Iglesia Las celebraciones cristianas se adaptan a los nuevos tiempos

Una misa con gancho familiar

  • El párroco de la Iglesia de San Lázaro celebra Eucaristías adaptadas a los niños, que han logrado duplicar la asistencia de feligreses a este templo del barrio de La Victoria durante las mañanas de los domingos

300

En el barrio la conocen como 'la misa de los niños'. En la Iglesia prefieren llamarla 'la misa de la familia'. La denominación es lo de menos. Lo importante es que pone la Parroquia de San Lázaro de bote en bote cada domingo al mediodía, cuando cientos de familias del barrio de La Victoria responden a la llamada de su párroco, el padre Antonio Madueño. ¿Qué tiene de especial? Que es una Eucaristía adaptada a los más pequeños. "La homilía es sencilla y acomodada a sus características, con preguntas y respuestas con las que se implica a los niños y con muchos cantos", avanza el sacristán, Julio Castillo, poco antes de iniciarse la celebración.

El propio sacristán participará activamente en este culto, pero los verdaderos protagonistas serán los más pequeños. Llueve copiosamente sobre la ciudad y Madueño espera menos afluencia, pero al final no fallan los feligreses. Cuando comienza la celebración, a las 12:30, unos 300 vecinos ocupan los asientos de la llamada 'capilla interior' de San Lázaro, una amplia sala con la que el anterior párroco logró quintuplicar la capacidad de esta pequeña iglesia en virtud de una obra de ampliación.

Si una Eucaristía al uso reúne a unos 150 feligreses en este templo, la 'misa de la familia' nunca atrae a menos de 300 y, en ocasiones, llega a juntar hasta a 400. Vienen de todo el barrio, pero también de otros puntos de la ciudad en los que es más difícil asistir a una celebración de estas características, como Gamarra, Huelin o Ciudad Jardín. "Van buscando una Eucaristía en la que pueda participar toda la familia", atestigua el párroco.

Ahora llega su turno. El del sacerdote que cada domingo le habla a los niños de tú a tú en la Victoria. Dos pequeños le auxilian en el altar como monaguillos. Y otros pocos le ponen música a la celebración desde los primeros bancos. Cuando llega la homilía el padre Madueño procura emplear palabras sencillas y citar ejemplos de la vida cotidiana. Habla, pregunta y escucha las respuestas de los más pequeños, que intervienen activamente con lecturas y peticiones. Se encarga de que su sermón no sea un discurso vacío, de los que entran por un oído y salen por el otro sin dejar huella ni alentar a la reflexión. En un momento dado invita a cuatro chavales a subir al altar. Su espontaneidad provoca alguna que otra carcajada entre el público. "Los niños no tienen aún el pudor y los reparos de los mayores y muchas veces son ellos mismos los que me llevan en la homilía".

En la llamada 'misa de los niños' apenas si hay asientos vacíos. Pero el párroco es consciente de que no todos los sacerdotes tienen su suerte, de que los sacramentos concitan cada vez menos interés entre los cristianos. "Es verdad que a nivel general sí nos falta gente, pero creo que lo que pasa es que también hay necesidad de otro tipo de celebraciones".

La de Carlos Camacho y Mayte Sánchez es una de las familias que ha acudido al oficio de San Lázaro. Su hija mayor, de 9 años, hará la primera comunión esta primavera y sus padres tratan de que se habitúe a los ritos cristianos de una manera lo más amena posible. "Aquí no me aburro y entiendo mejor las cosas", dice la niña cuando se le pregunta por qué prefiere esta misa entre todas las de su barrio. Los padres añaden un dato más. A su juicio, otros sacerdotes están muy pendientes de que reine un silencio sepulcral en su templo y no se preocupan tanto de que los niños entiendan el mensaje del Evangelio. Por eso ellos siempre acuden a escuchar al padre Madueño.

Son las 13:15 y la misa está a punto de terminar. El párroco se despide con una llamada a la solidaridad. Informa a los feligreses de que pueden colaborar con una campaña de Manos Unidas cuya recaudación servirá para construir unos pozos de agua potable que abastecerán a la población de Togo, en África. Niños y mayores abandonan el templo entre saludos, encuentros y adioses. Muchas familias ya se conocen por su fidelidad a esta celebración de los domingos por la mañana. Ellos han elegido 'la misa de los niños'.

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