La Cruzada de Black Douglas

historia | la batalla del castillo de la estrella

El pasado fin de semana, Teba volvió a rendir tributo al soldado escocés James Douglas, que murió en el municipio el 25 de agosto de 1330 Ésta es su historia

La Cruzada de Black Douglas
Pablo Bujalance Málaga

10 de agosto 2014 - 05:00

La misión no admitía réplicas: cuando el rey muriera, su corazón debía ser extraído y trasladado al Santo Sepulcro en Jerusalén. El encargado de formularla fue el propio Robert the Bruce, Roberto I, primer monarca de la Escocia independiente. Y lo hizo en mayo de 1329, en su lecho de muerte. El depositario de su confianza era su mano derecha, sir James Douglas, quien había mostrado una lealtad firme y un coraje implacable en la expulsión de los ingleses. The Bruce murió el 7 de junio en la abadía de Melrose, y la bula papal que confirmaba a la nación escocesa como territorio soberano llegó justo allí desde Aviñón sólo seis días después. El rey de Inglaterra, Eduardo III, había reconocido la escisión de Escocia en la firma del Tratado de Northampton, el 4 de mayo, pero Robert the Bruce, aquejado de la misma enfermedad infecciosa que se llevó a su padre, partió de este mundo sin la bendición de Juan XXII, a la que había convertido en obsesión personal. The Bruce tenía motivos para ordenar una misión semejante: en febrero de 1306 había asesinado al barón John Comyn El Rojo, competidor por el trono de Escocia, en la iglesia de Greyfriars Kirk, en Dumfries, donde le había citado para negociar con la garantía que ofrecía un lugar sagrado. En realidad, The Bruce tendió una trampa a su oponente, quien a su vez le rechazaba por haber traicionado a William Wallace (ajusticiado en agosto de 1305), y no dudó en degollarlo con su hacha bajo el altar. El mismo Juan XXII excomulgó de inmediato a Robert the Bruce por aquel sacrilegio, y el vencedor del duelo, nombrado en la clandestinidad rey de una Escocia todavía inglesa ya en abril de 1306 en Scone, juró que, llegado el momento, partiría a las Cruzadas para volver a ganar el favor de la Iglesia. Pero la lucha por la liberación de Escocia y su temprana muerte no se lo permitieron. Llevando su corazón a Jerusalén, su alma, al menos, hallaría consuelo.

James Douglas nació en 1286 en la casa de su padre, William Douglas, jefe del Clan Douglas y partidario de William Wallace. Tras el estallido de la Guerra de la Independencia en 1296, William Douglas fue detenido en Berwick-upon-Tweed y el mismo rey Eduardo I le hizo prisionero en la Torre de Londres, donde murió torturado poco después. El joven James Douglas fue enviado de inmediato a París, al cuidado del obispo de San Andrés, William Lamberton, que desarrollaba una misión diplomática en secreto con el fin de ganar al rey francés Felipe IV a la causa escocesa. Douglas permaneció junto a Lamberton hasta 1304, cuando supo que Eduardo I había matado a su madre y había confiscado todas las tierras y posesiones de su padre, incluido el castillo de Lanarkshire, para entregárselas al barón inglés Robert de Clifford (la sumisión de Escocia pactada por John Comyn favoreció las expropiciaciones masivas a los clanes por parte de Inglaterra). Douglas llegó a pedir clemencia al propio rey en Londres gracias a la intervención de Lamberton, pero fue despedido. Durante dos años vagó como un paria por Escocia.

En 1306, Douglas supo que Robert the Bruce había sido coronado rey de Escocia y decidió unirse a él en la guerra contra Inglaterra, pero sus partidarios eran todavía escasos. Después de algunas derrotas como la de Methven, Robert the Bruce decidió partir hacia las Highlands para reunir a los clanes del norte en un sólo ejército, mientras que James Douglas se refugió en las Lowlands con la intención de recuperar sus tierras. Douglas reunió a algunos hombres armados y se ocultó con ellos en los bosques en torno a Lanarkshire. El grupo adoptó una naturaleza propia de la guerrilla: bajo la dirección de Douglas, sus miembros actuaban con el rostro cubierto y promovían el pánico entre los colonos ingleses incendiando sus granjas, envenenando sus pozos y asesinando a sus niños. Con ello se forjó la leyenda de James Douglas, que pasó a ser conocido como Black Douglas por su cabellera morena (signo decididamente demoníaco para sus víctimas inglesas). En marzo de 1307, Douglas mató a Clifford y recuperó las posesiones de su padre, que adoptó como nuevo señor del Clan Douglas. Durante buena parte del siglo XIV las madres del norte de Inglaterra cantaban a sus hijos canciones de cuna en las que evocaban la figura terrible de Black Douglas (Hush ye, hush ye, little pet ye / Hush ye, hush ye, do not fret ye / The Black Douglas shall not get ye).

Eduardo I murió en julio de 1307, lo que proveyó de cierta tranquilidad a Escocia. Pero en agosto de 1308, Robert the Bruce convocó a William Lamberton (que había permanecido preso por orden del rey inglés, y que salió en libertad tras su muerte) y a James Douglas a su lado para emprender la ofensiva definitiva. Después de vencer a los MacDougall's de Lorn, parientes de Comyn, sus envites se contaron por victorias: en Dunstonffnage, en Chester, en Durham, en Galloway, hasta la definitiva, siete años después, la Noche de San Juan de 1314: en la batalla de Bannockburn, el rey Roberto guió hasta la victoria sobre las fuerzas del débil Eduardo II a un ejército en el que lucharon escoceses, irlandeses, galeses y mercenarios de toda Europa (cierta leyenda apunta a la presencia en el mismo ejército de 400 caballeros templarios que habían huido de Francia tras la muerte de Jacques de Molay, capturado por el rey Felipe con la colaboración de Inglaterra, y que habían decidido apoyar la independencia de Escocia para asegurarse un territorio en el que pudieran permanecer sin ser perseguidos, con la promesa firme de Robert the Bruce al respecto). Tras la victoria en Bannockburn, con Douglas nombrado caballero, la declaración de Arbroath se convirtió en el primer reconocimiento nacional de Escocia. Eduardo II no firmó la tregua, sin embargo, hasta 1326, un año antes de su muerte. Mientras tanto, el obispo William Lamberton desarrolló una nueva empresa diplomática, esta vez con Aviñón, para hacerse con el favor de la Iglesia. Los acuerdos de Edimburgo y Northampton, y la tardía bula de Juan XXII, confirmaron en 1329 la soberanía de la Corona Escocesa. El sueño de William Wallace era una realidad.

Decidido a cumplir la voluntad de su rey, y con el joven David II en el trono de Escocia, Douglas reunió en enero de 1330 una mesnada formada por los caballeros Thomas de Lavington, William Sinclair de Roslin, John de Roslin, William Keith, Robert Logan, William Logan y Simon Lockhart, además de veinte escuderos. Con la intención de llegar a Jerusalén, y custodiando el corazón de Robert the Bruce, los hombres salieron en barco del puerto de Berwick y arribaron primero en Cornwall, luego en la Bretaña Francesa y posteriormente en el puerto holandés de Sluys. Allí buscaron una expedición que partiera hacia Tierra Santa y en la que pudieran enrolarse. Pero fue otra revelación la que llegó a oídos de Black Douglas: el rey de Castilla, Alfonso XI, había llamado a la Cruzada contra Granada gracias a la bula concedida por el Papa Juan XXII el año anterior. Los ejércitos de toda Europa estaban llamados a participar. De nuevo acontece la leyenda: James Douglas escuchó cómo el corazón de su rey, que guardaba en una caja de plata, le susurraba: "Quiero ir a hacer la Guerra Santa contra Granada". La decisión estaba tomada: partirían en ayuda del rey Alfonso XI y, una vez culminada la Cruzada, los escoceses continuarían su camino hacia Jerusalén.

El barco que Douglas y los suyos tomaron les llevó primero a La Coruña, y desde allí a Sevilla tras superar una tormenta en Lisboa que casi hizo naufragar la nave. Viajaron después, ya por tierra, a Córdoba, donde se entrevistaron con el rey Alfonso XI, vanidoso, impulsivo y colérico, discípulo de Don Juan Manuel (y por cuyos desmanes llegó el autor de El conde Lucanor a aliarse con los sarracenos) y que desde el principio disgustó a los escoceses. El castellano ofreció grandes recompensas a Douglas que éste rechazó, ya que había acudido allí como cruzado y sólo lucharía por la salvación de su alma. Douglas descubrió que en el ejército internacional dispuesto a las órdenes de Alfonso XI se encontraban soldados ingleses, y tan grande fue su cólera que estuvo a punto de desertar. Finalmente, accedió a participar en la conquista del objetivo señalado por el rey: Teba, un enclave estratégico que permitiría a Castilla hacerse fácilmente con Ronda y abrir camino después hasta Málaga.

El ejército de Alfonso XI llegó a Teba el 7 de agosto. El emir Muhammed IV había enviado a la defensa de la ciudad al general meriní Utmán ibn Abí l-Ulá, un veterano de cerca de 60 años curtido en mil batallas, que dirigiría desde el Castillo de la Estrella las posiciones de la caballería nazarí suministrada desde Granada. El rey castellano distribuyó sus fuerzas en tres secciones: una extranjera, otra a las órdenes del maestro de la Orden de Santiago y otra, la retaguardia, que coordinaría él mismo. El calor hacía mella en los cruzados, especialmente los llegados del Norte, y los nazaríes lograron interrumpir su suministro de agua cortando el paso al río. El 25 de agosto se celebró la batalla: Douglas (que llevaba el corazón del rey colgado en el pecho) y sus hombres marcharon en la avanzadilla. La caballería nazarí salió del castillo y, tras un primer enfrentamiento con los cruzados, decidió retirarse. Confiados, Douglas y los suyos se relajaron en campo abierto. Pero los musulmanes, que habían fingido el regreso, dieron marcha atrás sorprendentemente y alcanzaron las posiciones cruzadas sin darles tiempo a reorganizarse: es la estrategia del tornafuye, de la que Don Juan Manuel había advertido en sus escritos. James Douglas cayó muerto, como la mayor parte de sus hombres. Los nazaríes se llevaron su cuerpo.

El general Utmán, que perdió la batalla y murió en Málaga al mes siguiente, devolvió el cadáver de Douglas y el corazón de The Bruce a los castellanos. Los únicos dos escoceses supervivientes trasladaron los restos a Escocia. Douglas había sido excomulgado por profanar el cuerpo del rey. Su hazaña, con Teba ganada a la Cristiandad, le propició la absolución.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último