Juan Carlos Berengue: hijo del diseñador de moda Elio Berhanyer
En primera persona | Retratos de la Costa del Sol
Vivió en la Colombia de Pablo Escobar, ha sido decorador de casas de mafiosos y artistas. Organizador de mercadillos. Su padre vistió a la reina Sofía y fue anfitrión de Antonio Gala
Ramón Aymerich dejó los negocios por la escultura
Me asombraba mucho cuando venía la reina Sofía a probarse los trajes. La pasaban a un salón muy grande que tenía un boquetito en la pared, por el que mi padre observaba a los modelos cuando pasaba una colección suya. Yo me pegaba al boquetito, para mi era la reina, aunque en esa época, los años sesenta, aún no lo era. Mi padre pasaba muchas horas cogiendo el traje, midiéndolo, que estuviera todo perfecto.
Iba a estudiar biología molecular, mis amigos me desanimaron, hice Geografía e Historia. Me apasionaba, venía de mi padre, que le gustaba la historia. Luego me he dedicado a la decoración. A los 16 años me fui con Pedro Peña a Andújar (Jaén) a hacer espejos, a trabajar el vidrio. Cuando terminé el servicio militar, mi padre me dijo: vete a Colombia a conocer a tu familia, porque mi madre es colombiana. Fui con un billete por tres meses y me quedé seis años, me fascinó todo, los olores, los colores. Me tocó la época de Pablo Escobar y de la guerrilla del M19, unos tiempos convulsos. Los tres cárteles del narcotráfico estaban en Cali, Medellín y Bogotá. Yo estaba en Cali, recorrí entero un país cercano al Trópico.
Me gustaba mucho la decoración, nuestros clientes eran los judíos ricos y los mafiosos. El mafioso con su familia tenía una casita normal, pero su amante tenía un pedazo de apartamento que te puedes morir. Los muebles los elegía ella, que siempre eran los más caros. A mí me asombraba. Alguna vez ya habíamos decorado la casa del mafioso, con una piscina fantástica, volví para ver cómo había quedado y vi en medio de la piscina, colgado en una cuerda, bragas, sostenes y calzoncillos. Las amantes eran las que mandaban y los mafiosos los que pagaban. Todos los mafiosos tenían amantes.
Aquí no se si pasa algo parecido, el mafioso de aquí, trabaja fuera del país, recoge el dinero e invierte en propiedades, no para las amantes. Una vez, en una cena con mi padre, en Medellín, vio que un mafioso tenía una corbata suya. Cuando lo presentaron como un diseñador importante de España, el mafioso le dijo que usaba corbata de uno muy famoso en España y trató de decir su nombre. Ese soy yo, le dijo mi padre. Nos explicó que él empezó como chófer, que transportaba la droga de Santa Marta a Barranquilla, en camiones cargados de marihuana.
–Mi jefe me daba unos sobres y me decía por quién tenía que preguntar en cada control policial y le dejaba uno. Entregaba los sobres y nadie me registraba el camión. En Barranquilla se cargaba en el barco que iba a los EEUU. Un día compré un kilo de cocaína y le dije a los marineros, si me lo podían llevar, venderlo y ganar un dinerito. Si llevamos el buque lleno de marihuana me da igual llevarte esto. Volvió con un dineral, la segunda vez llevó cinco kilitos. Cuando lo conocimos enviaba 300 kilos de cocaína semanales a los EEUU.
Mi padre era un loco de los animales y las plantas. Félix Rodríguez de la Fuente, que era amigo suyo, le preguntó, ¿qué te ilusionaría tener?. Un guepardo, le contestó. Un día llegó a su casa de Madrid una caja enorme. Cuando la abrió salió un guepardo, con un collar y una cadena. En la casa, todos estaban muertos de miedo. Lo tuvimos cuatro años en el jardín, en invierno lo pasaba fatal, su jaula estaba llena de calentadores. Mi padre, poco antes de morir me dijo: si hay una cosa de la que me arrepiento es haber tenido el guepardo y no dejarlo que estuviera en libertad.
En Venezuela le habían regalado un ocelote, como un gato con las pintas del tigre, precioso. A casa siempre venía Antonio Gala. Mi padre ya era famoso y Antonio todavía no lo era. Todos los sábados, mi padre organizaba cenas. Venía Gala y un pintor, un escultor, gente del mundo artístico. Nada más entrar a la casa, estaba el ocelote, que lo teníamos con un collar, amarrado, pero no estaba en una jaula. Un día llegó Antonio, con su perrito, Zoilo, éste se despistó y el ocelote se le echó encima. Antonio Gala, que quería mucho a su perro, gritando, intentaba darle con el bastón al ocelote, y éste no se separaba del perro.
En los años sesenta la embajada de los EEUU le pidió a mi padre que presentara su colección en Nueva York. Le acompañó mi madre y les dieron una habitación en el hotel Waldorf Astoria. A la mañana siguiente mi madre le dijo a mi padre: Asómate Elio, mira cómo te recibe la ciudad. Mi padre, que era muy tímido, fue al balcón, y de repente vio a miles de personas que empezaban a gritar. Mi madre le dijo: ¡sí que eres famoso!. Y es que en el piso de abajo estaban alojados los Beatles, y cuando mi padre se asomó creían que era del grupo musical. Mi padre, que ni siquiera conocía a los Beatles, extrañado, se preguntó: ¿cómo miles de personas me conocen aquí, que no pasa ni en mi país? Mi madre le hizo salir dos o tres veces. Él estaba emocionado, mi madre, que tenía un gran sentido del humor, sabía que todo era por los Beatles.
Ella le empujó a mi padre a que esos dibujos hacía los plasmara en ropa. Mi madre, que trabajó en la embajada de EEUU en Colombia, le animó; traería a sus amigas riquísimas que estaban de paso por Europa para que vieran lo que hacía. Así empezó, luego mi padre despegó con muy buena fortuna. Mi madre era una persona muy activa. Mis padres han sido maravillosos, he tenido suerte de lo que me ha tocado. Admiró de él, que venía de una familia muy pobre. Mi abuelo era piconero, para su tiempo estaba muy bien documentado. Le puso a su primera hija Plinia, un nombre romano, y a mi padre Elio. Cuando niño, todos se reían de él, le preguntó a mi abuelo: ¿por qué me has puesto este nombre? Elio en griego es el dios del Sol, que da vida a todo el planeta, quiero que tú deslumbres por tí, que seas tú el que brilles, le dijo,
Cuando mi padre tenía siete años llegaron los falangistas, sacaron de la casa a su padre y lo fusilaron. Eso lo traumatizó muchísimo. Sin saber leer ni escribir se fue a Madrid y trabajó de botones en un periódico. En sus ratos libres, dibujaba, cuando enfermó la que hacía la crónica de modas, le pidieron que se inventara una, porque la gente no viajaba a París, y que hiciera unos dibujos. Ahí empezó a dibujar y meterse un poco en el mundo de la moda.
Le afectó mucho el fusilamiento de su padre, que era sindicalista. Lo que más admiro de mi padre, aparte de su creatividad, era que al ver que su ropa se vendía muy bien y que se tenía que mezclar con gente importante del mundo artístico, político, empresarial, aprendió a leer de una manera brutal. En una cena lo vi hablando de Grecia, de Roma, siempre estaba leyendo. Mi admiración para alguien que partiendo de la nada llegó a donde llegó.
Llegué a Torremolinos en los sesenta, con cuatro años. Mi madre se separó de mi padre y vino al Sur, al sitio de moda. En una discoteca famosa, montaba unas fiestas, donde veía a las mariquitas corriendo para que la Guardia Civil no las arrestara, y de Marbella, que era un pueblo muerto, venía Alfonso Hohenlohe. Ella tenía en Marbella a sus amigos, Rafael Zea, el dueño del Skol, los decoradores Tomasito y Karen, Jaime Parladé, los barones de Gotor, los padres de Pocholo, con quien yo jugaba en su casa de Los Monteros. Iba en busca de mi madre y estaba en un corrillo, contando historias y todos riendo a su alrededor. La invitaban porque era tan divertida que se lo pasaban pipa. Se instaló en San Pedro, conoció a Remedios del Río, a la que cuidaba sus hijos cuando iba a estudiar a Granada, me crié en casa de Remedios. Cuando fuimos a Marbella, me dijo, que sepas que este va a ser un pueblo importante. Y también un desastre con el época de Jesús Gil, le dije. Mi madre contenta, me decía: que viene a limpiar el pueblo, bonito la va a poner.
–Ojo, que es un constructor, que echó a los cuatro yonquis y ha puesto plantas, pero a ver qué pasa, le replicaba. Una vez vino mi padre a presentar una colección y Gil nos invitó a su despacho y en la parte de abajo tenía una tasca y un tablao flamenco para armar fiestas. Yo trabajaba en Volubilis, una tienda de decoración, en el primer año de Gil vendimos 1.200 millones de pesetas, una barbaridad. Era la tienda de decoración más bonita de Marbella. Sandra Willington, era una inglesa con unos contactos maravillosos, hicimos la casa de Antonio Banderas, o la del dueño del Liverpool de fútbol, en Los Monteros. Un día Melanie Griffith se llevó 1,2 millones de pesetas en velas para una Navidad, le llevábamos los muebles y Antonio nos invitó a jamón.
Había mucho dinero y construcción. Que esta zona es para un colegio, nada, se va a levantar un edificio, equipamiento nada, aquí un hotel. Tengo un amigo en Madrid, que había heredado de su padre muy rico, fui a hablar con él y me dijo: que sepas que me he vuelto supermillonario por todas la urbanizaciones que he hecho en Marbella. No te puedes imaginar.
–Tú eres el que ha estropeado toda Marbella, le dije.
–A mí me daba unas facilidades tremendas, por medio del dinero te daba los permisos. Si le decías esto no es urbanizable, te respondía: tú construye, que cuando haya gente que ha pedido préstamos al banco para comprar su casa, a ver quién la saca de ahí. Nadie ha sido capaz de tirar ningún edificio. Eso ha sido la política de Gil, tú construye que no va a haber ningún problema. La decoración funcionaba muy bien, la gente compraba y quería decorar su casa.
Lo bueno de los setenta era que había tres o cuatro sitios donde ir, ahí veías a todo el mundo, Pepe Moreno era la discoteca más importante, allí te cruzabas con Rod Stewart o Julio Iglesias. Nada más estrenar Puerto Banús, Menchu Escobar montó su bar con cojines modernos. Quería que hubiera contraste, venían artistas, empresarios bien vestidos y quería que los camareros, las hijas de Pepe Moreno y yo, con el pelo largo y los pantalones rotos, diéramos una imagen muy hippie y los otros muy elegantes. Ahí vi a Rainiero de Mónaco. Todo era glamuroso, la gente con los yates, venían los árabes, de Arabia Saudita, que ya no han vuelto. Veías treinta Mercedes llegando a Marbella con el rey Fahd. Hoy todos sus palacios están abandonados.
Mi madre era muy amiga de Luis Miguel Dominguin, coincidió con mi padre, cuando se conocieron con Lucía Bosé. Miguel Bosé nació el mismo día y año que yo. Luis Miguel tenía una personalidad apabullante, siempre estaba con mujeres muy guapas. Mi madre con Ana Lima y Miki promocionaban un producto para no resbalar en la bañera. Fueron a verlo a su casa en Andújar, donde tenía un maravilloso jacuzzi italiano. Mi madre hablaba con Dominguin, mientras esperaba que se secara el producto.Y ese jacuzzi, blanco impoluto, empezó a ponerse gris. Luis Miguel estaba preocupado, pero le hizo gracia. Mi abuelo, Gustavo Lotero, Plumitas, el padre de mi madre, era el mejor comentarista de toros de Colombia, en Madrid. De ahí mi madre conoció a Luis Miguel.
Juan Carlos Berenguer organiza hoy en la urbanización La Virginia de Marbella el mercadillo de Navidad.
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