Hay una verdad que recorre los pasillos abarrotados de los hospitales, las colas en los centros de salud para coger una cita y la desesperación de miles de malagueños: la sanidad pública en Málaga está al borde del colapso. Y no es por casualidad ni por herencia, es fruto de una estrategia premeditada de la Junta de Andalucía y de su presidente, Juan Manuel Moreno Bonilla, para degradar lo público y justificar lo privado.
Málaga, una de las provincias con mayor crecimiento poblacional y presión asistencial, sufre en los últimos años una crisis sanitaria sin precedentes. Las listas de espera para consultas con especialistas y para intervenciones quirúrgicas se han disparado a cifras escandalosas. Solo en la provincia, más de 35.000 personas aguardan una operación, y casi 5.000 ya han superado el plazo legal de garantía sanitaria. Mientras tanto, la “propaganda” de Moreno Bonilla presume de estabilidad y reformas, pero los ciudadanos sufren la realidad de un sistema abandonado.
Uno de los ejemplos más sangrantes lo encontramos en los servicios de urgencias. En el Hospital Clínico de Málaga, médicos y sindicatos denuncian un colapso estructural: pacientes graves esperando horas sin cama, falta de personal y salas sin climatización en pleno verano. La situación en el Hospital Materno Infantil es vergonzosa:el cierre de camas en verano, las reiteradas suspensiones de intervenciones quirúrgicas de los niños, temperaturas extremas en plena ola de calor por unas obras improvisadas que han dejado a recién nacidos, madres y personal sanitario en condiciones inhumanas. ¿Quién toma decisiones así? ¿Dónde está la planificación?
Si la situación de la atención primaria ya era vergonzosa, el cierre de centros de salud y la falta de médicos en estos meses de verano, está llevando a la desesperación a los pacientes y al límite de sus fuerzas a los profesionales sanitarios que son los que pagan tanta falta de planificación e incompetencia.
Pero la cosa no acaba ahí. Existen infraestructuras hospitalarias funcionando muy por debajo de su capacidad, al no dotarlas de medios y personal, como los hospitales de Estepona, Guadalhorce o la ampliación del Costa del Sol. Por no hablar de los pacientes oncológicos que en el Hospital Clínico tienen que recibir sus tratamientos en pasillos mientras la nueva sala de tratamiento está terminada desde el pasado enero, pero cerrada al faltarle el mobiliario.
Y mientras tanto, la respuesta de Moreno Bonilla es siempre la misma: negar la evidencia, manipular los datos y desviar pacientes hacia la sanidad privada, a través de conciertos millonarios.
Lo que está ocurriendo en Málaga no es fruto del azar. Es la consecuencia directa de proceso de desmantelamiento programado de la sanidad pública, generando espacios de negocio para la sanidad privada. Un modelo ideológico que cree que lo público es un lastre y lo privado, la solución. Un modelo que no apuesta por contratar más personal sanitario, ni por mejorar infraestructuras, ni por fortalecer la atención primaria, sino por convertir el derecho a la salud en un privilegio para quien pueda pagárselo.
Ya lo dijo el delegado de sanidad en Málaga, Carlos Bautista: “la sanidad no es pública ni privada”. Claro que esta declaración la hizo mientras inauguraba las urgencias del Hospital Quirón en Marbella. Y ahí sigue, sin dimitir ni ser cesado. O más recientemente, el propio Moreno Bonilla, que ha dado el certificado de defunción a la sanidad pública al asegurar que no es viable.
Es hora de decir basta. Basta de vender la salud de los andaluces a empresas privadas. Basta de despreciar el esfuerzo de los profesionales que sostienen, con precariedad y compromiso, un sistema cada vez más herido.
Los ciudadanos de Málaga no merecen este castigo. La salud no puede ser una mercancía ni una oportunidad de negocio. La sanidad es un derecho constitucional, un pilar básico del Estado del bienestar y un orgullo colectivo que están dejando morir.
El deterioro de la sanidad pública en Málaga no es una anécdota: es una advertencia. Si no lo paramos ahora, el futuro será más privatización, más desigualdad y más sufrimiento.
¿Qué le pasa a la sanidad pública en Málaga? Moreno Bonilla es lo que le pasa.