Vivir las canciones, beberse la vida

Nada sabíamos de Chavela Vargas (1919-2012), y tal vez nada hubiéramos sabido, hasta que Pedro Almodóvar la introdujo en España a través de sus películas a comienzos de los noventa, cuando la cantante mexicana tenía ya más de setenta años y se encontraba olvidada y apartada de los escenarios en su casa de Tepoztlán.

Al manchego le debemos pues la restitución de una figura clave de la música popular latinoamericana, intérprete desgarrada y doliente de decenas de rancheras que supo hacer suyas desde el despojamiento, su particular y quebrado grano de voz y un ascetismo lento y esencial que la convertirían, tarde pero merecidamente, en una de las grandes del género.

Este documental ahonda un poco más en su asendereada trayectoria vital, en zonas conocidas (su lesbianismo discreto, su vuelo conquistador, su soledad, su alcoholismo furibundo y autodestructivo) y también en otras menos difundidas (su dura infancia de rechazo familiar, su estrecho vínculo con el compositor José Alfredo Jiménez, la relación con su pareja más estable, sus desencuentros con las disqueras mejicanas, el ostracismo desde un ámbito cultural misógino e hipócrita), para traernos a una Chavela siempre lúcida y necesitada de reconocimiento en materiales caseros inéditos, a través de viejas fotografías y apariciones de sus días más femeninos, en los testimonios de quienes la conocieron y trataron en sus días buenos y malos, amigos y compañeros de una trayectoria que tuvo una sorprendente, activa, vitalista e inesperada segunda vida.

Entre la ortodoxia didáctica y el retrato consciente de los límites del pudor, entre la hagiografía de la figura trágica y la celebración de la artista única e inimitable, Chavela quedará como pieza documental de referencia y sentido homenaje a la intérprete del pelo corto, el poncho y los brazos abiertos al cielo que quiso morir encima de un escenario.