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Continuamos con nuestra visita a la capital del reino de Dinamarca, no sin antes recordar que es una ciudad en la que viven cerca de un millón de personas, sin contar el área metropolitana, en cuyo caso alcanzaría el millón trescientos mil habitantes más o menos. Se ubica en la costa oriental de la isla de Selandia (Sjælland), cerca del estrecho de Øresund que, como ya sabemos, separa Dinamarca de Suecia. Su clima oceánico es puñetero, o sea, continental, ya que tiene inviernos muy fríos y veranos fresquitos. La surte de agua el río homónimo.
Copenhague es prácticamente el motor económico de Dinamarca, con una economía diversificada que incluye sectores como tecnología, finanzas, turismo, industria creativa, y energía renovable. Se caracteriza por un alto nivel de vida, una baja tasa de desempleo y una economía orientada a la sostenibilidad. Es un centro financiero, con sedes de grandes bancos y empresas, y un hub para startups tecnológicas, especialmente en las áreas de tecnologías limpias y biotecnología, o sea, un sitio físico y virtual donde se reúnen inversores, fondos, empresas, emprendedores, etc., para fomentar la innovación y el crecimiento en dichos campos. Es un paraíso para los ciclistas y pretende ser la ciudad con más zonas verdes del mundo. Tiene una prestigiosa Universidad que es la más antigua de Dinamarca, fundada en el siglo XV, y su centro histórico es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La búsqueda de un buen lugar para comer nos llevó a un pequeño rincón de la plaza del Ayuntamiento donde encontramos la pizzería Pizza er Pepe. Curiosamente, el dueño no era italiano como uno podría suponer, y sus pizzas eran tan grandes como la fama de Copenhague. Cada una de ellas tenía un tamaño descomunal. Menos mal que corregimos a tiempo y las pedimos smoll (tamaño de disco de vinilo LP), ya que habíamos pedido ocho pizzas large que tenían más de un metro de diámetro y eran para servir por raciones. Nos reímos de nuestro error inicial al pedir ocho pizzas grandes pensando qué habríamos hecho con ellas si nos las hubiesen servido. Al final comimos pizzas hasta saciarnos, contemplando la ciudad desde la terraza de er Pepe, donde el viento suave de la tarde nos acariciaba.
Más que satisfecho el apetito, decidimos continuar nuestro recorrido. Nos dirigimos hacia Slotsholmen, una pequeña isla en el corazón de Copenhague, donde se encuentran algunos de los monumentos más importantes de la ciudad. Aquí se alza el Castillo de Christiansborg, que data de 1745. Hoy alberga el Parlamento danés, la Corte Suprema y la Oficina del primer ministro. Sus orígenes como residencia real, le confieren un cierto aire de solemnidad y grandeza. Justo al lado, el Museo Thorvaldsen guarda una vasta colección de esculturas de Bertel Thorvaldsen, el escultor danés más famoso, que es casi tan venerado como el propio Andersen. En el mismo complejo se encuentran la Biblioteca Real y la Bolsa de Copenhague, un edificio de estilo renacentista que data de 1624 y que culmina en una torre decorada con colas de dragón, símbolo de la prosperidad y la protección.
Casi sin darnos cuenta nos encontramos a la Sirenita, la estatua de bronce que, desde 1913, se asoma a las aguas del puerto, mirando el horizonte con la tristeza de aquellos que viven entre dos mundos. La figura de esta pequeña sirena, basada en el cuento de Andersen, ha sido uno de los emblemas más reconocidos de la ciudad, un símbolo de la nostalgia y la belleza efímera.
No podíamos dejar de visitar la famosa ciudad libre de Christania, un barrio de la capital, autogobernado por los residentes, algo así como una república independiente de okupas que ha terminado convirtiéndose en una atracción turística. Por más de 50 años, el barrio hippie de Christiania ha sido un refugio de la contracultura en el corazón Copenhague. Esta zona de la capital de Dinamarca es conocida por su posición liberal hacia el cannabis y por su tristemente conocido mercado de la droga, Pusher Street. Ahora Christania es una especie de museo al aire libre donde se pueden ver una gran cantidad de intervenciones artísticas y obras de arte espontáneas.
Copenhague está dotada de muchos e interesantes museos, así que, decidimos hacer una rápida visita por algunos que consideramos imprescindibles de ver. Comenzamos por el Ny Carlsberg Glyptotek. Este museo es conocido por su impresionante colección de arte clásico, escultura y pintura. Fue fundado por Carl Jacobsen, el hijo del creador de la famosa cervecera Carlsberg. En él pudimos contemplar arte de la antigua Grecia y Roma, así como arte moderno danés. Algunas de sus obras que más nos llamaron la atención fueron El torso de un joven atleta, escultura griega del siglo II a.C., los retratos imperiales romanos, y algunas obras de arte moderno, como Bailarina de Edgar Degas y varias obras de Paul Gauguin. De allí nos fuimos al Museo Nacional de Dinamarca que es el principal museo de historia y cultura del país. Su colección cubre desde la prehistoria hasta la época moderna, con especial atención a la historia vikinga y medieval danesa. La colección vikinga contiene los famosos barcos vikingos de Oseberg y Gokstad. También se pueden ver importantes artefactos de la Edad de Piedra (herramientas y adornos) y, en la Muestra de las Invasiones Danesas en Inglaterra, son alucinantes los objetos medievales que poseen un gran valor histórico.
No podíamos dejar atrás el Statens Museum for Kunst (SMK). Es el museo nacional de arte de Dinamarca y una de las principales instituciones artísticas del país. SMK alberga una colección impresionante que abarca desde el Renacimiento hasta el arte contemporáneo. En él nos encontramos con obras como El juicio de París de Rubens o Mujer con abanico de Edgar Degas. Y, para rematar, aunque tuvimos que coger los coches para visitarlo, porque se encuentra en el extrarradio de la ciudad, visitamos el Louisiana Museum of Modern Art. Es, sin duda, uno de los museos de arte moderno y contemporáneo más importantes del mundo. Su ubicación, a orillas del mar, agrega una dimensión única a la experiencia de ver arte. Tiene una excepcional colección de arte internacional, en la que figuran obras como Sin título de Yves Klein, La serie de pinturas de Francis Bacon, cuyas figuras humanas causan angustia, o esculturas de Henry Moore.
Para terminar nuestra visita a Copenhague y, antes de finalizar nuestro recorrido, decidimos complacernos a nosotros mismos y a las más pequeñas, Bego y Bea, visitando el legendario parque de atracciones Tivoli. Inaugurado en 1843, es el más antiguo de Europa. Con su encanto victoriano y su aire festivo, Tivoli ha sido fuente de inspiración para escritores y cineastas, y ha cautivado a generaciones de visitantes. Los jóvenes se despidieron con dinero en los bolsillos, listos para disfrutar de las atracciones, mientras los mayores preferimos perder el tiempo de una manera más tranquila: paseando por los jardines, contemplando holografías futuristas y tomando unas cervezas.
Aún nos quedaríamos un día más, porque la travesía desde el embarcadero de Rodby a Putgarden en Alemania no la pudimos contratar. Así que aprovechamos ese día de más para hacer compras, visitar la Universidad, la iglesia del Espíritu Santo, construida en 1652, y la plaza Gammertilv rodeada de preciosos edificios barrocos.
Copenhague es una ciudad de historia y fantasía que nos dejó una huella imborrable en el corazón. Cada calle, cada rincón, nos ha contado cosas de tiempos pasados y sueños que siguen vivos, como las historias de Hans Christian Andersen, cuyos relatos nunca dejarán de flotar sobre la ciudad.
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