Cristóbal Parra, el rey Midas del suelo de Marbella

Cristóbal Parra, el hotelero y promotor inmobiliario que se inició en la compraventa de fincas rústicas antes de que comenzara el boom turístico

Juan Campos, guitarrista omnívoro y albañil de la música

Castilla Pérez, Cristóbal Parra, Antonio Lizarza, decorador del  hotel y Julio Moreno
Castilla Pérez, Cristóbal Parra, Antonio Lizarza, decorador del hotel y Julio Moreno / MARPY

Para muchos era una especie de rey Midas, capaz de convertir en oro la tierra de secano. A las parcelas que le echaba el ojo, los corredores de fincas de Marbella no le perdían la pista. Si Cristóbal Parra se interesaba por un terreno, daban por seguro que su compra resultaría una mina. En los años sesenta era uno de los mayores propietarios de suelo rústico del municipio.

Durante la Guerra Civil había servido de chófer a un general del ejército. Cuentan que en una ocasión, por error, estuvo a punto de entrar en la zona republicana, no lo hizo y eso le salvó la vida. Trabajó como camionero transportista y los beneficios conseguidos los dedicaba a la compra de fincas rusticas de labor. Tras las exitosas operaciones de venta y reventa de suelo puso su mirada en los terrenos urbanizables y el promisorio turismo.

Cristóbal Parra Sánchez, nacido en Monda 1907, había llegado a Marbella con sus padres en 1930. Provenía de una familia dedicada a la agricultura en el pueblo serrano. Isabel Sánchez, la matriarca de la familia, se asentó con sus siete hijos en una zona cercana a Puerto Banús. La madre de Cristóbal había decidió mudarse a Marbella para mejorar la salud de su marido Miguel, donde continuó con la agricultura en una extensa finca vecina a la playa, a la que le dieron el nombre de Villa Parra.

Diego, María Isabel, Ángeles y Cristóbal
Diego, María Isabel, Ángeles y Cristóbal / Archivo personal

María Isabel, Ángeles y Cristóbal, hermanos del fallecido Diego, son nietos de Isabel Sánchez, e hijos de Cristóbal. La abuela fue el centro de la familia.

Si os levantáis temprano os voy a dar pescado, nos prometían los pescadores que a las seis de la mañana tiraban del copo en la playa de aguas profundas, a orillas de la finca familiar donde la abuela improvisó una tienda con los frutos agrícolas que se cultivaban, recuerdan María Isabel y Ángeles.

–Nuestro padre, que acostumbraba a comprar terrenos de agricultura, se pasó al turismo, dice Cristóbal, el hijo que heredó su nombre.

En 1961, en el centro del pueblo inauguró el hotel residencia San Cristóbal. Un modesto establecimiento de 68 habitaciones que compartía solar con la vivienda de la familia. La residencia San Cristóbal no tenia cocina ni servía comidas. Su dueño consideraba complicada la gestión de la restauración y la presencia de un cocinero que no disponía. Arrendó el local de la cafetería a una empresa madrileña que podía servir los desayunos a los clientes del hotel. Así la cafetería se convirtió en el restaurante de la residencia.

En los años cincuenta, cuando el Marbella Club ya marcaba el destino turístico del municipio, Cristóbal se unió a Mateo Álvarez para hacerse con la pensión El Fuerte de doña Elvira. En esta compra se les adelantó José Luque que en 1957 inauguró ese hotel. Parra no se hizo con El Fuerte pero aceptó que Luque le recomendara a su paisano de Estepa (Sevilla) Rafael Reina, como director del San Cristóbal.

Cristóbal Parra y Ángeles Jiménez
Cristóbal Parra y Ángeles Jiménez / Archivo personal

Parra, en sociedad con varios accionistas, se embarcó en un nuevo proyecto, la construcción del hotel Bellamar que consiguió inaugurar en 1963. Un costosísimo establecimiento de cuatro estrellas, de cuidada decoración, cubertería de plata, cristalería fina y la mejor vajilla, que contaba con 84 habitaciones y sesenta empleados. Para alojar a los trabajadores en literas se alquiló la casona de los Horcher de la calle Caballeros .

La ubicación del hotel, en un campo abierto, a cierta distancia de la playa y junto a una gasolinera, no parecía el lugar más adecuado. El hotel sufrió muchas vicisitudes. Pasó al arrendamiento por parte de una empresa de intercambio juvenil, que fue degradando el establecimiento. Las deudas con los bancos desembocaron en una crisis financiera del hotel, que se tasó en diez millones de pesetas, el valor de la deuda. Los socios rehusaron su compra, que finalmente hizo efectiva Cristóbal.

En 1969 pudo reconducir la situación del malogrado hotel. A través de Leonardo Llorente, el director de la primera escuela de hostelería de España, se acordó su traslado al hotel Bellamar. Durante 50 años se dio formación a millares de jóvenes procedentes de todo el país en el establecimiento de Parra.

Julio Moreno, un joven profesor mercantil de 27 años, en 1962 se sumó a las empresas de Parra. Ejerció de mano derecha de Cristóbal, quien le propuso ser el director del hotel Bellamar o trabajar a su lado. Moreno optó por lo segundo.

Segunda y tercera generación de la empresa familiar del hotel San Cristóbal
Segunda y tercera generación de la empresa familiar del hotel San Cristóbal / Archivo personal

En algunas temporadas el hotel no tenía clientes. Cristóbal Parra intuyó una excelente idea, contar con el alquiler de locales en el edificio del hotel. Esto le aseguraría su viabilidad y le permitiría salvar los números en épocas de vacas flacas.

El arquitecto Vicente Benlloch de la Roda, que trabajaba en la remodelación del establecimiento le sugirió la instalación de una escalera mecánica que comunicara la entrada del hotel con los locales de la planta superior. En Málaga solo existía una escalera mecánica, la de los almacenes de Félix Sáenz, y Cristóbal estuvo dispuesto a comprarla. Quiso ver ese maravilloso artilugio y viajó a Ginebra con Julio Moreno para conocer la galería comercial de la que le había hablado el arquitecto. Su instalación supuso todo un acontecimiento. La travesía del pueblo se cortó al tráfico y a la inauguración de las obras y la escalera, a mediados de 1970, asistió el ministro franquista de Información y Turismo, Alfredo Sánchez Bella.

Los hermanos Parra, Cristóbal, Diego, María Isabel y Ángeles
Los hermanos Parra, Cristóbal, Diego, María Isabel y Ángeles / Archivo personal

–En el viaje a Suiza, mi padre lo tuvo muy claro. Vio el hotel con la galería comercial y le confirmó la idea que tenía. Era una persona con mucha intuición y una gran inteligencia natural. Un visionario que ha dejado muy buena estela dice María Isabel.

–Se había comprometido alquilarnos un local y antes de que se hiciera efectivo otro interesado le ofreció pagarle el doble. Soy de una sola palabra, le dijo, y mantuvo nuestro compromiso. Así lo recuerda el entonces muy joven Rafael de la Fuente, que conoció a Parra cuando inició su larga andadura turística con Viajes Málaga en Marbella.

–Era un hombre correctísimo, muy respetado, que había conseguido hablar el español con un refinado acento afrancesado. Con él pude mantener un trato cercano, aunque pretendiera mostrarse hermético.

–Su presencia imponía, parecía muy serio, para él un apretón de manos valía más que una firma. Era un hombre de palabra, todo un caballero, apunta María Isabel.

A sus hijos les aconsejaba que antes de viajar al extranjero debían conocer España. Y así lo hizo con toda su familia a bordo de un microbus con chófer.

–Si voy a comer afuera tiene que ser mejor que en casa, nos decía, cuenta Ángeles. Para él, el mejor puerto, y por tanto el mejor marisco, estaba en Madrid, donde frecuentaba el restaurante Corinto, el Bajamar, o El Hogar Gallego.

Cristóbal construyó una de las primeras urbanizaciones de Marbella, que la bautizó con el nombre de Los Ángeles, el mismo que tenía su mujer. Ángeles Jiménez pertenecía a una conocida familia de Marbella, que era propietaria de varias fincas.

–Las parcelas de Holanducía, aunque eran de mi madre, para venderlas tenía que tener la autorización de mi padre, recuerda María Isabel.

Compró las tierras de la urbanización Villa Parra Palomera, a través de una sociedad anónima en la que Cristóbal poseía el 65% de la propiedad. El 35% restante lo completaban inversores de fuera de Marbella, se trataba, a finales de los años sesenta, de urbanizar el suelo y vender las parcelas.

En la zona de San Pedro Alcántara vendió los terrenos que poseía detrás de la iglesia y compró las mejores tierras del Sur de San Pedro. Vendía una para comprar otra mejor. La finca Marqués del Duero, en la zona de San Pedro cercana al mar, estaba dedicada a la explotación del ganado y el cultivo de maíz.

–Vive de un empleo y déjate de tantos negocios, le recriminaba mi madre. Una semana antes de morir estaba en tratos para la compra de un local vecino al hotel, señala María Isabel. Recuerda ver a su padre andar por la casa con las manos detrás, cavilando algunas ideas.

Ángeles Jiménez y Cristóbal Parra
Ángeles Jiménez y Cristóbal Parra / Archivo personal

Tenía que hacer un examen de francés en Granada y quien lo evaluaba era José María Stampa Braun. Me preguntó de dónde era, cuando le dije de Marbella, me comentó que había estado en el hotel San Cristóbal y que lo había pasado muy bien, como en casa. Le dije que era de mi padre y aprobé el PREU universitario con sobresaliente, recuerda la hija mayor de Cristóbal.

Yo era muy alta en comparación a mis compañeras. Sentía complejo ante mis amigas, entonces iba encorvada. Hasta que un día mi padre al verme así me dijo que tenía que ir erguida. Con la mejora de la alimentación vas a ver personas más altas, y así fue cuando en Málaga tuve de compañeras a las Bismarck.

–Tenía 15 años, llegue a la una de la mañana y le dije a mi padre que venía del cine, en realidad era de una fiesta en el edificio Mediterráneo. Al día siguiente se enteró y me dijo: dime la verdad y la próxima vez no me mientas. No hubo ningún castigo, pero me quedó grabado.

Como un día que Luis Ortiz estaba en casa, yo era amigo de Los Choris. Luis cogió una botella de vino la abrió y comenzó a beber a morro. Entonces entró mi padre y nos vio. No dijo nada. A la mañana siguiente me reprendió, no por que le cogiéramos una botella de vino, sino por la forma en que vio beber a mi amigo, dice Cristóbal.

El abuelo de los hermanos Parra, por parte de madre, Diego Jiménez Martín, fue alcalde monárquico de Marbella entre 1923 y 1928. Jaime Parladé y Heredia, que fue diputado conservador por el distrito Coín-Marbella entre 1903 y 1919 lo aupó a la alcaldía.

–Parladé defendía que fuera don Diego Jiménez Martín, recuerda Cristobal hijo.

Durante el mandato de Jiménez Martín se produjo la fugaz visita que realizó un rey de España a Marbella que la historiadora Lina Urbaneja relata como una escena más propia de la película Bienvenido Míster Marshall.

Vista genral del hotel San Cristóbal en los años setenta
Vista genral del hotel San Cristóbal en los años setenta / Archivo personal

Urbaneja recoge de las actas capitulares del Ayuntamiento el paso del Alfonso XIII con su cortejo por el pueblo el 13 de febrero de 1926. Diego Jimenéz descubrió la presencia real cuando la comitiva bajaba por la cuesta de El Calvario. En el momento que se detuvo, el abuelo de Cristóbal agradeció al rey, en nombre de la corporación municipal y de los vecinos, su paso por Marbella, donde fue aclamado por un grupo de palmeros. En un telegrama el alcalde lamentó no haber conocido antes la visita real para testimoniarle el amor del pueblo y ponerse a los pies de su majestad. El mayordomo mayor de Alfonso XIII, agradeció sin más al alcalde los sentimientos expresados

En 1971 falleció Cristóbal Parra Sánchez, el promotor que apostó por la ciudad jardín, la de chalés, antes que un urbanismo depredador. Optó por una construcción de bajo impacto, no de edificios pantallas, una actitud de Parra, con la que renunció a mayores beneficios. En sus empresas le sucedió un consejo de administración formado por sus hijos. Al frente estaría el mayor, Diego, que tuvo que tomar las riendas de los negocios, tutelado por Julio Moreno. La segunda generación tomó el relevo en la empresa familiar. De la misma manera que haría su padre, sus hijos desistieron en los años noventa levantar una torre piramidal en el cruce de San Pedro, que les propuso el gobierno de Gil

A partir de 2007 se inició la incorporación de la tercera generación con la firma de un protocolo familiar al que le siguió un segundo en 2021 con el retiro de la segunda generación y la remodelación del hotel en 2023.

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