El SOS de los padres de un joven con discapacidad intelectual en Málaga: "Ya no podemos vivir con él"
Arancha y Roberto esperan desde hace cinco años una plaza en una residencia especializada para su hijo
"Nos muerde, nos pega, nos araña. Está cada día más incontrolable", se lamentan
La residencia La Vega de Antequera se convertirá en el mayor centro de autismo de Andalucía
“Es imposible convivir con él en casa; nos muerde, nos pega, nos araña. Está cada día más incontrolable. Ya no podemos con él”. Paradójicamente, la que denuncia es una madre, superada por el drama que sufre con su hijo. Juan tiene 22 años, pesa 130 kilos y supera el metro ochenta de estatura. Padece autismo, además de síndrome x frágil, la forma más común de discapacidad intelectual hereditaria. Y epilepsia. Solo balbucea algunas palabras. Pero lo más grave, reconocen Arancha y Roberto, sus padres, es su agresividad, que se agrava por día. Temen por la vida del joven, con crisis violentas que le llevan a autolesionarse, a darse cabezazos. “Ya me da igual que me pegue, lo que no quiero es que le pase algo a él. Intento controlarle para que no se mate”, apostilla la progenitora.
La familia asegura que lleva esperando desde hace cinco años que la Junta de Andalucía le proporcione una plaza en una residencia especializada, donde puedan atender a su hijo las 24 horas del día. Pero, tras hacerse público el caso, la última llamada que ha recibido de una responsable de la administración le ha minado todas las esperanzas que tenía. “Me dijeron que me olvidara de una residencia en Málaga porque había mucha lista de espera, que iban a intentar darme una en otra provincia de Andalucía, pero que de momento tampoco había”, asevera la mujer.
Arancha reconoce que para ella “lo más importante” es la vida de su hijo. Juan tiene un tratamiento prescrito. Toma “mucha medicación” para evitar convulsiones y, también, para reducir la ansiedad que sufre. Pero no le pueden administrar ningún “antipsicótico”, que le controlaría los brotes de agresividad, porque ambos fármacos, apunta la madre, “no se pueden combinar”. La próxima semana, un neurólogo psiquiátrico privado valorará el caso para buscar una solución.
Los progenitores, azuzados por las circunstancias, adoptaron hace cuatro años la decisión de divorciarse. Cada semana, cada uno de ellos se muda a otra casa, de forma que el hijo permanece siempre en el domicilio familiar y evitar, así, trastocarle su rutina. “Yo tengo que respirar. No puedo ir al baño ni dormir. Estar con Juan es un horror”, expresa la madre. Afirma que se le “parte el alma”, pero ya no pueden “tenerlo más tiempo en casa”. “¿Qué casos hay más urgentes que el suyo?”, se cuestiona Arancha.
"Rompe tres teléfonos a la semana”
Roberto, su padre, recorre 180 kilómetros a diario desde Fuengirola para llevar y recoger a su hijo a un centro especializado. Pagan 1.100 euros todos los meses. Desde el mediodía, se dedica a él las 24 horas. Lo hace con miedo porque cuando el joven enfurece es complicado de dominar. “Hace unos días me rompió el parabrisas a golpes con el móvil porque quería dar un paseo en el coche y yo no podía. Rompe tres teléfonos a la semana”, relata.
La semana que le corresponde cuidar de su hijo “no puede trabajar” en su vivienda. Tampoco modificarle la rutina, porque lo desestabiliza. “Si cambio la ruta para ir al centro es terrible. Vivir con él es una aventura”, argumenta el progenitor. Considera “muy triste” que una situación como la de su hijo “se eternice”. “Esto arruina nuestras vidas y no hay una respuesta por parte del Estado o un seguimiento. Nadie nos ha preguntado cómo estamos. Al final casi esperas que haya una desgracia”, sostiene. La esperanza media de vida de pacientes como Juan es, según su padre, de unos 40 años. “Hay que invertir en personal y en instalaciones adecuadas para que sean felices. Si no mueren ellos, lo hacen los padres”, denuncia.
Mordió en el brazo a una cajera después de agredir a su madre
El síndrome que padece Juan le convierte en un sujeto impredecible. El simple hecho de salir a la calle puede, según sus padres, derivar en un altercado con graves consecuencias. El último de ellos ocurrió hace unos días en Fuengirola. El joven acabó propinándole un mordisco a una cajera, que precisó puntos de sutura en un hospital. “Juan está muy poco tolerante. Quería coger más cosas del supermercado y lo llevé hasta la salida como pude. Pero, en un momento dado, quiso volver a entrar y lo intentaron frenar”, recuerda la progenitora. Atacó a su madre y también a la trabajadora, que ha denunciado la agresión. En el escrito, al que ha tenido acceso este periódico, la mujer relata que el joven había “golpeado” a la progenitora y que, después, le dio a ella un bocado en el antebrazo derecho “y que no le soltó hasta que pudo zafarse”.
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