Carmen Piedra, la diseñadora de Marbella que vistió a princesas árabes y vedettes
Hizo de su nombre una marca que mantuvo activa durante treinta años
Antonio Palomo, el último músico de un hotel de gran lujo de Marbella
A las diez y media de la mañana entregó el último traje de novia que diseñó en Marbella y luego las llaves de su vivienda. A las cuatro de la tarde, antes de que se produjese el lanzamiento judicial, ya estaba en su pueblo natal de Cabra (Córdoba).
—No he pasado por tantas camas como en los últimos tiempos, en las de amigas, en las de la casa de mis hijos, en un hotel o en agosto en el chalé de una amiga, dice Carmen Piedra.
Hace 45 años llegó a Marbella para ejercer de profesora de educación especial y descubrir su afición por la moda. Durante treinta años, desde finales de los ochenta hasta 2020, creó su marca de ropa y fue diseñadora de alta costura: trajes de novia, de fiestas y vestidos de flamenca.
—En 1980, después de estudiar magisterio en Granada y aprobar las oposiciones, fui destinada al colegio Los Olivos de Marbella. Hice estudios de educación especial en la escuela universitaria de Málaga y también cursé Logopedia, para adscribirme en la enseñanza secundaría como especialista en Pedagogía Terapéutica y Logopedia.
Pedí hacer prácticas para el colegio especial Juan Ramón Jiménez que lo estaban terminando. Cuando llegamos no había nada, ni mesas ni sillas. Tuvimos que pintar las paredes. Yo me imaginaba un internado como PROMI, el primer centro para el trabajo y residencia de personas con deficiencia mental de Cabra. (Una entidad sin ánimo de lucro de educación especial y talleres de formación para el empleo). La reina Sofía iba a inaugurar el colegio, al final no vino, se quedó en Torremolinos. Y el proyecto de colegio de educación especial funcionó dieciséis años, luego lo cambiaron cuando se entendió que todos los alumnos son iguales y se acordó la integración en cada centro.
En Marbella he sido muy feliz, llegué con mis dos hijos y aquí nacieron otros dos.
Desde 1980 hice muchos amigos, he estado involucrada con el pueblo, he estado en la Cruz Roja, en mercadillos solidarios o verbenas. Vi crecer a Marbella con locura. Aquí cumplí el sueño de ser profesora y aquí nací como diseñadora.
Un auxiliar del conductor del autobús del colegio, que me veía cosiendo entre las clases, me comentó que en la Alameda de Colón de Málaga habían abierto Goymar, una escuela de alta costura. Tanto me insistió que al final decidí ir a la escuela para estudiar diseño de alta costura, moda, estilista. El director se sorprendió de que quisiera apuntarme, con treinta años me veía mayor. Se me hizo durísimo ir todos los días a Málaga, muchas veces en autobús, cursé los tres años, fue muy difícil compaginarlo con la escuela. Como trabajo final de carrera presenté una colección de catorce trajes con sombreros en el auditorio Eduardo Ocón de Málaga. Era una época única en España, la del eslogan la arruga es bella de Adolfo Domínguez, la de las pasarelas de moda.
En 1988 estaba buscando local para un pequeño taller en la plaza por detrás de la Caja de ahorros de Ronda. Entonces conocí a una señora belga con la que pusimos una tienda de trajes de algodón en la calle Virgen de los Dolores. Estuve tres meses trabajando con ella. Luego en ese local del casco antiguo vendimos 900 chaquetas de lino de un modelo, en tres tallas y diferentes tonos, blanco, rojo o beige.
En 1989 el concejal de Fiestas del Ayuntamiento, José Pernía organizó el certamen Moda en Marbella, una pasarela espectacular, que tomaba como referencia las de Cibeles en Madrid o Gaudí en Barcelona.
Yo aún no tenía taller, me presenté al concurso con una colección de trajes de gasa, seda y sombreros, todo en rojo. Yo fui vestida de negro con pluma. En un momento, después de los desfiles, vi a todas las modelos corriendo a los camerinos para cambiarse de ropa, pregunté qué pasaba. “Ganó la colección de rojo”, me dijeron. Me sentía muy nerviosa. No me lo podía creer, reía, lloraba. En el jurado recuerdo que estaban Pedro Hierro; Pedro Zotano, el fundador de Tapioca; María Luisa, la princesa de Prusia, entre otros. De algún sitio salieron botellas de champán. Una hermana mía que estaba de viaje en Bruselas, lo vio en la televisión y me llamó para preguntarme qué había hecho.
Abrí entonces un taller en la zona de Miraflores, en un sótano horrible que me habían dejado. Con el suelo lleno de grasa, no tenia escalera para salvar la diferencia que había entre local y la acera. Era un lugar de almacenaje con una enorme cámara de frío. Lo adecenté lo mejor que pude, mientras seguía con el colegio. Tuve la suerte de contar con profesionales de la costura como Mery o Encarni.
Me preguntaban por qué el nombre de la tienda era Carmen Piedra, porque lo llevo en el DNI. Si me dedicara a poner botones y cremalleras, le pondría Maricarmen, que también es mi nombre.
Mis primeros clientes fueron gente de Marbella, como Carmen Jiménez de Maíz y su hija Laura, me pidieron un traje negro para la madre y un vestido con chaqueta para la hija. Carmen Urbano, la mujer de Antonio Lorenzo, me encargó para su hija el primer traje de novia. Le enseñé un boceto, inspirado en un vestido de Simoneta Gómez Acebo, la hija de Pilar de Borbón, era de raso, de seda natural con bordados, piedras, cristal y una cola enorme. Después me encargó para la otra hija. Pero en una boda no es solo el traje de la novia, sino que viene el encargo de la madre, de la madrina con bordados, zapatos y mantilla negra. Encargos de abuela, tías y hermanas, un sin parar.
Con mis trajes han desfilado las Miss España, Remedios Cervantes, Juncal Rivero, Raquel Rodríguez o Raquel Revuelta en el Tivoli, y varias de ellas en el Salón Internacional de Moda Flamenca de Sevilla y en los desfiles de alta costura del hotel Alfonso XIII.
Cristina Lozano, una muy amiga mía, me sugirió cambiar de local y coger uno en Francisco Norte, la calle donde ella tenía una tienda. Alquilé el local, me iba tan bien que al tiempo también alquilé el de al lado para ampliar la tienda y otro de detrás para el taller. Llegué a tener una plantilla de quince mujeres trabajando.
De los pueblos de Ronda, bajaban las señoras con sus hijas y el dinero escondido en el sujetador a encargar el traje de la novia. Lo hacían después de la cosecha del castaño, las chicas se casaban a partir de noviembre. Nunca hice distingos, para mí el trato era el mismo con una princesa que con la señora que venía del pueblo.
Seguí con la escuela no podía dejar un puesto que conseguí por oposición. Mi madre no entendía, “has hecho dos carreras magisterio y logopedia y vas a ser costurera”, me decía. Mi padre me animó mucho, mi madre, después me encargó vestidos
—En tres ocasiones fui designada por la Junta de Andalucía para presentar mi colección en desfiles en París. Estuve en el Folies Bergère, un emblema parisino, con una presentación de moda de alta costura, y en grandes hoteles de París con la Cámara de Comercio de España. También he participado de desfiles en Bilbao o en el Joy Eslava de Madrid, fue espectacular con todo el mundo político.
Ha tenido de clientes a princesas de los Emiratos Árabes, o Elga Andersen, la modelo y actriz alemana descubierta por Otto Preminger, que participó en Las 24 horas de Le Mans con Steve McQuenn o en Ascensor para el cadalso con Jeanne Moreau.
—En la tienda la llamábamos Doña Pepita, para no desvelar su nombre. Le hice una quincena de trajes espectaculares, de seis mil u ocho mil euros. También hemos tenido como clientes a Norma Duval o María Teresa Campos y su hija.
El modisto de las folclóricas Antonio Ardón, que consideraba a Rocío Jurado su musa, en una ocasión me dijo: Nunca entregues un traje dos días antes de la boda. Hazlo el mismo día o no dejaran de sacarle defectos.
Como Elio Berhanyer, que también era de Córdoba y estructuraba muy bien la chaqueta, yo pongo mucho cuidado en la terminación. No puedo ver una chaqueta desmontada. En las prendas nivelo la chepa, la cadera, para que la clienta salga derecha. Prefiero dar mil puntadas más aunque me lleve más tiempo. He tenido tres sastras muy buenas. Soy muy buena patronista, buena dibujando, para mí es importante. La primera prueba de medida es más del cincuenta por ciento de la prenda, ahí se tiene que saber cómo es el traje y para ello es fundamental un buen patronaje.
Su nombre lo incluyeron en un libro que hizo la Junta “60 mujeres, proyectos e ilusiones” y la distinguieron como mujer empresaria de la Costa del Sol.
—Tenía clientas del País Vasco que venían en verano a encargar la ropa de invierno. He trabajado con las mejores marcas de tejido nacional e internacional, hacía bordados en prendas y aplicaciones. En la Costa veía a la gente peor vestida que en el interior. Con chándal, tacones y pinza en el pelo. Afortunadamente ahora eso ha cambiado.
He hecho los trajes del grupo de baile flamenco Karina para participar en una Feria internacional del folclore en Shangai, invitado por el Gobierno chino.
—El desfile de la presentación se hizo en la avenida principal.
A la Virgen Blanca, la cofradía del Santo Cristo de Marbella, le hice la zaya y el mantón; también hice una zaya a la Virgen de Ojén y una casalla con forma de guitarra para el párroco Francisco Echamendi.
Tras su separación matrimonial, el juez le otorgó el derecho de permanecer en la vivienda familiar durante tres años, de 2014 a 2017 periodo que finalmente se prolongó por tres años más.
—Entonces me quedé sin local, en esos años monté el taller en el sótano de la casa, donde seguí haciendo trajes de novia de lino o seda natural. Cuando abandoné la vivienda regalé toda la ropa que tenía de la tienda a la cofradía de la Virgen Blanca y a Cáritas, me quedé solo con algunos recuerdos. De vuelta a casa a Cabra me encontré con mucha complicidad y empecé a recuperarme. He luchado contra muchas cosas negativas.
No fui a psicólogos. Una amiga, Marta Patricia, me recomendó ir a Despertar sin Violencia de San Pedro, una asociación para erradicar la violencia de genero, donde conocí a la psicóloga Carmen Sánchez, que me atendió un año gratis.
Comprendí que me había replegado como un caracol para que otros brillaran.
Después seguí al psicólogo Iñaki Piñuel y leí varios de sus libros, como el Amor Zero o Familia Zero.
Piñuel trata a víctimas de acoso, abuso narcisista y psicopático. Y utiliza el término amor zero para explicar la mala experiencia que supone estar emparejado con una persona tóxica.
—Me ayudó a entender muchas cosas. He luchado mucho, reído y llorado a muerte. He pasado noches enteras trabajando para entregar el traje a la mañana siguiente. A veces creo que debía haber hecho un par de años de taller en Madrid y después abrir la tienda.
El empresario debe actuar desde la cabeza, no del corazón. Mi padre me decía que había que tener dos cosechas de colchón para estar preparado para los malos tiempos.
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