Agustín Casado, el pintor que nació en la casa de Picasso

El telegrafista de los años de los inicios turísticos de Marbella retrató a Jimmy Carter, Tina Turner y Stevie Wonder. Dibujante, rapsoda y pregonero en versos

Pedro Aguilar, el carpintero de cámara del rey del antibiótico

Agustín Casado. / ARCHIVO PERSONAL

Cuando a finales de los sesenta, Marbella se apuntaba al turismo de masas, Agustín Casado estrenaba su plaza de telegrafista en la oficina local de Correos. Los telegramas y radiogramas se transmitían en Morse, el sistema que escupía y recibía señales, a través de un código de impulsos eléctricos. Durante décadas, la telegrafía fue el único servicio de mensajería de escritura a distancia, el más rápido y un tanto complejo, para mantener en comunicación a las personas.

¬Recuerdo un telegrama que ordenaba: “Tráeme una navaja; y las bragas limpias”, lo escribió, desde la cárcel un preso a su mujer. Por un tiempo supe conservar una antología de telegramas que me llamaron la atención, hasta que en una mudanza se me extraviaron. Había alguno que decía: “Llego ocho horas de Iberia”. En una ocasión una señora se asomó a la ventanilla y me dijo: “quiero un telegrama”, y me plantó sobre el mostrador la caja de cartón que quería enviar. “Para que llegue rápido”, agregó. Otro vez, un hombre me pasó un escrito, le eché un vistazo y le dije, esto no se puede enviar, está escrito en árabe. “No importa, usted lo copia; el que lo recibe lo entiende”, insistió.

Al romántico oficio de telegrafista lo mató el móvil, como al de farero o al de factor de circulación del apeadero de La Mancha. El télex y el fax acabaron con el telegrama.

En los textos de los mensajes se ejercía la censura, si la frase contenía palabras malsonantes, si iban en contra de la moral o del Movimiento (el partido único de Franco).

¬Estábamos para recibir el texto del telegrama que el cliente quería enviar, aunque en muchas ocasiones había que echarle una mano para escribir el mensaje. Me he visto hasta haciendo partes meteorológicos en Morse que se enviaban a Málaga. Salía a la calle miraba al cielo y ponía: nublado; así, hasta que la comunicación telegráfica dio paso al teletipo. Con 50 años me jubilaron del adictivo oficio de telegrafista, desde entonces sigo practicando el Morse.

“Aquí nació Pablo Picasso”, rezaba una vieja placa, a la que Agustín, de niño, con un rotulador le pintarrajeaba la coletilla “y yo”. Lo hizo tantas veces como su reivindicación era borrada. Y es que en la casa de la Plaza de la Merced, donde nació el pintor malagueño, casi setenta años después, ahí también lo hizo Casado.

Portal de la casa de Pablo Picasso, de Agustín Casado. / ARCHIVO PERSONAL

¬Yo dibujé a las tataranietas de las palomas que pintó Picasso. He tenido una agencia de publicidad, trabajo que simultaneaba con el de telegrafista y la publicación de cómics en la revista Imagen de Marbella, de Horacio Heichelbaum;El Batracio Amarillo; Diario 16 o Andalucía Actualidad. Mis dibujos pueden recordar a los de Albert Uderzo de Astérix, o a los de Francisco Ibáñez. Como dijo Jacinto Benavente: “Bienaventurados mis imitadores, porque de ellos serán mis defectos”. Uno, que puede ser superado por su imitador, aspira a que en su obra se reconozca al autor.

A quien me pregunta: ¿cuándo empecé a dibujar?, yo le respondo: ¿cuándo dejaste tú de hacerlo?. Lo primero que hace un ser humano es dibujar, desde la Cueva de Altamira, en todas las culturas. Después la mayoría va dejando de hacerlo, y quedamos yo y otros tantos; así llevo setenta años, dibujando. Lo hice con cómics, porque leía tebeos, soy caricaturista, aunque hago óleos y pinturas. En 1996 conseguí el Primer Premio del Salón Nacional de Humor Gráfico en Madrid, que luego desapareció por las diferencias entre el Ministerio de Cultura, el Círculo de lectores y Bellas Artes, del que estoy muy orgulloso. Cuando digo que después de jubilarme he trabajado más que antes, “Para alguien que fue funcionario eso no es difícil”, me replica un amigo.

Todo artista tiene su narcisismo. Si en la vida algo te sale bien, lo demás lo aprecian y te recuerdan que sabes dibujar. Eso no tiene ningún mérito, pero entonces te pones de puntillas y te dedicas a dibujar. El rey emérito tiene un par de dibujos míos. Uno le hice cuando vino a Málaga y al entrar en el coche se dio un golpe en la cabeza, el otro fue por encargo de un mecenas, al igual que el de las infantas. Lo hago a partir de fotografías, he pintado a toreros como José Tomás, El Juli y José María Manzanares, también a José Sacristán, o Juan Echanove. He pintado para la jet y para gente importante. He hecho dibujos para Jimmy Cárter, Tina Turner, Stevie Wonder o Roger Moore. En la pintura busco un refugio, un abrazo, y si estás considerado y recibes algún encargo, mejor.

Caricatura de Juan Carlos I. / ARCHIVO PERSONAL

Hice más de un centenar de carteles en España y el extranjero y he colgado exposiciones en diversas ciudades. Aquí presenté en 2016 la exposición Caricriaturas, una colección de trescientas caricaturas de vecinos de Marbella. A alguno no le gustó como salió y no me ha hablado, y otros me preguntaron por qué no los había incluido.

Los mejores son los retratos con testigos. Si hago a un grupo de diez, un consejo de administración o un equipo de gobierno, uno es capaz de identificar a los otros nueve, pero no se reconoce a sí mismo. Uno tiene su propia percepción, pero es otra cómo te ven los demás, al igual que cuando escuchas por primera vez tu voz grabada y no te reconoces.

Cuando llegué a Marbella, no conocía a nadie. Me fui al paseo marítimo, me senté a observar el mar y me pregunté: ¿Qué se te ha perdido en este lugar?. Cuarenta años después en el mismo sitio, donde ahora están las terrazas del puerto deportivo, daba el pregón de la Feria de San Bernabé y tenía enfrente a tres mil personas. Todos los pregones que he dado, los hice en versos, éste, como el de la Feria del Libro de 2014; el del Carnaval de Marbella 2018; o el del día del Espeto. Siempre en versos, recito sin papeles, 45 minutos sin leer una cuartilla. Soy tímido y al no tener que leer me da la posibilidad de mirar al público a los ojos, y eso ha funcionado muy bien. Me he dedicado a ajustar versos, junto versos.

Participé un mes de agosto en el Festival de Teatro Clásico Fuenteovejuna (Córdoba) con un calor infernal. Y allí me pidieron que loara al pueblo, que no conocía. Entonces descubrí el nombre del asesino: ¿Quién mató al Comendaor?/ Pues no fue Fuenteovejuna,/ ni uno, ni tos a una,/ que fue un golpe de calor.

En un programa de radio, de ámbito nacional, comentaba noticias, durante tres minutos, en versos y octosílabos. En una ocasión expliqué que la fumata blanca del cónclave vaticano se decidió en un duelo gastronómico. El cardenal italiano invitó a su compañeros a comer pizzas, mientras que el papable argentino les sorprendió con una barbacoa.

“Con su perspicacia innata,/ Scola, arzobispo de Milano,/ idea una treta barata/ y con queso parmesano,/ prosciutto napolitano,/ e una massa ben tagliata/ les ofrece un italiano/ refrigerio que el voto trata/ de ganar a la inmediata/ a los otros por la mano./Resultole todo en vano,/el tiro por la culata/ por decírselo a lo llano”.

“Una voz de Mar del Plata/ lo apartó de la fogata/ “Che, pibe boludo, andáte;/ ¡es morfar no chupar mate!,/ ¿esa macana preparás?”/ Y en apenas un plis plas/ el ya Francisco Primero/ despiezó medio ternero/ y fue asando en la parrilla/ su matambre y su costilla,/ bife medio y bife entero,/ su chorizo y su morcilla./ Antes que fraile cocinero,/le bastó este truco artero,/ resultó cosa sencilla/ halagando a los triperos,/ hacerlos caer de rodillas/ ante aquella maravilla,/ ser de Pedro el heredero”.

Con Mario Vargas Llosa. / ARCHIVO PERSONAL

El dibujante, pintor, escritor y poeta también declamó versos de los clásicos en la Universidad de Letras de Hamburgo (Alemania) y en el Instituto Cervantes de esa ciudad.

¬Unos días antes había estado allí Almudena Grandes, y se cobraba una entrada de siete euros, la mía era gratis. Fue seguida con atención por los asistentes, el problema fue después del acto, ya en la comida, un alemán quería que le explicara qué quería decir con la frase: “Ahí me las den todas”. Los ripios están métricamente medidos, a escoplo, de una formarigurosa.

Quise hacer de Tintoretto, pero en un abracadabra, el color se hizo palabra y se convirtió en soneto. En el libro Versos pintados, pintura rimada, he recreado imágenes delos años del tranvía por el barrio de La Victoria, Huelin o El Palo; la Plaza de toros de La Malagueta, o la bulla por calle San Agustín. Hace dos años uní poesías y caricaturas. Recopilé 120 sonetos de diferentes autores de la literatura española de todos los tiempos y le dediqué una caricatura a cada uno de los poetas. La idea surgió a partir de jugar con la palabras soneto y de ahí el título: Los mejores sone(s)tos en español. Están todos los sonetistas de siete siglos, es una antología de autores clásicos como Antonio Machado, Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca, Luis de Góngora, Antonio Gala o García Lorca, junto a los cantautores Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, o a Gloria Fuertes. Luis Garcia Montero me encargó un libro para la biblioteca del Instituto Cervantes.

Casado cerró la obra con un soneto propio: Cura, que concluye: “Nunca llega a decir, pues le tortura/ pese al cilicio espín en la cintura/ su vara varonil que ya está dura”.

¬En la novelística americana del siglo XX, de Ernest Hemingway a Truman Capote, escribían a lomo de whisky. Una copa mejora; ay si hubiera un control antidoping. En una ocasión, en un rincón del teatro, Álvaro Pombo me pidió fuego y le acompañé a fumar un cigarrillo. Yo lo tenía prohibido por el médico, para mi era un cigarrillo clandestino. Un fotógrafo nos hizo una foto, y muy contento, le enseñé a mi mujer cuando salió en la prensa, sin darme cuenta de que colgaba un pitillo de mi mano. Un cardiólogo me dijo: “El tabaco es un asesino; pero el cigarrillo es un amigo”.

Pintura de La Fonda de Agustín Casado. / ARCHIVO PERSONAL

Casado, que sigue participando como rapsoda en lecturas y recitales poéticos, dibujó a la presidenta popular de la Comunidad de Madrid. “Manos primorosas”, le llamó Isabel Díaz Ayuso por el retrato que le dedicó.

También colgó un mural en la sede del PSOE local. Recreó en una pieza de metacrilato, de dos metros por uno, el cuadro "Il quarto stato", del pintor italiano Giuseppe Pellizza da Volpedo, para satisfacer el encargo. Eligió la obra que inmortaliza a un grupo de obreros marchando en protesta en una plaza. Pelliza, que pintó este cuadro en 1901, quiso representar entonces a los campesinos como la metáfora de un río que avanza dispuesto a superar cualquier obstáculo. El cuadro recuperó vida en 1976, cuando el director cinematográfico Bernardo Bertolucci, lo rescató y lo puso como fondo de los créditos en su película, Novecento. Casado dibujó, en su versión, Sierra Blanca como telón e incluyó los rostros de los cuatro alcaldes socialistas, al fundador del partido, a la primera concejal mujer de Marbella, Marina Torres, y al edil del Pasoc, Andrés Cuevas.

Recreación de Il Quarto Stato. / ARCHIVO PERSONAL

El pintor, que describió este lugar como un nicho colonial descendiente de Tánger (Marruecos), que encantó a Ana de Pombo, Pepe Carleton, Jean Negulesco y Peter Viertel, contrapone a la alabada alta cocina su Oda al fuego frito: “Un plato con cuatro esquinas;/ una niebla humeante/ de nitrógeno licuado./ En el centro una tarrina,/ dos guisantes laqueados/ y un poco de gelatina./ Y pa´que no falte de nada,/ apenas un bocado de tortilla./ Desestructurada./ Le pinchan un yerbajo/ y te firman el trabajo/con un par de chorreones:/ uno fucsia, tié cojones,/ y otro verde fosforito./Pues muy bien,/Pues muy bonito…/“Se llama nouvelle cuisine”/Pues muy bien,/ pues que le den”.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último