Arte

Condición humana a jirones

  • Elena Rendeira muestra en Isabel Hurley un discurso multidisciplinar (con pinturas, 'performances', fotografías y vídeos) sobre el sufrimiento en sentido 'nitzcheano'

Como su propio nombre indica, la condición humana es la que viene acompañando y definiendo nuestra especie desde que lo es; absolutamente invariable a pesar del paso del tiempo y de las evoluciones culturales y sociales, de ahí que nos describa o resuma, tal vez sin la verdad científica de nuestro genoma pero con la certeza de nuestras pasiones, miedos, sentimientos o pautas de conducta que adornan y explican nuestra forma de ser y estar a lo largo de la Historia. Elena Rendeiro parece tener claro que una de las invariables de esa condición humana es la capacidad de infringir dolor y sufrimiento tanto como de soportarlos, seguramente infinitos -en eso somos un pozo sin fondo-. Varias cuestiones se desprenden en la obra de Rendeiro del interés hacia esta estribación de la condición humana. De un lado ese sentido cíclico, de eterno retorno nietzscheano, por el cual parecen repetirse acontecimientos y actitudes que hacen cuestionarse cómo ha transcurrido el tiempo de modo inexorable sin variar un ápice nuestro fondo, en este caso la crueldad que mantenemos a pesar de nuestros progresos civilizatorios y que esporádicamente -en el mejor de los casos- liberamos hacia los demás; de otro, que el sufrimiento y el dolor (infringido y soportado) suponen un primer espacio para nuestro conocimiento y reconocimiento, una "experiencia de rebasamiento de los límites" tal como diría Georges Bataille, esto es, una imagen y exploración de nuestros más obscuros, deleznables y recónditos confines. En este sentido, el sufrimiento puede ser entendido no sólo como fin (el puro oprobio, la maldad, el abuso de poder), sino como medio: como camino para la perfección y la belleza -pensemos en el catolicismo-; como purificación a través del dolor (la catarsis); así como proceso en torno a la identidad, es decir, la relación a pares mediante la cual uno se arroga el rol de cruel dador de sufrimiento sólo si otro toma el rol de receptor, de tal modo se convierte en una exploración dual de los individuos y las relaciones personales.

El caso es que Rendeiro nos sumerge en estas cuestiones gracias a la multidisciplinariedad de su proyecto, ya que fluctúa desde la performance hasta la fotografía pasando por el vídeo o la pintura. No obstante, la pieza fundamental resulta ser A ras de piel, un concepto de instalación variable realizada con un sinfín de medias de nailon estiradas y que sirve como marco para las fotografías, el vídeo y la performance mostradas y desarrollada en esta Offline. A ras de piel no deja de ser un friso-monumento al dolor, una suma de metafóricos cuerpos marcados por el dolor y acumulados por el paso del tiempo, una especie de muro-textil de las lamentaciones al que acudir, como las modelos de su vídeo, para palpar de cerca la crueldad del ser humano y el rumor del tiempo y de episodios pasados.

La inmersión en esta visión de lo humano la hace Rendeiro obviando lo previsible, lo evidente y lo literal; para ello emplea un metafórico imaginario y rescata, a modo de pretexto, fabulaciones histórico-literarias en torno a la crueldad que se convierten en fundamental recurso para su interés por lo cíclico. Así, en primer lugar, la artista emplea tropos como la metáfora y la sinécdoque para, de paso, participar de modo original en los discursos del cuerpo, en especial en su sentido del cuerpo-social. La metáfora proviene de que las medias simulan ser la epidermis, suerte de segunda piel y umbral entre la contemplación del dolor y el sufrimiento del dolor, según nos hallemos a un lado o al otro (algunas fotografías consisten en las modelos yacentes atrapadas por esas medias). La sinécdoque visual proviene igualmente de las medias, metafórica piel que simula ser a su vez cuerpo u otras partes del cuerpo, como los intestinos. Aquí, Rendeiro rescata del Decameron la historia de Nastagio degli Onesti: lance de amor, desamor, muerte, violencia y abyección. En ella se recoge la imagen de la muerte de una mujer a la que, por rechazar a un hombre, se le sacan las vísceras e intestinos y se les da de comer a los perros. La artista parece apropiarse descarnadamente de esa fabula medieval en su Tríptico, mientras que en el vídeo ese tiempo histórico, y por ende pasado, se denota por una grabación sonora que recoge la violencia de un episodio medieval (gritos, caballos, espadas) y que se contrapone con el tiempo presente, representado por las modelos que acuden al friso de medias 'desapareciendo' en él, sumando un cuerpo más en ese monumento al sufrimiento. Eterno retorno del dolor y la crueldad, aquí en jirones, como el tiempo, como la piel.

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