Pepe Imaz, el entrenador emocional de Djokovic

El tenista, que pasó del sufrimiento al amor, niega ser un gurú. Comparte sus vivencias entre deportistas, escuelas, empresas y en un libro, tras padecer cinco años de bulimia

Josefina Arias: la yaya influencer de Marbella

Con niños en República Dominicana.
Con niños en República Dominicana. / ARCHIVO PERSONAL

¡Me ha tocado el premio gordo! Para mí fue como si te pusieran una tarta, la que más te gusta, y te dijeran: puedes tomártela entera. Así recuerda Pepe Imaz cuando, con nueve años, un informe del programa de tenis de verano que impartía el excampeón de Roland Garrós, Andrés Gimeno, concluía: “José es un diamante en bruto”.

Te tomas la tarta y a las horas te duele la barriga. No fueron horas, fue al cabo de los años. Lo que repercutió en mí fue un peso, que conllevaba obligación, frustración, culpa y miedo. Empezó con el miedo a fallar, a no conseguir; la frustración que no lo consigues, y la culpa de no haberlo conseguido. Entonces te empiezas a menospreciar. Ese momento, en mi vida, ha movido mucho. Y lo agradezco. Gracias a ese malvivir desde el miedo, la frustración, la angustia y la culpa, choqué, colapsé. Es como el balón que cae al suelo, si rebota sube, sube, sube. Me ayudó a mirarme más a mí y aprender un poco más del ser, no del personaje. Uno interioriza: si lo dice alguien, que sabe mucho de tenis, debe ser verdad, y debo ser un gran campeón. Es lo que yo interpreté, pero son interpretaciones.

A los diez años salí de Arnedo (La Rioja) para Barcelona, la cuna del tenis. El ser humano necesita el cariño y el amor más cercano, el de los padres, de la familia. Tienes que tenerlo a diario, no es lo mismo estar a 500 kilómetros, crecer sin ello es un handicap. Aunque en mi caso no era obligado, sino mi deseo, estaba acompañado en lo emocional y en lo económico, pero eso no quita la soledad y la obligación, autoimpuesta, de conseguirlo. Tuve la gran suerte de no sufrir la presión del entorno, de mi madre.

Con Manolo Santana.
Con Manolo Santana. / ARCHIVO PERSONAL

Durante su juventud, de los 18 a 23 sufrió cinco años la bulimia.

–Cuando percibí que tenía un problema, decidí buscar ayuda y soluciones, yo era mental y pragmático. Muy sensible, pero vivía desde el pragmatismo. Ahora soy más del ser, cuando necesito la mente acudo a ella. Más cerca del ser que de la mente.

La solución la encontré, a escondidas, en los libros y en los profesionales. Estuve muchos años leyendo sobre anorexia, bulimia, psicología y autoayuda, seis o siete horas al día, por necesidad. Entendía muchas cosas. Aprendí a conocer los efectos secundarios, a nivel fisiológico, cuando vomitas, pierdes agua y sales minerales. Era muy curioso, leía sobre nutrición y suplementos en el deporte. Conociendo sobre suplementos, las carencias las reponía al instante con agua y sales minerales; me lavaba los dientes para que el ácido no fastidiara las encías, eso me ayudó a no desfallecer. Después de cada último episodio de bulimia, vomitaba, y comía los nutrientes que necesitaba mi cuerpo para hacer la digestión, todo estaba muy calculado. Al día siguiente tenía cinco o seis horas de entrenamiento. Conocía los entresijos y sabía cómo ocultarlo. Lo llevaba en silencio. Cuando lo conté, nadie de los que estaban cerca mío se lo podía creer. Llevaba una doble vida con un destrozo emocional. Cuando estaba en el tenis me destrozaba con la autoexigencia, y en la autodestrucción con la bulimia me destrozaba, literalmente. Hasta que me di cuenta de que lo que buscaba era amor.

Todo empieza por ser consciente de que soy un ser humano antes que tenista y a tratarme con cariño y amor. Empezó a brotar un cambio muy grande en mí y en el trato con la bulimia. En el tenis empecé a moderarme, a equilibrarme en la pista, a disfrutar al jugar sin autoexigencia y ese maltrato por fallar. Comencé a ganar muchísimo más, infinitamente. Cuando se está en armonía y bien con uno mismo, eso hace que las cosas mejoren.

Los entrenadores creían que había encontrado la madurez. En mi caso, venía de atrás, de diez años o antes, era maduro desde niño. Que en el tenis fuera más irascible, inseguro, no era inmadurez, era el desequilibrio de mi ser, la falta de amor, cariño, respeto, cuando empecé a vivirlo en mí, llegó la calma.

Cuando más estaba ganando y funcionando mejor, decidí dejar de jugar al tenis. Llegué a Marbella intentando alejarme de Barcelona, creyendo que quizás allí tenía demasiada atención al tenis. Vine a ver a un amigo, un profesor de tenis, y me sentí muy bien, él trataba al amigo no al personaje, aquí estaba muy cómodo. Manolo Santana tenía un club de tenis y había un grupo de chicos jóvenes que jugaba bien, y en Marbella y Málaga había dos o tres jugadores que tenían buen nivel. Me quedé, entrené un mes y fui al primer torneo, el partido iba 6-6 , empezamos el tie break, ahí en la pista lo sentí y dije se acabó.

Dos o tres meses antes de venir a Marbella tuve un runrún para dejar el tenis. Pero me decía: cómo lo voy a dejar ahora que va todo bien y me acerco a mi sueño. Era como una mosca que no paraba de ir y venir. Perdí el partido 7-6 y 6-1 y me volví tranquilo a Marbella.

Tenía claro lo que iba a hacer: no jugar al tenis. Normalmente se toman decisiones teniendo una carta en la manga. Vas de mente a mente. Estás de mente. Cuando tomas una decisión desde tu ser estás libre, lo que viene después suele ser limpio, no viene condicionado, necesitado. Decidí vivir más en el ahora que en el futuro. Se puede ver como alguien deja lo maravilloso por algo que no tiene. Yo tenía mi bienestar, liberarme de todo lo que había vivido en esa década. ¡Qué regalo!

Pepe Imaz.
Pepe Imaz. / ARCHIVO PERSONAL

He vivido trece años a fuego, queriendo acabar con la vida y sufriendo como no sé quién, no conozco sufrimiento mayor. No soy un valiente ni nada, era la necesidad de conocerme como soy, como ser humano, y tratarme con amor y respeto, nada más. Nadie lo entendía, solo dos amigos. Has luchado toda la vida por esto y ahora que te estás acercando, jugando Roland Garrós, cuadro final a nivel profesional, de repente lo dejas. De repente para ellos, no para mí. Lo sentí clarísimamente, no tenía que entrar en la mente a buscar nada, decidí dejarlo.

En esta sociedad, cuanto más ganas, más se acercan a tu personaje, al que alimentan y adulan. Yo estaba trabajando para dejar el personaje y vivir la persona. No podía cambiar a la gente y que se olvidaran de que ganaba partidos, que miraran a la persona. Yo no estaba preparado para que no me afectara. Decidí dejarlo para que nadie se acercara por el personaje, o lo bien que me empezaban a ir las cosas. Lo dejé todo por mí, para estar bien conmigo mismo.

Al cabo de un año me llamaron para entrenar a unos chicos, de 16 años, a compartir mis experiencia técnica del tenis y emocional. Sin planearlo, sin ninguna mira. Antes había rechazado ofertas del tenis profesional. Mi primera vez como entrenador fue en esa pista, la del medio, y a partir de ahí han venido más chicos a compartir.

Entre ellos, años después, llegó Marko Djokovic, ahora compañero de Pepe en su escuela de tenis en Marbella.

–Él era un jugador de 16 o 17 años que estaba sufriendo mucho, estaba pasando un momento que yo conocía muy bien, esa angustia, la obligación de ser muy bueno. Él tenía que ser muy bueno, no podía ser menos que su hermano, llevaba una autoimposicion de hacía dos años. Novak, su hermano mayor, era consciente de eso. Es una persona maravillosa, muy padre, muy ayudador y cuando vio que Marko estaba mejor se interesó: “qué hay ahí detrás”, se preguntó. Conecté bien, es una persona muy agradable, muy respetuosa, pero entonces él estaba en el modo de ganar, ganar y ganar. Me miraba con recelo, con mucho respeto, queriendo conocer cosas. Compartí con él mi camino recorrido, no se trataba de enseñarle ni ayudarle, a él ni a nadie.

Junto a Markos Djokovic.
Junto a Markos Djokovic. / ARCHIVO PERSONAL

Si me dicen eres el responsable de los triunfos de Juan, o el artífice de que de Juan esté mal, no lo soy. De lo único que soy responsable es de mi persona, de mis actos. Yo no soy responsable de lo bueno ni malo de nadie, lo soy de mi vida. Lo único que hago es compartir con aquella persona que me pregunta. Agradezco mucho haber estado cerca de él, en esos momentos difíciles para Novak, suyos, no míos. Agradezco haber estado cerca de él observando eso y acompañando con mucho respeto y mucho amor, aprendiendo, eso sí puedo agradecer.

No hay nada más bonito que uno esté bien por sí mismo, no por lo que dicen los demás. Tienes que aceptar tus errores con comprensión, acompañamiento y amor. Si viene alguien y te dice: “tú eres esto”. Es tu opinión, yo no te voy a decir que no, pero yo estoy bien con el alimento que me doy para no necesitar que tú opines bien de mi. No somos buenos ni malos, somos lo que podemos ser al día de hoy. Y está en nosotros si queremos cambiar para no ser un esclavo de las opiniones o juicios de los demás.

Con Novak he tenido una relación personal, maravillosa de persona cercana y amiga, un compartir personal del ser, emociones y conocernos, durante diez años. Hasta hace unos tres años, que no viene tanto a Marbella.

Junto a Novak Djokovic.
Junto a Novak Djokovic. / ARCHIVO PERSONAL

Cuando te dicen que para ser respetado tienes que triunfar socialmente, te lo crees. Todos intentamos ese camino, yo lo intenté, pero el que se rompe la crisma o explota dice, por necesidad, voy a buscar otra cosa. ¿Cómo que el amor?. Esto es un cuchillo en la boca y ganar ante todo. Como hemos escuchado esa lección por generaciones, cuando viene alguien y dice: No, si ya lo tienes todo dándote amor y cariño. Diran: “estás loco”, porque la mayoría dice lo contrario. Pero a las personas que por circunstancias dolorosas abrimos la puerta y empezamos a sentirnos mejor, podrán decirte loco, ciego o que no ves.

Cuando jugaba había marcas que me pagaban dinero, bastante bien. Cuando descubrí el amor que me trajo paz dije: éste es mi mayor sponsor, me ha dado la vida, me da más que el otro. Fuera, lo cambio. Al principio lo escribí en letras chinas, porque me daba vergüenza que la gente me mirara como un loco. Después, cuando me sentí preparado, le puse: Amor y Paz. (a la escuela de tenis). Los que viven esta experiencia les cambia la vida, a quién no le sienta bien tratarse con cariño. No es una academia, no hay más de diez jugadores que quieren ser profesionales, y eso lleva mucho tiempo de compartir. No enseño ni ayudo, comparto, lo mismo en una pista de tenis. A veces aún miro de reojo y digo dónde miras Pepe, tú estás aquí. Me van a morder las fauces del ego.

Se define compartidor de sus vivencias, que las desgrana en charlas a deportistas, escuelas, empresas o en presentaciones de su libro El arte de entrenar tu mente.

No hay fracaso o éxito, todo es acción, lo has hecho. No esperes recoger el éxito, aunque lo obtengas, te vas a ensuciar por el miedo a perderlo, y si pierdes está el fracaso. He compartido con personas relevantes y con otras que pasaban penurias. Le vaya bien, normal o regular es un ser humano, que si se trata bien, con cariño, con amor se siente mejor, da igual el estatus.

Soy un aprendiz, llevo 32 años en la tarea, no soy un gurú, ahí no encajo. Lo que más ayuda es ser muy consciente de ese ser humano que somos y alimentamos con cariño, amor y respeto. En ese sentido estoy aquí, por si a alguien le puede servir, para compartir mi vivencia que me ha salvado de quererme destrozar la vida.

stats