Estos son cinco de los apellidos más "particulares" de Málaga

García es el apellido más común de España, y también lo es de la provincia de Málaga, según los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El ranking de los cinco primeros de la provincia lo completan González, Sánchez, Fernández y López. Listado que no sorprende, pues se encuentran entre los 10 más repetidos del ámbito nacional.

La plataforma de genealogía Geneanet ha recopilado una serie de apellidos con una singularidad regional. En el caso de Málaga, ha recopilado cinco apellidos "particulares" de la provincia, cuyos significados guardan relación con la topografía del territorio o con apodos. Los cinco apellidos más particulares de la provincia de Málaga son Cabrillana, Crespillo, Escamilla, Larrubia y Lomeña.

Origen de los cinco apellidos más "particulares" de Málaga

Geneanet comienza explicando Cabrillana, de origen topónimo, significa "tierra con cabras". Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, hay 275 personas en la provincia con este apellido (de las 600 que lo llevan en toda España).

Respecto a Crespillo, la plataforma explica que probablemente surgiera como un apodo para personas con cabello rizado. Este apellido se repite más que el anterior, sumando 3.063 personas en toda España que lo llevan. Málaga vuelve a ser la provincia donde más se usa, con 1.050.

Lomeña también tiene un origen topónimo, explican que tiene relación con las personas procedentes de la localidad cántabra del mismo nombre. De nuevo Málaga es la provincia donde más se repite el apellido, con 592 de 1.150 en toda España.

Escamilla es de raíz latina (scabellum, “escalera”), Geneanet explica que este apellido ha salido de Andalucía, y es actualmente común en países de América Central y México. Es el único de los cinco apellidos mencionados que no destaca en Málaga, donde lo usan 351 personas, de 7.966 que lo llevan en toda España.

De dónde surgen los apellidos

Geneanet explica que los apellidos en España se remontan a la Edad Media, en torno a los siglos IX y XII, cuando comenzaron a utilizarse sobrenombres relacionados con el nombre del padre (patronímicos), referente a profesiones (Herrero, Zapatero), lugares de origen (Castilla, Navarro) o rasgos personales (Rubio, Delgado). A partir del siglo XIV, estos sobrenombres pasaron a ser hereditarios, dando lugar a lo que hoy conocemos como apellidos.