La mediación penal evita que casi 100 conflictos lleguen a juicio en Málaga: “Hay una reparación de la víctima; se siente escuchada”
El servicio, gratis y operativo desde septiembre, busca rebajar la litigiosidad y la “reparación” de la víctima con una justicia “restaurativa”
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La relación entre dos amigas de un instituto se enturbia por una disputa amorosa. Una de las jóvenes acaba rebasando la delgada línea que marca el respeto y se enzarzan en redes sociales. Llega entonces la denuncia de la madre de la que es menor. Un equipo de mediación especializado ayuda a que ambas puedan restaurar los daños causados. Hay un tiempo de revisión para constatar que las partes cumplen el acuerdo pactado. Una vez agotado, el caso se archiva. El relato corresponde a uno de los conflictos resueltos por el Servicio de Mediación Penal para Adultos (Sempa) de la Junta de Andalucía. Una herramienta gratuita que funciona en Málaga en la Ciudad de la Justicia desde el pasado mes de septiembre con la pretensión de ofrecer una “justicia restaurativa”.
Las profesionales ahora trabajan en la resolución de 97 conflictos derivados de juzgados –9, de Instrucción, 2 de lo Penal y 1 del Juzgado de Coín–. Son varios los retos que con la mediación penal se persiguen: rebajar la litigiosidad, la carga de trabajo de los jueces o reducir los tiempos de espera, además de los costes para los implicados. “Puede resultar de ayuda a los tribunales, que están totalmente colapsados. La litigiosidad en nuestra provincia tiene cifras asombrosas; estamos casi a la cabeza en Andalucía”, advierte en una entrevista con este periódico la responsable de este servicio de mediación, Inmaculada Jiménez, también abogada.
Las cifras, desde su corta andadura, no han hecho sino crecer. “Empezamos el primer mes con tres derivaciones y, en enero, tuvimos 65. Muchos casos están cerrados y otros en proceso de mediación”, cuenta.
Es frecuente, dice, que las víctimas acudan, “en su desesperación” a presentar una denuncia ante los tribunales, sin saber, a veces, que un juzgado “no resuelve el conflicto real”. El reto principal de la herramienta es resarcir a la persona que ha sufrido el delito. “Hay una reparación de la víctima, que se siente escuchada y no queda excluida. Cuando el infractor ve que ha metido la pata, la persona que tiene enfrente acepta sus disculpas y ésta tiene una reparación diferente”, apunta. Una compensación que va más allá del pago de la responsabilidad civil. Al tiempo, atestigua el “miedo” que siente la víctima después del juicio, que, en muchas ocasiones, no le “ha sanado ni resultado reparador”. “Lo he vivido como abogada”, apostilla.
La confidencialidad del proceso implica un compromiso firmado por las partes y las mediadoras, que tienen el deber de “guardar secreto” de todo lo que se trate durante las sesiones de mediación. No suelen ser más de “3 ó 4”. “Nuestra tarea no es juzgar sino acompañar en la reflexión para que el autor sea consciente de las consecuencias que puede haber”, advierte la letrada.
Pero la mediación en ningún caso puede eludir la intervención del derecho penal. En todo caso, exista acuerdo o no entre las partes, se enviará lo actuado al juzgado en cuestión para su enjuiciamiento, dado que el procedimiento ha de terminar con una sentencia.
El servicio asume delitos de carácter leve. Y también amenazas, coacciones o ciberestafas. Los únicos en los que el servicio no puede actuar, por expresa prohibición de la ley, son los relacionados con la violencia de género o sexual. Tampoco si se observa “una reiteración” de la conducta al tratarse ya de un delito continuado.
También les llegan numerosos incidentes protagonizados por personas que viven en habitaciones alquiladas. “Comparten un espacio sin conocerse de nada. Cada uno tiene su carácter y sus preocupaciones”, matiza la responsable. Gestionan conflictos “a todos los niveles”.
En todos ellos hay un denominador común. “Es muy importante que las partes se impliquen y se den cuenta del daño que han provocado a la víctima”, remacha la coordinadora del servicio, que a renglón seguido recuerda otro episodio reciente: el robo de un móvil. “A la señora no le valía que le devolvieran el dinero. En su teléfono tenía un montón de fotos. La otra persona se había quedado con los recuerdos de su vida”, detalla.
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