La nueva vida de los vecinos de la calle Calvo, 21

Afectados por la demolición de un edificio

Varias de las familias desalojadas tras ser decretada la ruina inminente del inmueble en el que vivían ocupan ya los pisos alquilados a la espera de un piso definitivo

Chari y sus dos hijos, junto a varias de las cajas en las que aún guardan objetos de su antigua casa.
Chari y sus dos hijos, junto a varias de las cajas en las que aún guardan objetos de su antigua casa.
Sebastián Sánchez / Málaga

18 de enero 2009 - 01:00

"Trato de no pasar por allí cerca. No quiero volver a pasar". El lugar que con tanto ahínco rehuye Chari es calle Calvo, una céntrica calle de Málaga situada a apenas metros de uno de los grandes centros comerciales de la capital y que a pocos días de Navidad se convirtió en portada informativa por la demolición de uno de sus edificios y el desahucio de las siete familias que vivían en él. Ahora, cuando ha transcurrido casi un mes desde que una máquina derribó las paredes y los pilares mismos de la realidad de estos 21 vecinos, muchos de ellos inician su particular renacer en nuevas viviendas en alquiler facilitadas y pagadas por el Ayuntamiento de la ciudad.

"Nada de lo que se pueda hacer va a subsanar lo que ocurrió el día 18 de diciembre", confiesa Chari. En su relato contrasta una satisfacción a medias por la solución temporal que le ha dado el Instituto Municipal de la Vivienda (IMV), con un piso en alquiler, y la certeza de que nada volverá a ser como antes. "No quiero decorar el piso porque así tengo la sensación de que nos vamos a ir antes a la casa definitiva". Alude con ello al compromiso de las administraciones local y regional de trasladar a estas familias a una vivienda social en el entorno de la Trinidad cuando dispongan de ellas.

A pesar de mostrar su rechazo a pasar por el solar sobre el que se levantaba el bloque donde habitó, junto a su marido e hijos, durante años, Chari confiesa que la pasada semana anduvo por la calle. "Me puse a llorar", dice de manera lacónica. "Me casé allí, celebré mi boda en el patio, mis niños hicieron la comunión allí", trata de justificar. Un mosaico de recuerdos que completa con las fotografías que dice tener de las niñas bañándose en el patio, de las barbacoas que organizaban las familias. Toda una vida de pasado. Ahora, son los coches los que ocupan la parcela baldía.

Antonio es otro de los damnificados por el derribo de calle Calvo, 21. Su contrato de alquiler, que muestra con orgullo, data del año 1975. El documento que lo convierte por derecho propio en el inquilino más antiguo del inmueble, hecho que algunos, incluido el alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre, llegaron a poner en duda. "Cuando le enseñé estos papeles en la puerta del Ayuntamiento, se le caía la cara de vergüenza", enfatiza. Eran los días en los que el regidor llegó a calificar de "ocupantes" a estos vecinos y en los que el equipo de gobierno del PP ponía en duda su derecho a ser realojados.

"Recuerdo cómo había días que les ponía películas de dibujos animados a los niños para que pudiesen verlas todos juntos, mientras los mayores jugábamos a las cartas y al parchís en el patio. Los hombres en una mesa y las mujeres en otra". Pero esta estampa, en su caso, se ha transformado en un piso nuevo en calle Bailén. "Dentro de lo que cabe hay que estar contento", admite. "El bloque tiene hasta ascensor, y debajo de mi casa hay una farmacia, por si me duele la cabeza", ironiza. Le dieron las llaves el pasado 9 de enero, pero se topó con la desagradable sorpresa de que no tenía ni luz ni agua.

En la vivienda de Chari, en la última planta de un edificio retirado apenas 300 metros de calle Calvo, el cuarto de los tratos, como así lo llama, está colmado, hasta casi tocar el techo, de cajas de cartón, todas ellas repletas de enseres que en su día ocuparon su vivienda. Aquí no tiene internet ni teléfono, comodidades de las que sí disponía en su anterior hogar. "Mi casa, como la de los demás, estaba muy bien, aunque por fuera pareciese que estaba vieja. Pero de la noche a la mañana se cayó un muro y pasó lo que pasó. Pero claro, yo soy limpiadora, no soy arquitecta".

Un fiel reflejo de las vivencias de estas familias lo expone en sí misma Jenifer, la hija de Chari. "Esta va a ser la primera vez que celebre mi cumpleaños fuera de mi casa". El próximo 26 de enero alcanzará los 18 años. "Aún no me lo creo, tengo la sensación de que estoy viviendo en casa de otra persona", comenta y agrega: "Muchas de mis amigas no se enteraron de lo que había pasado y cuando pasaban cerca de mi casa se daban cuenta de que no estaba. Me llamaban preguntándome si me había pasado algo". Ella, como sus amigas, no vivió in situ la demolición de su casa. Sus padres lo impidieron, no querían que sufriera como lo hicieron ellos. "Vi lo que sucedía por la tele", añade.

Las imágenes de lo que sucedió aquel 18 de diciembre aún están vivas en la memoria de estos 21 vecinos, aunque algunos, como Chari, traten de cerrar la puerta a ese episodio de su vida. "No quiero recordarlo, quiero borrarlo de mi cabeza", dice con pena. En Armengual de la Mota, en calle Bailén, en el barrio de la Luz, en Huelin... Cada una de las familias de calle Calvo, unidas por los sinsabores, por los años de convivencia, habita ahora en un extremo de Málaga, con la esperanza en que en no mucho tiempo puedan reunirse de nuevo en el l patio de sus casas.

stats