Vuelve la 'Rompeolas', la primera jábega ligera de Málaga
Restaurada por el Club de Remo IES El Palo, regresará al mundo de la competición en unos meses
Construir una embarcación tradicional: una artesanía posible de mano de Astilleros Nereo
Tradición, fraternidad y una inquebrantable pasión por el mar. Son los tres pilares que sustentan al Club de Remo IES El Palo, cuyos miembros se han enrolado en la aventura de restaurar la Rompeolas, la primera jábega ligera fabricada en Málaga. Con sello del carpintero de ribera José Pedro González, esta embarcación de unos 500 kilos de peso, pionera de las naves de nueva generación, realizadas para surcar las aguas con la agilidad y rapidez que la competición demanda, ha estado varada en una playa de La Cala del Moral, sin apenas uso y deteriorándose, durante varios años. Hasta su adquisición por parte de la disciplina paleña, que acordó con la anterior propiedad (fue construida para el CD Rebalaje) mantenerla tal como debió lucir al salir del calafate. Aunque lo más reseñable, más que su ficha técnica o su antigüedad, es sin lugar a dudas la gran acogida que ha tenido.
"Llevaba cuatro o cinco años en la playa y una barca de madera, si no le da el agua del mar, se rompe", relata José Parra, presidente del club y en cierto modo también director de los trabajos junto al tesorero, Ricardo Domínguez, y la secretaria general, Ana Medrano. "En esta parte de El Palo no se ven jábegas; entonces, ha generado mucha expectación. Los pocos pescadores que quedan se han volcado y mucha gente que pasaba por el paseo marítimo se ha parado, ha cogido una lija y se ha puesto a ayudar", cuenta con orgullo.
"Hace unos días la echamos al agua para que la madera empapase, es necesario para repararla, y se acercó bastante gente; fue maravilloso". Y es que este barrio, pese a mantener cierta vocación marinera con efemérides como la Virgen del Carmen, tiene cada vez menos emblemas que evoquen lo que una vez fue, por lo que la vuelta a sus dominios de una jábega, aunque con características muy diferentes a las de antaño, ha devuelto cientos de recuerdos a los más veteranos, que añoran cuando estas naves usadas para la pesca de sardinas, boquerones y jureles eran todavía una forma de vida en sí mismas. Una vida que a día de hoy sólo existe en sus memorias. Y en un futuro ni siquiera ahí.
"Pedimos dos presupuestos para restaurarla, pero al final lo hemos hecho nosotros mismos", cuenta Parra. Desde hace dos meses, cada sábado y domingo, sus instalaciones junto al varadero, en la calle Banda del Mar, 3, se han llenado de socios de todas las edades blandiendo herramientas prestos a echar a una mano. "Hemos cambiado siete tablas de forro, arreglado las cuadernas, tapado agujeros, la hemos lijado y pintado entera...", enumera. María del Mar Camacho, de 17 años, que se está preparando para patrona, ha sido una de las jóvenes que ha acudido fiel a la cita cada fin de semana. "Ha sido muy bonito: estar todos aquí juntos, compartiendo, hablando, ha habido mucho compañerismo. Queremos salir ya con ella", afirma. También Enzo Araujo, de 16 años, que subraya que el remo "es un deporte precioso" porque "despeja la mente". "Si además se practica en un club que es como si fuera una familia, mejor todavía, ha sido una experiencia muy buena".
Ambos son, dentro de su indiscutible precocidad, de los más mayores que han participado en la restauración dentro del grupo de los menores de edad, como se aprecia en el revoloteo de niños que pululan alrededor de la embarcación en el momento de la visita. "Con este tipo de cosas se vinculan al mar de por vida; de hecho, fueron ellos quienes bajaron la barca al agua. Seguro que no lo olvidan", asegura Alejandro Pérez, socio del club. "Para los críos es una pasada. Esta es una actividad que une a los grandes con los pequeños: se integran, juegan, aprenden, practican. Se crea un ambiente que me parece de lo más valioso. Y los adolescentes dejan el móvil un rato y no les pesa estar con los mayores", añade entre risas Nora Páez, otra miembro.
Ahora a esta barca tan sólo le quedan unos pequeños retoques para que, pacta sunt servanda, luzca al igual que lo hacía originalmente, como repintar el nombre o colocarle los ojos. Incluso el antiguo dueño les dejó la carta de la baraja, el As de Copas, con la que se bautizó y botó el 13 de julio de 2010, convirtiéndose en la pionera de las jábegas de nuevo cuño. Pulidos estos detalles, la previsión es que puedan usarla para navegar y entrenar en 15 o 20 días. Algo que no es baladí porque se han apuntado para compertir con ella en la liga que organiza la Asociación del Remo Tradicional (ART), que empieza el próximo mayo. Serán, en total, siete las tripulaciones que se subirán a la Rompeolas para disputar pruebas en sus diferentes categorías. Y no todos los socios, que ya sobrepasan los 120, han remado en jábega antes, puesto que esta es la primera que tienen: hasta la fecha siempre lo habían hecho en llaut.
La adquisición de una, aseguran, era una cuenta pendiente para ser "por fin malagueños por los cuatro costados". Aunque las alegrías no llegan solas: llevan más de un año construyendo otra en los Astilleros Nereo, que en breve pasará a engrosar su lista de naves. "Somos un club humilde, abierto a la gente del barrio, que nunca le ha dicho que no a nadie. Todo el mundo que nos ha pedido remar lo ha podido hacer sin impedimentos", recalca Parra, que no puede esconder sus ganas de echarse al mar con ella. "Estoy deseándolo. Vamos a ver si es rápida —dice mientras la mira y acaricia— en su tiempo ganó varias competiciones". Pronto lo descubrirán.
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