Los caminos del mundo

A orillas del tiempo | Crítica

Siruela publica A orillas del tiempo, obra del profesor Fernando Wulff, donde se se muestra la existencia de una globalidad primitiva, en la que se comunicaron China y la India con los países ribereños del Mediterráneo.

Imagen del catedrático de Historia Antigua Fernando Wulff (Santiago de Compostela, 1955)
Manuel Gregorio González

25 de febrero 2024 - 06:00

La ficha

A orillas del tiempo. Fernando Wulff. Siruela. Madrid, 2024. 528 págs. 27,95 €

En este libro de de Fernando Wulff se ofrece una visión en taracea del mundo antiguo, compuesta por 75 capítulos o estampas. Dicha visión, que cuenta con pasajes de lograda hermosura, no se dirige, sin embargo, a reproducir un orbe fragmentario e ignoto, sino a mostrar, con las pruebas al alcance de la sabiduría actual, una fluida comunicación del globo, fruto de la curiosidad, la ambición y el lucro. A tal fin, Wulff compone esta imagen conexa de la antigüedad a través de tres personajes significantes: el emperador Trajano, el emisario chino Gan Ying, enviado a Roma por el general Ban Chao, y un personaje de la literatura india, Sahadeva, cuya misión es comunicar al resto de los reinos, a oriente y occidente, la condición de su hermano como “emperador del mundo”.

Wulff documenta en abundancia las antiguas vías comerciales a la India y el Extremo Oriente

Son muchas las fuentes literarias, los restos arqueológicos y la erudición histórica que Wulff maneja para mostrar el tráfico de noticias y enseres que se da ya en el mundo antiguo, y que implica necesariamente unas vías comerciales hacia la India y el Extremo Oriente, documentadas en abundancia. Es, por ejemplo, en el Periplo del mar Rojo, una suerte de portulano comentado, donde se consigna la ruta desde el Sinaí a la India, y en la que se conoce ya, no solo la navegación de altura, sino el nombre de su inventor en aquella zona del mundo: Hípalos. No obstante, una de las historias más fascinantes que aquí se incluyen, quizá sea la temprana circunnavegación del África, que entonces se sospechó, a cuenta de las proas de unas naves gaditanas que Eudoxo habría hallado en la costa oriental del continente.

Repito que son muchos los restos materiales, muchos los testimonios y apreciaciones (Plinio, Heródoto, Dión Casio, Diodoro Sículo... ) en los que se apoya Wulff para componer esta historia global del mundo antiguo y sus caminos. También a través de la permeabilidad de la religión y el arte, que ya conocíamos en parte por Rielg y Bianchi Bandinelli. Se trata de documentar, en todo caso, entre el asombro y el dato, y con una fuerte intención lírica, la aventura humana en una dirección y su contraria. Esto es, el periplo el hombre bajo diversos dioses y en mares distintos, atravesados lenta e incesantemente, como aquellos argonautas del sur que glosó Malinowski, y que Wulff expone aquí con sencillez encomiable y erudita.

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