La morada de Dios en la Tierra

La mejor manera de evitar al alcalde la tentación de volver a viajar al Vaticano para asistir a alguna beatificación consiste en traer el Vaticano a Málaga l Se podría incluso montar algo como el Palmar pero más exótico, abierto a los turistas l La cuestión más delicada es: ¿a quién pondríamos de Papa?

No me negarán que la iglesia del Palmar de Troya se parece muchísimo a Tabacalera. El trabajo, en gran medida, ya está hecho.
No me negarán que la iglesia del Palmar de Troya se parece muchísimo a Tabacalera. El trabajo, en gran medida, ya está hecho.

23 de noviembre 2012 - 01:00

LOS inventores de infundios podrán decir lo que les venga en gana, pero que Francisco de la Torre, político de profundas convicciones democristianas, quiera viajar al Vaticano para asistir a la beatificación de 498 religiosos asesinados en la Guerra Civil, como hizo en 2007, forma parte de la más absoluta normalidad. Que el Ayuntamiento se haga cargo de los 2.144 euros que costó el desplazamiento resulta razonable en la medida en que el alcalde acudió como representante institucional. Y si su esposa fue con él, pues oiga, es mejor siempre ir a estas cosas tan serias en buena compañía, que si hay tiempo para tomar un café con una bola de helado de chocolate en la Plaza de España, mejor con la parienta que con Rouco Varela o cualquier ministro de Exteriores con el rasgo torcido. Al mismo tiempo, por supuesto, se entiende el enfado de la oposición en el desempeño de su sacrosanto deber del control democrático del gobierno municipal. Pero se me ocurre una fórmula para dejarlos a todos contentos. Se trata de recoger el viejo lema de Mahoma y la montaña y obrar en consecuencia. Si el problema es que De la Torre vaya al Vaticano, ¿por qué no traer un Vaticano a Málaga? Así, el alcalde podría proponer las beatificaciones a su antojo y acudir en taxi o en coche oficial. Los malagueños contamos con un modelo muy cercano, el Palmar de Troya, por más que todo aquello ande de capa caída tras la muerte del Papa Clemente. Siempre se podría hacer mejor, más riguroso. Cabría la posibilidad de plantear una sede alternativa a Roma para la cabeza de la Iglesia Católica, en plan Aviñón, pero se ganaría más tiempo poniendo sobre la mesa un cisma como Dios manda, a imagen de Constantinopla, y así no habría que pedir permiso para beatificar, pongamos, a Isco si al Papa de turno le apeteciera. El mejor modo de evitar un bluf sería convertir el Vaticano malagueño en atractivo turístico, imprescindible para cruceristas, con autobuses que salieran cada diez minutos de la Catedral si pillara lejos. Con algo así, ¿quién querría ir a ver a la Guardia Suiza?

Si el proyecto saliese adelante, habría que tomar decisiones peliagudas. Convendría amarrar, ante todo, una justificación mítica convincente: a falta de una Santa Faz y de un campo donde los viejos dioses romanos emitieran sus vaticinios, algún jefe de Sando o de Ferrovial podría anunciar en rueda de prensa que los mismísimos Santos Ciriaco y Paula junto a la Virgen de la Victoria se le aparecieron en el despacho y le ordenaron la construcción del templo. Después, sería de recibo contratar a personal altamente cualificado: ya que Rafael Moneo va a hacer un hotel y tiene experiencia con catedrales, casi por lo mismo podría hacer un Palmar. Y Revello de Toro podría llenar su interior de conmovedores lienzos marianos. Pero, ¿dónde ponerlo? La antigua Tabacalera, dadas las paupérrimas alternativas que ha propuesto el Ayuntamiento al fiasco de Art Natura, parece el lugar idóneo. Aunque no sé, los Pinares de San Antón, donde se levantó el centro hispano-ruso luego demolido, prestan singulares cualidades bucólicas, aptas para el retiro. El asunto más delicado es: ¿a quién poner de Papa? He tenido tiempo de hacer una pequeña encuesta y dispongo de propuestas reveladoras (pueden ampliar la lista, si lo desean, en los comentarios a este artículo en la edición digital del periódico, o vía Twitter): el subdelegado Jorge Hernández Mollar posee esa presencia germánica, anabaptista, por la que las comparaciones con el maltrecho Ratzinger serían odiosas. Además, puede pasar por teólogo de prestigio con tanta o más autoridad. El ex presidente del Puerto Enrique Linde aportaría un cariz más bizantino, más de Iglesia ortodoxa rusa, que convendría ahora que Málaga es la repanocha en San Petersburgo. A Braulio Medel le falta humor, y me cuesta ver a Luis de la Maza inventando doctrinas heréticas sobre la incidencia gnóstica del Espíritu Santo. El candidato idóneo, en fin, y por unanimidad, es Antonio Garrido Moraga. La mitra papal le sentará tan bien, seguro, como el birrete académico. Sus discursos en la canonización de Celia Villalobos y la beatificación de Manuel Díaz Guirado serán de rechupete. Se me cae la baba sólo de pensarlo.

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