Burgos-Málaga CF: Una intolerable falta de tensión (2-1)

El equipo de Pellicer se dejó remontar con dos errores imperdonables en los tantos del conjunto burgalés

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Herrero grita tras el 1-1 del Burgos-Málaga CF
Herrero grita tras el 1-1 del Burgos-Málaga CF / César Manso / La Otra Foto

Al Málaga se le han ido cayendo jugadores y virtudes. Seguramente hay relación causa-efecto, pero no puede ser un atenuante perenne para Sergio Pellicer y sus hombres, un comodín para todos los escenarios. La derrota en Burgos no es sólo por la alarmante falta de calidad, también por el desempeño individual. Los dos goles del Burgos, que culminaron una remontada para más inri, llegaron por una intolerable ausencia de concentración y seriedad, de ejercer con dignidad tu oficio.

Se ha derrumbado el equipo, que sí, no tiene a cuatro-cinco titulares. Pero hasta los veintipico que conforman la plantilla, algo se podrá hacer. No es tan distinto del equipo que doblegó a Las Palmas en su casa, no. Sí queda patente que se cuentan con los dedos de una mano los que están funcionando cerca de su mejor versión particular. Así es muy difícil.

Cuando te falta pegada, cuando te falta calidad, velocidad y último pase, lo mínimo es ser aguerrido y cumplidor, poder irte a casa con el cinco o el seis raspado. Por eso juega Murillo, porque navega río arriba en toda circunstacia, algo que la mayoría a día de hoy no hace.

Y eso que se le puso el partido de cara al Málaga bien prontito. No había pasado nada relevante cuando Dani Lorenzo cocinó uno de los goles de más bella factura de los últimos tiempos. Una acción de jugón, de espíritu libre. Arrancó, combinó con Lobete, destrozó en un palmo de terreno a Aitor Córdoba y definió como los ángeles.

Es el tipo de jugada magistral que la mayoría sabe que el marbellí es capaz de hacer, pero que por una cuestión u otra, todavía no ha alcanzado a hacer un regularidad. Sin embargo, es una muestra de su enorme talento y potencial. Hay que darle minutos y protagonismo para que florezca al fin y el Málaga será un mejor equipo.

Los blanquiazules, ay, los blanquiazules, no fueron capaces de hacer de ese gol un punto de inflexión para frenar esa tendencia extraña que viene desde el 2-0 al Granada. Fuera de casa, sobre todo, tienes que hacer lo mismo que te hizo el Cádiz. Defender el tesoro con uñas y dientes. Pero no hubo mucho tiempo para amasar nada, porque concedió de una manera imperdonable el 1-1. Que en Segunda te hagan daño a balón parado está dentro de lo asumible, que sea con falta de concentración y contundencia, no se puede consentir.

Finalizó Appin, que después se desató y puso en dificultades a los zagueros malaguistas abrazado a su velocidad punta. En el tanto, por cierto, le había asistido con categoría David González, que después avisó a Alfonso Herrero con un disparo de lejos.

Pellicer salió de la caseta con las alas cambiadas. Entró Gabilondo por Dani Sánchez y Murillo se fue al flanco zurdo, que también habitó Larrubia por delante tras permutar con Lobete. Aunque el vasco no tardó demasiado en abandonar el campo por Dotor. Es un drama lo de las bandas a día de hoy.

Tuvo más control de juego el cuadro malacitano, pero como es costumbre, todo moría en la orilla, en el último pase, en el remate que nunca llegaba.

Gastó cambios Ramis para revertir la tendencia y replicó Pellicer dando entrada a Eneko Jauregi y el debutante Josué Dorrio. Le salió bien al anfitrión. Miguel remató en el segundo palo un centro de David González tras dejarle ir Dorrio, con Gabilondo de testigo y Herrero poco acertado. Intolerable falta de tensión.

Después de varias semanas convocado, Pellicer lanzó la carta de Haitam Abaida, una promesa y una ilusión. Lo que sucedió, sin embargo, es que el Málaga terminó desquiciado y con diez por doble amarilla sobre Einar en un plis plas.

Otra derrota más y unas sensaciones terribles de un Málaga al que le viene un calendario muy serio empezando por la próxima salida a Santander. Pellicer tiene que tomar cartas en el asunto y poner firme a la tropa. Si no, lo acabará haciendo La Rosaleda y él no se librará.

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