Cultura

Defensa del caballero SeingaltHolmes redivivo

No hace mucho, dimos noticia aquí de uno de los libros más influyentes del XVIII europeo: la Historia de mi vida de Giacomo Casanova, aquel Caballero Seingalt de feliz y vertiginosa memoria. La edición, en Atalanta, recibió el Nacional de Traducción por el excelente trabajo de Mauro Armiño. De igual modo, es Mauro Armiño quien traduce este ensayo de Sollers, Casanova el admirable, cerrando así la ancha voluta que va de las arcanas peripecias del aventurero veneciano a las entusiatas notas del ensayista francés, cuya visión de Casanova dista mucho del héroe amatorio, mecanicista y agónico, que la posteridad nos deja.

No es casual que Sollers firmara también un breve perfil de Sade. Allí, en la cruda escenografía del marqués, era la vindicación del poder, su disposición fisiológica, lo que se enunciaba. No obstante, en este Casanova el admirable, hijo pródigo de las Luces, lo que se alumbra es la libertad llevada a un absoluto armónico y dichoso.

Si el pensamiento francés, desde Foucault a Bataille, quiso ver en Sade el germen opresivo, la cerrada cuadrícula de la Ilustración, este Seingalt de Sollers sirve justamente para lo contrario. Para datar, a través de una vida excepcional y trepidante, el triunfo del albedrío humano. Una libertad, en cualquier caso, producto de la cultura, y cuyo fondo inadvertido es la alegría, el gozo mayúsculo, sencillo, teatralmente pastoril, de estar vivo y contarlo. A esta empresa van dedicadas estas páginas. Y para ello, Sollers se dirige como un lector atento, que anota y elucida cada uno de los pasos, cada uno de los excesos y derrotas de aquel genio mixtificador, que escapó a las prisiones de la Serenísima.

Phillippe Sollers. Traducción Mauro Armiño. Páginas de Espuma. Madrid, 2010. 264 páginas. 23 euros.

Es una novela de ritmo trepidante, que muestra gran familiaridad con los procedimientos del folletín decimonónico, con los escenarios del Londres tardovictoriano -o del París fin de siècle- y con las apasionantes aventuras de Sherlock Holmes, sumando un nuevo y brillante episodio a la pintoresca serie de apócrifos que han enriquecido el canon original, fruto del entusiasmo de decenas de narradores de cualquier lengua por la obra del fabulador inglés. En este caso, la trama comienza a raíz de la publicación de El problema final (1893), con la que el novelista pretendía librarse de la fama halagadora pero no por ello menos pesada de su personaje.

En lenguaje sencillo y directo, con episodios de acción encadenada que dejan al lector sin respiro, el autor recoge los tópicos asociados a un modo de literatura, a caballo entre el relato fantástico y la pura intriga, que sigue contando -todavía y felizmente- con una legión de devotos seguidores. De este modo, con criterio y buen oficio, González-Barba propone un documentado homenaje a la memoria de Doyle, pero también una eficaz, saludable y desprejuiciada reivindicación de la narrativa de género.

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