La recompensa después de los 101 kilómetros de esfuerzo
La Legión entrega los premios a los ganadores de la carrera que volvió a convertirse en una exitosa convocatoria
Los 101 kilómetros de la Legión contra la droga finalizaron ayer tras un nuevo éxito organizativo, teniendo en cuenta que sus responsables tienen que atender a 7.000 participantes a lo largo de tan extenso recorrido durante 24 horas, tiempo máximo que se permite para finalizar el recorrido de la prueba.
El jefe de la Fuerza Terrestre, general Virgilio Sañudo, presidió el acto de entrega de premios tras agradecer la participación de los deportistas. En categoría masculina, el ganador Miguel Capo Soler invirtió una hora y 18 minutos y la mujer más rápida, Mercedes Zafra Arcos, completó el recorrido en 10 horas y 28 minutos.
Ellos llegan a la meta de día, pero lo que impresiona es contemplar a los participantes a los que se les hace de noche en el recorrido. Cuando se pone el sol y la noche se hace dueña del recorrido todo cambie. Ya nada es igual y entonces comienza una segunda competición por tratar de superar las adversidades con la dificultad añadida que supone la carencia de luz natural. También desaparece la presencia de público a lo largo del recorrido que va dando ánimo a los participantes al pasar, algo que agradecen especialmente aquellos que corren solos y que les sirve de estímulo a los más agotados para terminar el esfuerzo.
El frío de la Serranía rondeña lo invade todo y el cuerpo también lo sufre, y es que cualquier parada por una pequeña incidencia puede dar al traste con la ilusión de llegar a la meta. Ese es el lugar de los acompañantes, donde muchos esperan con ansia el momento de ver pasar a su amigo, su pareja o su familiar. Muchos lo celebran como si fuesen los vencedores de la carrera, aunque en realidad lo que han logrado es otra cosa que muchos consideran más importante. Han conseguido vencer a sus propias limitaciones y eso les llena de orgullo. Es el caso de Chemi, un jienense que llegó pasadas las 4:00 de la madrugada, y que cruzar la meta a pesar de las molestias que le ocasionaba un pequeño tirón que sufrió en el primer tramo de la prueba. Fue entonces cuando decidió terminar como fuese, sin importarle el tiempo que tardase en hacerlo.
Una vez en la meta, situada en el centro de Ronda, los abrazos y las lágrimas de alegría son las protagonistas en un ambiente de casi intimidad pero que se vive en plena calle. Allí los acompañantes de unos y otros son los encargados de darle ese último aliento para cruzar la meta.
Ahora, una vez finalizada la prueba, la mayoría de los participantes ya piensan en la próxima edición, aunque aquellos que más han sufrido suelen salir diciendo que no volverán. Con el paso de los meses la idea suele cambiar y se convierte en ganas de volver y demostrar que lo ocurrido fue un accidente y que pueden hacer la prueba con un resultado digno.
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