'La vida camper': la marca malagueña que nació de una furgoneta del 87

La Asociación de la Prensa de Málaga y Pablo Alborán han lucido productos de esta pareja "furgonetera"

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Rocío Sánchez y Juan Mancera con su puesto de 'La vida camper' en una quedada de autocaravanas
Rocío Sánchez y Juan Mancera con su puesto de 'La vida camper' en una quedada de autocaravanas / M. H.

Una furgoneta de más de 30 años, un matrimonio malagueño y un sueño que buscaba un camino propio. En un piso modesto, entre maquinarias que no paran y pilas de cajas, Rocío Sánchez y Juan Mancera empezaron en 2017 con un hobby y unos regalos que no encontraban forma. Con los años ha acabado convirtiéndose en una comunidad que hoy los sigue por toda España y que reconoce en ellos una mezcla de cercanía, ingenio andaluz y ganas de hacer las cosas con cariño: La vida camper.

"Más allá de la típica camiseta que salía en alguna tienda de furgonetas, pues teníamos pocas opciones", admite Sánchez. Recuerda incluso el día que intentó sorprender a Juan: "Le regalé un diario para apuntar sus cosas y era muy soso". Ese vacío emocional de un producto sin personalidad fue el germen de todo.

A Juan Mancera también le venía rondando la idea. "El mundo de la autocaravana estaba muy en auge y vimos la posibilidad de que era una manera nueva de abrirnos", explica. Aquel momento, después de la pandemia, coincidió con la explosión de furgonetas y autocaravanas en España. Allí, en medio del boom, encontraron lo que él llama un "nicho de mercado". Fue entonces cuando se atrevieron con sus "cinco primeros juegos".

Sánchez lo recuerda bien y decidieron aprovechar sus profesiones. Él, educador social, acostumbrado a crear contenido para niños. Ella, diseñadora gráfica. Así utilizaron su hobby para hacer un negocio. Y así nacieron los primeros cinco productos: Aparcao, Arrancao, Planeao, Arreglao y Dedicao. "El primero fue un juego de cartas que se llama Aparcao, que tiene ese toquecillo malagueño", dice ella.

"También somos animalistas", cuenta Sánchez. Era una declaración de principios: productos locales, humor, identidad. Mancera, por su parte, se emociona cuando habla de aquellos inicios: "Hoy por hoy tenemos casi 300 artículos, pero esos cinco primeros productos llevan mucho trabajo y les tenemos un cariño especial". Empezaron con eso, y poco a poco, fueron "viendo las necesidades" hasta llegar a ese catálogo que jamás imaginaron.

Productos de 'La vida camper' en una concentración de caravanas.
Productos de 'La vida camper' en una concentración de caravanas. / M. H.

La marca creció, pero también la personalidad. "Los nombres nos definen", afirma él. En las quedadas de autocaravanas, siempre van "con Málaga por bandera", con un tono que no negocian. "Usamos expresiones malagueñas para hacer gala de que somos andaluces y presumir", confiesa Sánchez entre risas. Ese acento se convirtió en parte del proyecto tanto como las furgonetas. "No nos avergonzamos de nuestra forma de hablar", insiste Juan. Sus productos están llenos de guiños con expresiones como "ha quedao niquelao", "no ni ", "pitufo"…

Pero el gran salto no fue digital. Fue humano y por carretera. "Pensamos: 'vamos justo al público objetivo, las quedadas furgoneteras'", recuerda Rocío. Reuniones de 100 o incluso 200 furgonetas, familias, perros, comida, noches largas compartidas. Y ellos allí, con cinco productos y "dos tazas y media". "Se nos quedaba el puesto muy pobrecito", dice ella riéndose. Para solucionarlo, tomaron una decisión clave: "Compramos la maquinaria para poder producir más".

Esa decisión cambió todo. A más maquinaria, más productos. Y a más productos, más quedadas. "En 2023 subimos a Toledo. En 2024, a Zaragoza, Tarragona, a la Primavera Van, el festival de furgonetas más grande que hay", cuenta Sánchez. En cada viaje, Málaga viajaba con ellos. En cada puesto, un rincón de su propia casa.

El recibimiento, incluso en el norte, les marcó: "Imagínate plantarnos en Tarragona con una furgoneta del 87, con 37 años… y la gente flipando porque veníamos desde la otra punta de España", relata Rocío, y añade que "eso gustaba un montón". A partir de ahí nació su tercer servicio: el marcaje publicitario en las quedadas. Camisetas, merchandising, encargos para empresas, asociaciones e incluso administraciones públicas. "A la Asociación de la Prensa de Málaga le producimos merchandising, como libretas o totebags", recuerda. Todo hecho por ellos y todo desde su casa.

Todo ocurre en un cuarto. "Somos dos chiquititos con nuestra casa, con nuestro cuarto y sí se puede llevar un negocio así", comparte Juan. Ese cuarto, convertido en fábrica, oficina, estudio y almacén, es el corazón de la marca. Y entre esas cuatro paredes ocurren mil historias, ya no solo de producción, sino que sus gatos y su perro también les acompañan en el proceso.

Pero tampoco es fácil. "Es muy complicado, te consume muchísimas horas", admite Rocío. Ambos lo compatibilizan con sus trabajos, pero el esfuerzo tiene recompensa: "La gente te reconoce por donde vas, están esperando que montes el puesto para comprarte su sudadera o su vaso". Les dicen que transmiten "muy buena energía y muy buen rollo", justo lo que buscaban.

El impacto emocional llegó incluso al mundo de la música. "Prometimos una camiseta para un concierto de Pablo Alborán para un grupo, y le regalamos una a él, y ver a uno de tus artistas favoritos con una camiseta tuya en prime time es una satisfacción personal muy grande”, relata Rocío aún sorprendida, porque también subió una foto a Instagram "desde el otro lado del mundo" con la camiseta. Hoy, La vida camper es algo más que un negocio. "Lo hemos convertido en una especie de movimiento", asegura Juan.

Cuando alguien dice La vida camper, se refiere a ellos. "La bola se fue haciendo más grande y te llega un cariño brutal", admite él. Rocío lo resume mirando a su gran catálogo, a su cuarto "lleno de cajas" y a todas esas furgonetas que algún día aparcaron frente a su puesto: "Somos malagueñas, nuestros productos están fabricados y producidos en Málaga, y eso lo llevamos por bandera". La autenticidad de lo local y lo personal. Y quizá por eso, cuando una noche cierran su puesto en una quedada, miran alrededor y ven decenas de sudaderas y vasos con su logo, sienten que el viaje ha merecido la pena. "Mola un montón", dice Rocío. Y lo dice con la verdad de quien ha vivido la artesanía, carretera y manta y la vida... camper.

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