Opinión | Territorio Comanche

¡De una vez por todas!

  • El reciente temporal de levante que ha azotado a las costas malagueñs generando como efecto inmediato la desaparición de algunas playas, no ha hecho sino resaltar la fragilidad de nuestro sistema litoral

Los Baños del  Carmen, en la capital,  tras el temporal.

Los Baños del Carmen, en la capital, tras el temporal. / marilú báez

EL reciente temporal de levante que durante estos días ha azotado a todo el litoral malagueño generando como efecto inmediato la desaparición de algunas playas, no ha hecho sino resaltar la fragilidad de nuestro sistema litoral, en muchos casos, absolutamente artificial, antrópico, y en consecuencia no sujeto a las leyes relativas a los procesos litorales, con unos ponientes que deberían reponer lo que los levantes se llevan y viceversa, en ese cierto equilibrio. Las necesarias lluvias han dejado un escenario marcado por la pérdida generalizada de arena en la mayoría de las playas, así como la erosión o la formación de pedestales longitudinales como principales incidencias. Además, se han inundado paseos marítimos, los chiringuitos o la senda litoral en diversos puntos tanto de la costa occidental como oriental, con los consiguientes daños a las infraestructuras de saneamiento en algunos municipios del litoral. Una extraordinaria dinámica litoral, que solo supondrá la movilización y reposición de arena como consecuencia de la alternancia de levantes y ponientes, en las escasas playas naturales existentes. Sin embargo, esta dinámica natural, que no debería ser objeto de mayor atención ciudadana, y especialmente cuando parte de la ciudadanía está mas pensando en el tiempo que hará en Semana Santa, encuentra un especial eco en nuestras costas debido a varios motivos, entre los que se encuentra la circunstancia natural de que un litoral no tiene por qué tener necesariamente una playa arenosa, como tampoco un acantilado, sino que su morfología, su forma, estará condicionada por los factores y procesos dominantes en donde se ubique. Esto es duro de escribir, pero es así. En la Costa del Sol, hemos creado una infraestructura artificial que sirve de recurso patrimonial para nuestra principal “industria” como es el turismo, pero que necesita ser regenerada continuamente, porque es artificial. Una industria originariamente basada en Sol y Playa, siendo esta ultima, en la mayor parte de los casos, artificial, por lo que requería cuidados e inversiones muy elevadas. En términos económicos se denominaría el costo del beneficio que, naturalmente, no tiene por qué ser recurrente, y que quizá requiera de alguna reflexión al respecto.

Como muy acertadamente planteaban recientemente mis compañeros de la Academia Malagueña de Ciencias, los académicos Víctor Díaz-del-Río Español y Juan Antonio Camiñas Hernández, estas intervenciones, en ocasiones inconcebibles desde un punto de vista conservacionista o proteccionista, se han ejecutado contando con la complacencia de la mayor parte de la población, pues en ellas veía asegurada la persistencia de una industria rentable y la disponibilidad de espacios litorales en los que disfrutar del verano o del ocio náutico. A la vista de los resultados, es indudable que hemos tenido que pagar un alto precio por haber acometido esta injerencia en el medio natural, injerencia que ha sido fomentada, en gran medida, por los poderes públicos,  técnicos implicados en la búsqueda de soluciones a los problemas que les han trasladado, empresarios ansiosos de que sus inversiones generasen beneficios rápidos, o políticos eclécticos que prefieren la complacencia de sus votantes antes que generar un conflicto social por culpa de la defensa de los valores naturales del territorio que gestionan, o,  ¿por qué no?, aquel otro que haya pretendido dejar su huella indeleble en los lugares donde no debería haber quedado huella alguna, etc. En este asunto, nadie está libre de culpa.

Seguimos pretendiendo mantener la dinámica de pagar el precio que sea a costa del desarrollo

Pero esta serie de reflexiones siguen sin calar en realidad entre los gestores del territorio, y así, podemos observar como los sectores público y privado de la provincia de Málaga vienen reclamando desde este martes al Gobierno de la nación una “solución definitiva” para las playas tras los efectos del último temporal de levante a lo largo de toda la franja costera y, naturalmente, solicitando la declaración del litoral malagueño como zona catastrófica. El presidente de la Diputación quiere que se resuelva el problema “de una vez por todas”, y yo también quiero que se resuelva el terral de una vez por todas, que ya está bien de pasar calor en pleno verano. El argumento que esgrimen es claro, y es que la Costa del Sol se juega mucho en esta Semana Santa, por lo que son necesarias medidas contundentes y serias para proteger y estabilizar las playas, incluso argumentado como medida estrella la creación de diques exentos paralelos al litoral. Incluso, como irónicamente ponía el periodista Álvaro López en Twitter, poner unas grandes cortinas a lo largo del litoral para evitar la calima… Hemos de ser muy sensibles en estos temas que generan empleo y estabilidad, pero realmente seguimos pretendiendo mantener la dinámica de pagar el precio que sea a costa del desarrollo, aunque nos importe una colección de higas que en 8 años tengamos que reducir el 50% de emisión de dióxido de carbono como recientemente ha planteado, ya de forma dramática, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático en su ultimo y reciente informe. De no hacerlo, no habrá marcha atrás.

¿Cuántas veces hemos repetido que tal o cual fenómeno no ha sucedido nunca?

Regenerar playas ni es mitigación ni adaptación a las consecuencias de la Crisis Climática, de la que no creo que haya muchas dudas, después de los añitos que llevamos con concatenación de eventos extremos, aunque sigamos sin distinguir entre lo importante y lo urgente. ¿Cuántas veces hemos repetido que tal o cual fenómeno no ha sucedido nunca, o que no recordamos nada igual? Es decir, ¿cuántas veces hemos consolidado la anomalía para convertirla en riesgo frecuente? Una sociedad madura debería debatir seriamente sobre estos temas, pero estamos en unos tiempos muy peligrosos dado que la Semana Santa es nuestra fiesta de primavera y no debe haber temporal que nos saque a relucir nuestras vergüenzas. Málaga convertida en un gran escenario en el que, durante unos días, una serie de personajes trajeados y con séquito, se lanzaran a la calle martillo en mano, a tocar todas las campanas de todos los tronos que se encuentren a su paso, hasta el punto de que convendría, ante semejante oferta de campaneros, que las hermandades y cofradías colocasen en los tronos campanas tutiplén, para evitar posteriores depresiones.

Yo también quiero que se termine de una vez por todas con la degradación y erosión del suelo, con las inundaciones, con el terral...

En el momento en el que más visibles se hacen las manifestaciones de indicadores extremos de Cambio Climático, (sequías, trombas de agua…) el presidente de la Diputación de Málaga quiere que se termine con las consecuencias de los temporales en el Mediterráneo “de una vez por todas”, y yo también, ¡qué leches! Yo también quiero que se termine de una vez por todas con la degradación y erosión del suelo, con las inundaciones, con el terral, con las olas de calor; de una vez por todas con los riesgos geoambientales, de una vez por todas con una ordenación del territorio infame, y también con las desigualdades territoriales y socioeconómicas, de una vez por todas. En fin, con qué simpleza solicitamos a otros que nos resuelva nuestros problemas… ¡Tiempo de torrijas!

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