Luca, el árbitro de 12 años que impresiona en los campos de fútbol malagueños
El joven se metió a colegiado por pura curiosidad y a día de hoy ha hecho de ello su gran pasión
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Los niños de hoy en día sueñan con ser Mbappe, Pedri o Alfonso Herrero. Ser futbolista sigue siendo una ilusión que no pasa de moda por mucho que cambien los tiempos. Lo que no es tan común es encontrar a alguien que, con tan solo doce años, haya elegido el silbato y colgarse el dorsal 0 en un campo fútbol y, que encima, deje boquiabiertos a todos los padres de la grada. Pero Luca no es un chico como los demás, aunque él insista en que sí.
Todo empezó con la curiosidad de un niño, pura inquietud. Nada de grandes sueños desde la cuna ni fascinación por Iturralde González. Simplemente, un amigo había hecho el curso de árbitro y le picó la curiosidad. “Yo siempre he jugado al fútbol. Me gustaba el deporte y decidí probar otra forma de vivirlo, y resulta que ahora me gusta casi más arbitrar que jugar”, confiesa Luca con mucha firmeza en sus palabras.
De origen argentino, su familia y su casa respira fútbol por los cuatro costados. Su madre, Sol, es entrenadora de alevines y su padre, Juan, confiesa, es un aficionado frenético que puede ver hasta veinte partidos en un fin de semana. "Siempre ha habido mucho fútbol en casa. Es algo que Luca ha mamado desde pequeño, además está bastante curtido en los terrenos porque lleva jugando toda la vida", explica su padre.
Desde que empezó en enero a pitar sus primeros encuentros, no ha parado casi ningún finde, con una media de dos partidos por semana. Ha tocado casi todas las categorías: infantil, cadete, benjamín e "incluso una vez hice de asistente para chavales de 16 años que me sacaban dos cabezas", cuenta entre risas el joven arbitro.
A pesar de la diferencia de edad y de lo intimidatorio que puede llegar a ser una grada de padres entregados, ni el tamaño ni los gritos le amedrentan. Luca tiene el método claro: meterse en su burbuja. “No escucho a los aficionados ni a los entrenadores. Si lo haces, te condicionan. Yo pitaré siempre lo que yo vea, así me lo enseñaron en la escuela”. Una máxima sencilla, pero no siempre fácil de aplicar con apenas doce años.
Sus padres, al principio, estaban algo inquietos porque un niño tan joven fuera árbitro. "En el fútbol base hay mucha agresividad, los padres lo viven demasiado. Mira que yo fui una de las que lo impulsó a ser árbitro, pero reconozco que me daba miedo al principio”, admite su madre, que pronto vio ese temor disipado cuando su hijo entró en la formación. “Desde la Escuela de Árbitros nos dieron muchísima tranquilidad. Forman muy bien a los chavales para manejar bien las situaciones y además Luca tiene mucha mano izquierda”.
Más allá de este saber estar, Luca tiene ante todo vocación. De agosto a enero se formó como colegiado en el Colegio Oficial de Árbitros de Málaga. Cinco meses de preparación que compaginó con el colegio. “La verdad que no me costó. Es como el fútbol, no lo siento como un esfuerzo. Además, mis padres siempre me dicen que no descuide los estudios, y eso lo tengo claro”. A pesar de que ahora cobra algo por cada partido, lo suyo no va de dinero. Lo hace por pasión, la misma que empuja a algunos a madrugar el sábado para correr detrás de un balón o a ponerse a escalar una montaña.
En su día a día, Luca es un chaval normal. No se ve como un líder ni busca serlo, pero cuando se pone el uniforme de árbitro, se transforma. "No es un chico tímido la verdad, pero tampoco es el cabecilla que es en el terreno de juego", admite Sol.
Su padre, que lo ha seguido siempre como jugador, confiesa que los primeros partidos como árbitro los vivió con los nervios a flor de piel. “No quería ni mirarlo para no influir. No quería que sintiera presión, ni buena ni mala. Quería que fuera imparcial, que lo viviera de forma independiente”, cuenta.
Aunque su nueva gran pasión no haya sido algo premeditado, Luca tiene referentes renovados. Admira a Javier Alberola, uno de los árbitros jóvenes de Primera División. Pero sobre todo recuerda con especial cariño una charla con Diego Barbero, asistente malagueño de Champions y Europa League que coincidió con él en un encuentro en la ciudad hace unos meses. “Me dio muchos consejos sobre cómo posicionarme, la actitud y el carácter. Me dijo: si nosotros nos equivocamos con veinte ojos y todas las cámaras del mundo, cómo no te vas a equivocar tú, que estás solo en un campo. Fue muy cercano", narra el joven con emoción.
No se sabe si Luca llegará a pitar en Primera División, pero lo que sí está claro es que con tan solo doce años, lo vive y defiende como el que va camino de hacerlo. Cada fin de semana, se cuelga el silbato y sale al campo con la idea clara de hacer su trabajo lo mejor posible, sin dejarse llevar por los gritos ni por las miradas. “Me lo tomo tan en serio como cuando hay que sacarle una amarilla a un entrenador. No dudo y lo hago”, dice de forma contundente.
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