los captores intentaron acceder a los criptoactivos desde el teléfono móvil de la pareja. Pero, para entrar en esa wallet, necesitaban algo más que suerte. “Necesitaban sus huellas, sus contraseñas, algo que les diera acceso real. No se roba una billetera sin conocer a la víctima”, explica otro agente de Ciberdelincuencia.

Los investigadores observaron el torniquete improvisado que los secuestradores colocaron en la pierna del hombre. “Su mujer era consciente de que él se estaba desangrando”, cuentan los policías. Horas después, a medianoche, ella fue liberada en plena calle. Él no volvió a aparecer con vida.

Mientras la mujer denunciaba el secuestro al día siguiente en una comisaría de Málaga, el padre del desaparecido hacía lo propio en Holanda. La víctima, de origen holandés, no tenía un círculo sospechoso claro en España. “Al principio fue muy difícil, no había vinculación obvia entre autor y víctima”, reconoce la investigadora principal del Grupo de Secuestros.

La Policía era conocedora de que la víctima acumulaba antecedentes por tráfico de drogas en Holanda, pero aquí “no tenía enemigos conocidos”. El Grupo de Desaparecidos se unió al operativo. En paralelo arrancaba el trabajo técnico del grupo de Criptoactivos: seguir el rastro del dinero.

Lo que salió del móvil de la víctima fueron criptoactivos valorados en unos 80.000 euros. Desde su wallet, los fondos saltaron a otra controlada por los captores. A partir de ahí, la cadena se fragmentó. “Rastrear billeteras es complejo”, subraya uno de los investigadores. El dinero salta, se divide en cantidades pequeñas y se mezcla con otras wallets. A veces, desaparece en cuestión de minutos. “Para congelarlo, la Policía necesita la colaboración inmediata de plataformas de intercambio de criptomonedas (o exchange).

El rastro llevó a Dinamarca. “Cuando llega a un exchange fiable, podemos pedir quién es el titular. Si acaba en uno en Islas Caimán, apaga y vámonos”, explica resignado el investigador.

La colaboración de las autoridades danesas resultó pieza clave. Dos de los receptores del dinero estaban ya en prisión por hechos similares. Allí se imputó a cuatro personas; en España, cinco fueron detenidas tras meses de trabajo al alimón entre unidades de Madrid y Málaga, con la colaboración, también, de la Policía Local de Mijas.

A finales de verano, “la investigación dio un giro”, recuerda la jefa del grupo de Secuestros. Un dato absurdo, mínimo, pero clave. “Ahí encontramos –narra– a uno de los principales de la organización y todo encajó”.

Días después del secuestro, tras batidas por una zona de terrenos amplios, caminos y viviendas dispersas, el cadáver fue hallado en un barranco, al que, posiblemente, habían arrojado, en un bosque de Mijas. Los investigadores creen que lo mantuvieron en una vivienda y, al morir, se deshicieron de él.

En los seis registros efectuados se encontraron armas cortas –una real y otra simulada–, un bastón extensible, pasamontañas, ropa con restos de sangre y vestigios biológicos compatibles con el escenario del secuestro. También se incautaron numerosos dispositivos electrónicos, móviles y documentación relevante para el caso. “Ha sido un trabajo brutal de Málaga, muchas horas de vigilancia y de calle”, subraya una de las responsables del operativo. “Y todo con una hipótesis que, al principio, parecía improbable: que el móvil fuera económico. Pero lo era. Querían sus criptoactivos”.

La investigación, que se extendió entre abril y noviembre, logró unir dos mundos: el de la violencia física y el de la sofisticación digital. “Seguir el dinero fue fundamental”, concluye el investigador del grupo de Criptoactivos. “Nos permitió saber quién estaba detrás. Y aunque recuperar los fondos es misión casi imposible, esta vez sirvió al menos para cerrar el círculo”, reconocen.

En Mijas, la villa que la víctima creía que iba a arrendar junto a su pareja seguirá sin inquilino. Y en las blockchains, el rastro de sus últimos 80.000 euros todavía serpentea entre saltos, mezclas y wallets que cambian de manos a velocidad de vértigo. Los investigadores reconocen el repunte de secuestros. “Lo estamos viendo en toda España, pero especialmente en la Costa del Sol y en Barcelona”, admiten. La lucha policial continúa sin tregua.

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