Boceto del dibujo actual

Arte

Isabel Hurley recoge en una muestra comisariada por Pilar Ribal una panorámica contemporánea del género, desde la obra a papel hasta el formato expandido

Obra de Gal Weinstein incluida en la exposición de la galería Isabel Hurley.
Obra de Gal Weinstein incluida en la exposición de la galería Isabel Hurley.
Juan Francisco Rueda

30 de mayo 2010 - 05:00

No será ésta la primera vez que destaque la pujanza del dibujo en la creación actual. En alguna crítica en estas mismas páginas he resaltado las posibilidades y lo oportuno de este medio para con distintos registros de la imagen, desde estribaciones conceptualistas a otras como la imagen crítica, desprejuiciada y con un sentido de la narración/fabulación muy acusado. Autores tan insustituibles como singulares -piénsese en un Raymond Pettibon, Nancy Spero, Cy Twombly o Dan Pervjovky, incluso hace unas semanas hablábamos de un autor tan próximo a nosotros como José Medina Galeote- se expresan sólo a través del dibujo, o lo mejor de sus producciones se circunscribe a lo dibujístico, concepto éste que excede el ejercicio a lápiz sobre papel.

Obviamente, esa pujanza vendría a ser sinónimo de visibilidad, y es que el dibujo se ha convertido en una privilegiada disciplina que, tanto de modo protagónico como compartido, sustenta ambiciosas y complejas estrategias artísticas. El tiempo del dibujo como material auxiliar, previo o subsidiario, sin duda, quedó muy atrás, liberándose de desarrollos ulteriores en otras disciplinas o de su consideración de trabajo menor, y eso a pesar de que secularmente se ha valorado la importancia de éste, del disegno, como origen de la creación artística -artes del diseño fueron llamadas aquéllas que dependían del dibujo, como la pintura o la escultura-.

La Galería Isabel Hurley, mediante esta colectiva comisariada por Pilar Ribal, atiende no tanto a los desarrollos estilísticos y temáticos del dibujo actual -muchos y dispares-, como intenta prefigurar una especie de marco o suma de las posibles nuevas definiciones y usos que nacen de las actuales prácticas artísticas. El tema de la muestra, por así decirlo, no es otro que el propio dibujo y su redefinición, ya que lo que se ansía es ofrecernos un catálogo de posibilidades cual acepciones de lo que se podría considerar actualmente como dibujo, a pesar de la dificultad por arrojar definiciones precisas y la presencia de algún ejemplo un tanto forzado.

En algunos casos obtenemos asunciones del concepto de dibujo tradicional, del perfil que describe un elemento reconocible, sólo que la línea se cambia por el hilo (bordado) y el papel por la tela, como en algunas obras de Sybille Hotz y Guy Goldstein; automáticamente, en relación a éstas, rememoramos las perforaciones de Amparo Sard, no en vano línea perforada que dibuja. Frente a ésas o incluso a otros ejercicios rotundamente clásicos en su concepción, interesantísimos en su temática y plenos de expresión en su ejecución, como los de Brigitte Waldach, se sitúan otros valorando la mancha como forma regular y precisa que se opone al fondo, serían los casos de la fisonomía americana de Raymond Chaves o los papeles recortados como iconografía sexual de Stefan Thiel. Las posibilidades de lo epigráfico, de lo verbal, como material para el dibujo también se recogen, así como deliciosos collages que integran elementos extra-artísticos con una imaginería sensual y poética, aunque éstos no vienen a aportar demasiado a esa configuración de los nuevos desarrollos o itinerarios del ejercicio de dibujar.

No obstante, donde la muestra alcanza su mayor interés y destacadas cotas conceptuales es en el intento por mostrarnos el dibujo como algo perceptible pero intangible, esto es, que en algunos casos resulta efímero, que no queda como huella o marca y que no arroja ningún material duradero, físico o tangible, sino que simplemente se muestra, describe alguna forma y desaparece. Aquí, Ribal acerca el dibujo a un estado inicial de su naturaleza, a la mera imagen mental antes de ser traspasada y hacerse tangible a través del diseño, al tiempo que también lo aproxima a las artes del movimiento. El dibujo viene a convertirse en imagen visual que sucede. De hecho no es extraño escuchar en algunas prácticas deportivas o en artes del movimiento como la danza, la expresión de que "ha dibujado" tal cosa o tal otra. De hecho, dibujar podría ser sinónimo de imagen gráfica tanto como de descripción gráfica (verbal o literal). Estos presupuestos los encontramos especialmente en las piezas de Gal Weinstein y Takehito Koganezawa, que, además, vinculan el dibujo a la animación, la videocreación o la simple imagen en movimiento, espacios a los que Isabel Hurley ha atendido puntualmente en exposiciones anteriores, como la de Fernando Gutiérrez con sus sutiles y primigenios dibujos espaciales y animados. Weinstein usa en su soberbio vídeo como elemento descriptor, al modo de un lápiz, el fuego que recorre una línea en zig-zag que es la que percibimos como dibujo (el plástico y el fuego como elementos del informalista Alberto Burri son recuperados en nuestra memoria). Por su parte, Koganezawa, como japonés atendiendo a la Naturaleza, aprovecha el vuelo de bandadas de pájaros para que percibamos los dibujos que en el cielo trazan las aves.

Ajustado boceto del dibujo y sus nuevos usos en la actualidad.

'Perspectivas del dibujo actual. Del lápiz sobre papel al dibujo expandido' Galería Isabel Hurley Paseo de Reding, 39-bajo. Málaga. Hasta el 5 de junio.

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