Equipamientos

Por un arte sin capitalidad

  • Cinco años después de su apertura, el Centro de Arte Contemporáneo de Vélez-Málaga ofrece argumentos reveladores para el debate sobre la conexión entre los museos y la sociedad presente

Mariluz Reguero, en una de las salas del Centro de Arte Contemporáneo de Vélez-Málaga.

Mariluz Reguero, en una de las salas del Centro de Arte Contemporáneo de Vélez-Málaga. / Marilú Báez (Vélez-Málaga)

Hay un comentario mayoritario entre los visitantes que acuden al Centro de Arte Contemporáneo Francisco Hernández de Vélez-Málaga para ver la exposición Picasso: amor y deseo, con la que el centro celebra su quinto aniversario desde el pasado 14 de septiembre hasta el próximo 2 de diciembre: “Pero, ¿estos picassos son buenos? ¿Son de verdad?” La muestra reúne 51 piezas de obra gráfica realizadas por el artista malagueño entre 1921 y 1971 y cedidas por la Fundación Picasso Casa Natal; y constituye, de paso, la primera exposición de Pablo Picasso en Vélez-Málaga, un acontecimiento con categoría de excepción que, entre la incredulidad y la sorpresa, es recibida como motivo de celebración por vecinos, turistas y extranjeros residentes. Esta exposición, eso sí, representa el último capítulo de una historia que en realidad comenzó hace bastante más de cinco años: fue hace casi dos décadas cuando la Junta de Andalucía promovió un plan para la construcción y puesta en marcha de centros de arte contemporáneo en municipios que no fuesen capitales de provincia, a desarrollar con la cooperación de los Ayuntamientos. A aquel carro aspiraron a subirse diversos consistorios, pero el posterior estallido de la crisis mandó a hacer gárgaras las aspiraciones de la mayoría ante la imposibilidad de disponer de espacios aptos y de rehabilitarlos. Sólo una de aquellas iniciativas llegó a materializarse en toda Andalucía: la que dio a luz en Vélez-Málaga una experiencia que, muy a pesar de las dificultades sobrellevadas tras su puesta de largo, ofrece argumentos reveladores sobre las conexiones entre los centros de arte y las sociedades contemporáneas, de las que, sorpresa, también forman parte los pueblos.

El edificio escogido para la instalación del museo fue la sede del antiguo Colegio La Presentación, que fue una escuela para niñas aunque en sus aulas estudió un párvulo Joaquín Lobato. La intervención del arquitecto Juan Miguel Hernández León dejó un recinto abierto y luminoso, cuyas estancias conducen a un patio central, decorado con unos emblemáticos zócalos amarillos portugueses y una fuente de inspiración andalusí, donde la directora del centro, Mariluz Reguero, atiende a Málaga Hoy antes de brindar un recorrido por sus dependencias. Con el blanco y el verde como motivos esenciales en sus paredes (“A algunos vecinos tanto rigor les pareció sospechoso al principio”, apunta Reguero), todas y cada una de las salas cuentan con iluminación natural debidamente complementada (sobre todo para facilitar la lectura de los paneles informativos) con puntos interiores de calidad precisa, lo que se traduce, tal y como admite la directora, en motivo de envidia para no pocos museos (a pesar de que el cielo está cubierto de nubes, la luz del día logra filtrarse a través de las ventanas y estructuras transparentes en los techos que pueden ajustarse y anularse para garantizar la mejor contemplación posible de las obras de arte). El centro cuenta con tres plantas, dos dedicadas en su integridad a las exposiciones y una tercera que cuenta con talleres y una biblioteca con acceso a internet frecuentada por los vecinos: “El diseño arquitectónico no incluía en un principio espacios para talleres, pero, dado que necesitábamos aulas para trabajar con los más pequeños, decidí transformar las salas de la planta superior”, señala Reguero. Precisamente, un grupo de escolares atiende a las explicaciones de los monitores del museo durante una visita a la exposición picassiana luego completada con una actividad práctica en los talleres. En las paredes hay también algunas imágenes del propio Picasso y en la planta baja, junto al jardín y el auditorio, un gran retrato de la veleña más universal, María Zambrano: “Era inevitable que estuviera aquí, así que le dedicamos un lugar de honor. Encontré esta imagen en la Fundación María Zambrano, aquí en Vélez-Málaga, y me gustó porque aparece en su juventud, en la plenitud de su quehacer intelectual que puso el mundo de la Filosofía boca abajo, en lugar de la imagen de la tierna ancianita regresada del exilio, mucho más divulgada. Era una foto pequeña, pero en el Centro de Tecnología de la Imagen de la UMA lograron reproducirla a este tamaño”, explica, sin ocultar un matiz de orgullo, la directora del centro.

"Nuestro empeño es que este arte pase a formar parte de la vida cotidiana del municipio”

Reguero llegó hace cinco años a Vélez-Málaga con una larga experiencia en la gestión de museos, como la misma Fundación Casa Natal, la Sociedad Económica de Amigos del País (donde precisamente presentó hace un par de años como comisaria una exposición sobre María Zambrano con fondos de la Fundación) y otros centros de la provincia como el CUC de Antequera y el Museo Joaquín Peinado de Ronda (ambos de la Fundación Unicaja). Y la papeleta que le tocó resolver fue de todo menos sencilla: “La exposición con la que se inauguró el centro en septiembre de 2013 estuvo dedicada, claro, a su mentor, Francisco Hernández. Y nada más incorporarme al museo me encontré con que no había ningún proyecto pensado para después. El centro salió adelante después de muchos años de una negociación en la que intervinieron hasta tres alcaldes: tanto había costado que algunos ni siquiera confiaban en que esto siguiera después de enero. De manera que de inmediato me puse a buscar opciones y encontré una posibilidad en los fondos de arte de la Diputación, que me permitieron organizar con cierta facilidad exposiciones de artistas malagueños a partir de la Generación del 50”. Tras aquel primer salvavidas, el centro ha organizado otras muestras de calado como las dedicadas a Manuel Barbadillo, Elena Laverón, José Manuel Cabra de Luna (este mismo año) y, muy especialmente, la que el año pasado revisó el legado del grupo El Paso con obras de Antonio Saura, Rafael Canogar y Pablo Serrano, entre otros. “Tenemos un presupuesto anual, aportado íntegramente por el Ayuntamiento, de 50.000 euros. Así que si queremos hacer cosas tenemos que tirar de amigos y pedir favores”, apunta Reguero (una comparación odiosa: el presupuesto anual del CAC Málaga supera los tres millones de euros).

Con estos mimbres, lo cierto es que, mientras los museos de la capital malagueña viven su particular batalla de cifras en pro de la proyección internacional (heredada de aquella aspiración a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2016), y con sus particulares cuitas respecto a la dependencia de un turismo cada vez más masivo y menos favorable a la singularidad de la experiencia artística, que un museo plante a Picasso en la Axarquía invita a debatir desde otra perspectiva sobre estas cuestiones: “El turismo es bienvenido, pero yo siempre he tenido claro que mi trabajo va dirigido, ante todo, al sitio en el que estamos. La mayor parte de la gente que pasa por aquí ha tenido una relación muy escasa o nula con el arte contemporáneo, y nuestro mayor empeño es que estos artistas entren a formar parte de la vida cotidiana del municipio. Los miércoles, por ejemplo, proyectamos películas de cine clásico o de autor, y cada miércoles vienen sin falta grupos de vecinas que tienen ya una edad y que en su mayoría nunca hasta ahora habían entrado a un museo. Luego, a lo mejor se quedan a ver la exposición. Pues bien, trabajamos principalmente para ellas, para que el arte no les sea ajeno, para que esto se convierta en algo normal en su día a día. Estamos obligados a ser austeros, pero podemos conseguir cosas”. Y tanto.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios