"¿Me suspende? Si sólo le he rozado"
Alumnos que casi atropellan a los peatones, otros que se presentan en pantalón corto al examen o las manías de algunos conductores son sólo algunas de las anécdotas de los profesores de autoescuelas
"¿Cómo me va a suspender? Si no lo he pillado, qué saborío eres". Esto es lo que le dijo una de las alumnas del profesor de la autoescuela Torcal Francisco Hinojosa a un examinador cuando le pidió que parara un momento, que estaba suspensa por casi atropellar a un hombre que estaba en la calzada y al que rozó con el vehículo. Los profesores de autoescuela guardan en su memoria muchas historias de este tipo y reconocen que las más impactantes e increíbles ocurren siempre durante los exámenes. A pesar de ello, quizás lo más llamativo es que en muchas de estas ocasiones los examinadores acaban aprobando a los alumnos. Aunque sintiéndolo por quien todavía no tenga el carné de conducir, el examinador al que llamaban El Santo se jubiló el año pasado.
En un examen reciente, esta vez de moto, Jesús Perula, también de Torcal Autoescuelas, cuenta que su alumno se presentó en pantalón corto al examen. Es verano y con el calor de las últimas semanas, el chico no cayó en la cuenta de que hay una norma que impide examinarse de esa manera. "Así que en medio de la calle, en el lugar del examen, nos cambiamos los pantalones con todo el mundo mirando", recuerda entre risas. Otro caso curioso con el que se encontró Jesús fue el de un chico que comenzó el examen de coche de manera perfecta: "Se monta, coloca el asiento, coloca los espejos, pisa embrague, mete primera, acelera, pisa embrague, mete segunda, acelera" y, al cabo de un rato, le dice el examinador: "No se ha dado cuenta de que tiene el motor parado". Claramente los nervios le jugaron una mala pasada y ni siquiera se percató de que el coche no estaba en movimiento. Una chica, también en un examen, iba conduciendo por la Avenida de la Aurora y cada vez se pegaba más hacia la derecha hasta que rozó el espejo con el de otro coche. El examinador le dijo que si se había dado cuenta de que le había dado a otro coche y ella, que no lo entendió muy bien, giró la cabeza hacia atrás y le preguntó: "¿Cómo?". Éste se puso nervioso y le sugirió que mirara hacia la carretera.
El habla malagueña también ha dado alguna que otra anécdota curiosas como en el caso de un profesor que tenía una alumna extranjera a la que cada vez que hacía alguna maniobra bien le decía: "Muy perita, muy perita". Unos días después llegó el profesor y le dijeron que había pedido un cambio de profesor. Cuando empezó las clases, el nuevo le preguntó sobre el cambio y ésta le dijo que todos los días le decía: "Perita, perita". Éste le explicó que es una palabra malagueña que se utiliza cuando las cosas salen bien y que se pronuncia con una r más suave.
Luego están los casos en los que los alumnos tienen pequeñas manías que no pueden evitar al coger el volante. Jesús Perula tuvo un caso en el que la chica decía: "Yo es que si no canto, no se me quitan los nervios". Así que durante todas las clases prácticas, con la boca medio cerrada, tarareaba algunas de sus letras favoritas, incluso durante el examen lo hizo, sólo paraba cuando notaba que el examinador le hablaba para darle alguna indicación. A otra chica lo que le pasó fue que le dio un ataque de risa al empezar el examen porque se le caló el coche y el examinador se vio obligado a aplazarle la convocatoria porque no paraba de reír.
Otras anécdotas curiosas son las protagonizadas por mujeres mayores. Francisco Hinojosa cuenta que en un examen, una mujer mayor que llevaba ya bastantes clases prácticas llegó a la altura de un ceda el paso. Después de un buen rato parada y viendo el profesor que no venía ningún vehículo al que cederle, le dijo: "Tira ya", a lo que ella respondió, señalando al espejo retrovisor: "Pero no ves que vienen muchos coches". Se trataba de los que iban detrás de ella y estaban esperando a que hiciera el ceda. En otro examen, una mujer mayor se disponía a salir del aparcamiento en batería de Tiro Pichón, cuando en menos de un segundo se había estrellado con la pared. El caso es que empezó haciéndolo todo bien y el profesor no se dio cuenta de que había metido la primera marcha en lugar de la marcha atrás y tanto el examinador como él estaban mirando hacia atrás esperando a que empezara la maniobra, por lo que no le dio ni tiempo a pisar el freno para evitar que se estampara contra la pared.
Pero no todas las anécdotas que tienen los profesores de autoescuela son de exámenes, de las clases teóricas también hay algunas. Francisco Hinojosa recuerda que en una clase de primeros auxilios, tras la explicación teórica salió un chico, bastante fuerte, de voluntario a practicarle una RCP (recuperación cardiopulmonar) al muñeco y lo primero que hizo fue reventarle las dos bolsas de papel que simulaban los pulmones. A continuación, empezó con la reanimación con unos "bombazos fuertes". Y cuando terminó preguntó: "¿Cómo lo he hecho?". Hinojosa le respondió: "Espero no encontrarme contigo en la carretera y que me tengas que reanimar".
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