En todos los ojos, en todas las lenguas
En su viaje a los polígonos de Santa Bárbara, Guadalhorce y Santa Teresa, la línea 27 de la EMT revela a la Málaga extranjera de sí misma, mestiza, confusa, apátrida, con no pocos sueños rotos







Son las 11:20 en la parada de la línea 27 en la avenida Manuel Agustín Heredia. El autobús, conducido por una mujer camuflada tras sus gafas de sol y con el pelo recogido en una larga cola, llega puntual. En esta línea sólo operativa de lunes a viernes las salidas no son frecuentes, sino que siguen un horario concreto, así que cuando algún viajero pregunta por alguna parada del trayecto a la chófer ésta informa con vehemencia de la hora en la que deben estar en la misma para no quedarse colgados. Hay seis personas a bordo, entre ellos un africano con gorra blanca y algunos documentos guardados en una funda de plástico, un joven con el cabello muy corto y gafas de llamativa montura amarilla enfrascado en su teléfono móvil y una madre con su hijo, un chaval de no más de 10 años que prueba algunos asientos antes de sentarse en el definitivo. El vehículo sale entonces a la hora prevista en medio de un atasco y tarda algunos minutos en llegar al CARE, donde sube una señora vestida con un humilde blusón estampado. La mujer parece muy acalorada y no para de abanicarse. Ocupa uno de los asientos reservados a minusválidos y comienza a frotarse de manera angustiosa los ojos, como si algo le impidiera ver. A los pocos minutos se levanta y pide la siguiente parada, en la calle Cuarteles, donde se apea con prisas y donde suben cinco personas, entre ellos otros tres africanos que se sientan en la parte trasera. Uno de ellos recibe una llamada y atiende al móvil en voz muy alta. Sentado en el escalón de acceso a un supermercado en la misma calle, otro hombre habla por el móvil con una ristra de cupones de la ONCE colgada en la solapa. En la Estación María Zambrano suben otros tres usuarios, un hombre con el pelo engominado y vestido con un polo naranja que decididamente no conjuga con sus pantalones cortos, otro africano que también habla por el móvil y que luce la indumentaria oficial del Málaga y un joven magrebí que, tras adquirir su billete, se queda en el centro del vehículo mirando de reojo, como meditando qué plaza ocupar o, por si acaso, dónde permanecer en pie.
En la segunda parada de la calle Héroe Sostoa suben dos jóvenes asiáticas que se sientan frente a las butacas tapizadas en rojo. Mantienen una conversación en un volumen discreto que sin embargo parece animada. En la barriada Girón baja el hombre del pelo engominado y sube otro con una carpeta azul bajo el brazo que pregunta a la conductora por la parada más cercana a una empresa en el polígono Guadalhorce. En el Torcal bajan las dos jóvenes asiáticas y sube una mujer mayor vestida con un mono azul y con una bolsa de Decathlon. En La Paz suben otras dos chicas asiáticas calcadas a las acaban de bajar. Una lleva una gorra gris y la otra un bolso de Hello Kitty. Las dos entran enfrascadas en una conversación y se sientan en las plazas que habían ocupado sus predecesoras, como si éstas no se hubiesen marchado. En Virgen de Belén sube un empleado municipal con un mono de trabajo reflectante, azul y verde. A la altura del pecho lleva el lema Cero accidentes. El autobús recorre entonces la avenida Isaac Peral. Hay un parque de columpios en el que algunos abuelos dan rienda suelta a sus nietos. Poco antes del cruce con la avenida Europa sube una mujer con la bolsa de la compra. Se sienta junto a la del mono azul y ambas empiezan a hablar sobre los precios de algunos productos básicos.
En la puerta del IES Santa Bárbara hay multitud de estudiantes con sobres en la mano. Uno de ellos, un muchacho asiático, moreno y alto, sube al autobús en la parada, justo cuando se apean las dos jóvenes de iguales rasgos. Tras preguntar algo a la conductora se sienta, abre el contenido del sobre y empieza a leer los impresos y las instrucciones para la matriculación en el instituto. En la calle Hermanos Lumiére abundan los coches en doble fila, pero el tráfico es fluido. En la rotonda de acceso al polígono Guadalhorce se ha producido un accidente: a una furgoneta atestada se le ha salido una rueda del eje y por poco ha volcado. Dos agentes de Policía interrogan al conductor. Otro joven que viajaba en moto también se ha detenido. En la calle Hermann Hesse un buen número de conductores esperan que sus coches pasen la ITV. El Scandalo no ha abierto aún sus puertas pero parece que ya hay clientes esperando. En las cunetas se amontonan chatarras, basuras y vegetación salvaje. En el cruce de Gerald Brenan y Hermanas Bronte bajan el africano vestido con la equipación del Málaga y la madre con su hijo que habían empezado el trayecto en el Muelle Heredia. Suben un hombre y una mujer de rasgos latinoamericanos, ambos muy bajitos, ella tocada con un delantal hasta los pies y él con los ojos rasgados. Traen un carrito de la compra y enseguida empiezan a discutir por el mejor sitio para sentarse y el mejor emplazamiento para el carrito. La discusión empieza a subir de tono y ambos emplean términos ininteligibles.
En Gerald Brenan casi todos los locales son de venta directa al público y sacan las mercancías a la puerta, a modo de escaparates. Hay vendedoras africanas vestidas con coloridos conjuntos, pero en su mayor parte los negocios están regentados por asiáticos. Hay carteles que promocionan el Scandalo en chino. Algunas aceras han sido reconvertidas en minúsculos huertos, con incipientes legumbres y tubérculos, y también algunos árboles frutales, que parecen competir por el espacio con una suciedad abundante. La basura se amontona a veces hasta la misma puerta de los locales. Al final de la calle, dos prostitutas esperan encontrar clientes aprovechando el cruce. Una se pasea de un lado a otro de pie mientras la otra permanece sentada en una silla de playa. Junto a la Pistas de Tráfico bajan los tres africanos que viajaban en la parte trasera y la pareja del carrito, que mantiene aún viva su discusión. En Carlo Goldoni bajan la señora con la bolsa de la compra y la del mono azul. La parada del autobús está casi arrancada de cuajo junto a un cañaveral donde se acumula más basura. El autobús enfila hacia el polígono Santa Teresa. En el Parque Empresarial Victoria la sensación es de puro abandono, pero el joven asiático que lleva el sobre de matriculación baja tras agradecer a la conductora su indicación. Hay recipientes de plástico desperdigados. Un perro solitario cruza la otra calle. Son las 11:50. Fin del trayecto.
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