A la espera de que la Autoridad Portuaria informe sobre quién será el concesionario que afronte el proyecto de convertir la dársena de Guadiaro en un espacio para el atraque de grandes yates, y con la incógnita de cómo se desarrollará esta actuación, las aguas portuarias malagueñas siguen recibiendo significativos barcos de recreo privados.

En la jornada de este lunes, tres buques de muy diferentes características ocuparon amarres entre los muelles uno y dos; una circunstancia que convierte a este día en el más multitudinario del presente año en lo que a estancia de yates se refiere.

Mostrando un nuevo diseño de construcción puesto en marcha a principios de 2019 por la empresa francesa Sunreef Yachts, el muelle uno albergaba al catamarán Lomm, un bicasco a vela de 24 metros de eslora. Frente a este moderno barco, en el atraque del Palmeral de las Sorpresas, el superyate Azteca, un viejo conocido en aguas malagueñas de 72 metros de eslora incluido en algunas de las listas internacionales de los más significativos buques de recreo privados, compartía estancia con el Lionheart, un velero de corte clásico de 43 metros de eslora construido en 2010.

Con este variado plantel de yates que se pudo ver este lunes en aguas malacitanas, la nómina de lujosos barcos de recreo con destacadas características y con significativos propietarios (sin contar otras embarcaciones similares de menores dimensiones), supera la decena en lo que llevamos de año; un número muy similar al que se alcanzó en 2018 para este mismo periodo de tiempo.

Con el recuerdo de los super yates: Mayan Queen de 93 metros, Azamanta y Gene Machine ambos de 55, Spring de 39 o la fugaz escala que hace tan solo unos días realizó el Freedom, el barco 27 metros propiedad del diseñador de moda italiano Roberto Cavalli, los dos primeros puestos en el ranking de los yates más grandes llegados al puerto malagueño en lo que llevamos de año lo ostentan el Lady Moura que, con sus letras de oro de 24 quilates y 105 metros de eslora visitó el puerto a principios de mayo y el Andromeda, un buque privado de 107 metros que entre los días 23 y 30 de agosto amarró en el pantalán de levante.

Un tráfico, el de los yates de muchos metros de eslora que, sin duda alguna, estará contemplado en el futuro proyecto que convierta a la dársena de Guadiaro en un espacio destinado al atraque de este tipo de barcos de recreo privado.