Día de las Librerías

Proteo: memoria y resistencia

  • El emblemático establecimiento celebra este viernes su 50 aniversario con la presentación de un libro conmemorativo en coincidencia con el Día de las Librerías

El equipo de Proteo, con Francisco Puche a la izquierda, recibió el año pasado el Premio Nacional Librería Cultural, concedido en 2017.

El equipo de Proteo, con Francisco Puche a la izquierda, recibió el año pasado el Premio Nacional Librería Cultural, concedido en 2017. / Javier Albiñana (Málaga)

Cuando Francisco Puche decidió abrir la librería Proteo en 1969, el mayor obstáculo a sortear era la censura franquista. En virtud de su compromiso político, Puche decidió distribuir entre sus clientes, de manera clandestina, numerosos títulos prohibidos mientras para las autoridades su local figuraba como poco menos que una librería infantil. Medio siglo después, el enemigo, como profetizó Ray Bradbury en Fahrenheit 451, no tiene tanto que ver con la censura como con criterios de utilidad: con su mercado virtual a golpe de click y de distribución directa a domicilio, las multinacionales (“Mejor no mentemos a la bicha por su nombre para no darle publicidad”, apunta el hoy gerente de Proteo y Prometeo, Jesús Otaola) amenazan con convertir en inservibles aquellos comercios en los que todavía puedes tocar y hojear los libros antes de comprarlos, conversar con el librero y dejarte querer por los tesoros ofrecidos en las estanterías. Con adversarios distintos, la historia de Proteo en su sede de Puerta de Buenaventura ha sido siempre la misma, forjada a base de memoria y de resistencia. Este viernes, en coincidencia con el Día de las Librerías, el local celebrará a las 19:30 un acto especial por su 50 aniversario con la presentación de un libro especial (en realidad dos: Entre libros y 50 años de Proteo) y el reencuentro de no pocos amigos que han compartido libros y experiencias a lo largo de estas cinco décadas; entre ellos, se espera la presencia del propio fundador, Francisco Puche, si es que su delicada salud se lo permite.

"Hace diez años, el mundo del libro tal y como lo conocíamos terminó para siempre", afirma el gerente de Proteo, Jesús Otaola

El apogeo hegemónico de las multinacionales y el consecuente cambio en los hábitos de consumo ha generado una respuesta por parte de las librerías integradas en la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librerías (CEGAL) que, tras un periodo de prueba y tentativa, empieza a consolidarse ahora como alternativa real: la plataforma Todos tus Libros ofrece actualmente a través de su página web los fondos de 865 librerías de todo el mundo en lengua española, lo que se traduce en, aproximadamente, 1,9 millones de libros. El usuario tiene a su alcance toda esta oferta, también, a golpe de click; pero la diferencia fundamental es que, en lugar de recibir el ejemplar deseado en su casa, el sistema le indica cuál es la librería más cercana en la que puede encontrarlo o, cuando sea necesario, cómo gestionar directamente con la librería el envío a su domicilio. Se trata, por tanto, de una solución mixta que aprovecha la inmediatez de las nuevas tecnologías pero que mantiene a la vez a las librerías de siempre en el centro del negocio y que fomenta, en todo caso, la sana práctica de ir a la librería a adquirir los libros. Proteo forma parte de la plataforma y Otaola señala no pocas virtudes: “En este escaparate todas las librerías, seamos más o menos grandes, tenemos el mismo espacio, las mismas oportunidades y la misma accesibilidad. Cuando la plataforma dirige al lector a alguna librería, lo hace únicamente con criterios de proximidad”. Sin embargo, esta reacción contra la tiranía comercial de las multinacionales supone para las librerías “un primer plan, a corto plazo, para contribuir a nuestra supervivencia. Pero es necesario poner en marcha otro plan a largo plazo que tiene que ver con la educación y el fomento de la lectura en colegios, bibliotecas y otros centros públicos. Necesitamos nuevos lectores, de manera urgente. Y no se está haciendo nada para lograrlo. El problema es que hablamos de una cuestión generacional y las librerías no podemos esperar veinte años a contar con los lectores suficientes”.

Jesús Otaola, en su librería. Jesús Otaola, en su librería.

Jesús Otaola, en su librería. / Javier Albiñana (Málaga)

Confirma Otaola que la clientela habitual de Proteo “ha envejecido. Pero, con respecto a los jóvenes, se da un fenómeno curioso: en esa franja de edad los lectores son menos, pero de más calidad. Leen más, consumen más, compran más libros. Representan el ideal de lector que necesitamos. Pero son pocos”. Más allá del recambio generacional, sin embargo, el sector se ha visto obligado a una adaptación radical en muy poco tiempo y sin muchas pistas respecto a cuáles podrían ser las mejores decisiones: “Hace diez años coincidieron una crisis económica brutal y una profunda transformación tecnológica que incidió directamente en los modos de lectura. Así que, por un lado, nos encontramos con una caída sin muchos precedentes del consumo y, por otro, hubo que aceptar que el mundo del libro, tal y como lo conocíamos, había terminado: si hasta entonces el saber había pertenecido en exclusiva a los libros, ahora podías documentarte sobre cualquier asunto de otra manera, con mucha rapidez y comodidad”. Para paliar esta pérdida de exclusividad, en Proteo “hicimos lo que mejor sabemos hacer: fomentar la cercanía con los lectores, subrayar ese valor humano que te aporta la visita a una librería. Pero, claro, el valor humano no basta para sacar adelante un negocio. Por eso decidimos hacer presentaciones de libros a diario, lo mismo en nuestra librería que en cualquier institución o cualquier municipio: pasamos a llenar la maleta de libros e ir a venderlos donde nos los reclamaran. Lo que fuera”. Además, Proteo puso en marcha una editorial propia, el sello Ediciones del Genal, basado en la publicación de libros de autores locales con tiradas cortas y con los mismos criterios de cercanía y proximidad, “y lo cierto es que esta rama del negocio ha dado buenos frutos, lo que entraña una paradoja: por una parte se leen y se venden menos libros, pero, por otra, el acceso directo a la materia prima, en tiradas cortas, aporta rentabilidad”.

Eso sí, coincide Otaola con la mayoría de los libreros al afirmar que las librerías no pueden atender el ingente volumen de títulos que salen de las imprentas hoy día. Toca resistir otros cincuenta años.

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