Chavela estaba demasiado lejos
Teatro Cervantes. 5 de julio de 2010. Festival Terral. 'El último trago'. Voz: Buika. Piano: Iván Melón Lewis. Percusión: Fernando Favier. Contrabajo: Danny Noel. Aforo: Tres cuartas partes.
Hay atrevimientos que no caben en la música. Y los homenajes tienen mucho que decir al respecto. La industria está plagada de idolatrías en forma de versiones, y de frustrados intentos. Vale que no se trate de imitar a nadie, ni mucho menos de superarlo, pero la admiración -sóla - no basta para subirse al escenario. Y menos en nombre de una señora tan tremenda como lo fue, es y será Chavela. La osadía de anoche de Buika sobre el Cervantes se quedó en eso. El rosario de rancheras y boleros con los que pretendía rescatar el alma de la Vargas no tuvo ni pies ni cabeza.
La mexicana tiene mucho tiros dados, mucha vida contada y cantada y no necesita forzar el desgarro para conmover. Buika sí. La protagonista en Málaga de El último trago advirtió desde el principio que lo suyo se trataba de un "exorcismo maravilloso". Y eso fue lo que practicó -maravillas aparte- durante hora y media. Con su interpretación más que libre del tango Volver ya asomaba el empeño por destrozar clásicos a base de gritos. Porque el despecho no se chilla, si acaso se llora, se gime y hasta se susurra. La dama del poncho sentó cátedra con una virtud que sólo unos cuantos elegidos poseen. La de emocionar sin más escuela que la vida misma. Los excesos se pagan y la mexicana se los cobró en aplausos. Pero anoche Chavela estaba tan lejos del Cervantes que, por fortuna, no pudo escuchar a su imitadora. Al menos, Buika se dejó acompañar y acompasar por tres músicos cubanos que sí dieron la talla. En el rescate de Se me hizo fácil del maestro Agustín Lara, la intérprete dejó que la impecable percusión de Fernando Favier acabara el bolero al compás de un son cubano que se agradeció. Fue precisamente Chucho Valdés quien animó a la artista a emprender esta travesía como tributo a los 90 años de Chavela. Pero la libertad de ésta última delante del micrófono requiere de una sabiduría casi centenaria. Lo de Buika es otra cosa. No se puede recitar el dolor improvisando estrofas con un tiririri, riéndose, y hasta haciendo fotos a los músicos con una cámara.
Que conste que a quien esto suscribe le gustaba Buika pero mucho más Chavela. A la mallorquina con raíces guineanas le sobró mestizaje en la voz y le faltaron registros para abordar semejante desafío. Tampoco ayudaron los chascarrillos entre canción y canción y, menos aún, rematar ese inmenso Volver, volver de Vicente Fernández con un "a la casa que aún pago yo". Así no.
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