Málaga C.F.

A mi amigo Antonio Benítez, leyenda blanquiazul

  • Un símbolo que nos ha dejado a los 79 años de edad

  • Lo fue todo en el fútbol malagueño, como jugador y como entrenador

Antonio Benítez, en un homenaje en La Rosaleda.

Antonio Benítez, en un homenaje en La Rosaleda. / M. H.

Aunque nació en Alicante, Antonio era un malagueño más. Aquí hizo su vida y asentó a su familia, con su mujer Toñi, a la que le envío mi más sentido pésame.

Antonio era cercano, amable y servil, lo que le hizo ser leyenda no solo en el fútbol, también como persona. Tuve la suerte de conocerlo en su última etapa en el club, en una comida con los veteranos. Fue mi difunto amigo Nicolás Aráez, también exfutbolista del Málaga, quien me ofreció la oportunidad de compartir uno de esos almuerzos. Y fui encantado. Allí conocí a Benítez y a otros muchos… imaginaos mi ilusión. Porque, además, era una etapa complicada, en la que el club pasaba olímpicamente de los veteranos.

Después, ya como consejero consultivo, Antonio era un asiduo de los habituales desayunos axárquicos que ofrecíamos en los bajos de La Rosaleda, donde se ubicaba una de nuestras clínicas. Allí solíamos presentar partidos importantes de nuestro equipo de baloncesto o de balonmano. Él nunca faltaba. Me acompañaba con Paco Martín Aguilar o el ‘Pajarito’ Ben Barek, creando una bonita relación que hemos mantenido hasta ahora.

Yo siempre le preguntaba a Antonio por qué la Federación de Fútbol y la de Baloncesto no lograban ponerse de acuerdo para que los horarios de los partidos del Málaga y del Unicaja no coincidiesen. Él me decía siempre que eso era imposible de arreglar… El tiempo le ha dado la razón.

Su trabajo abnegado por crear puentes dentro del club y su encomiable labor con los jugadores que han ido saliendo de la cantera es digna de mención. Recuerdo con cariño cuando me contó que mi paisano ‘Pitufo’ Azuaga, al que él sacó para el primer equipo, despuntó y con poco más de 19 años se compró un buen coche. Su cura de humildad fue enviarle un año a Marbella, para que hiciera allí ‘mili’ y volviera más curtido.

Ahora se nos va un mito del malaguismo al que yo jamás podré olvidar. Gracias por tanto, Antonio, leyenda y profeta blanquiazul.

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