Eugenio Chicano

Despedida gris al dueño del color

  • El pintor Eugenio Chicano recibe sepultura en el Cementerio de Vélez-Málaga tras una ceremonia sencilla arropada por vecinos y allegados

Eugenio Chicano recibe sepultura, este jueves, en el Cementerio de Vélez-Málaga.

Eugenio Chicano recibe sepultura, este jueves, en el Cementerio de Vélez-Málaga. / Javier Albiñana (Vélez-Málaga)

En el Cementerio de Vélez-Málaga se encuentra la tumba de María Zambrano. Hasta no hace mucho se encontraba casi siempre rodeada de gatos, lo que hacía honor a la filósofa dada su manifiesta querencia en vida a rodearse de pequeños felinos, lo que tantos problemas llegó a ocasionarle (contaba Rafael Alberti que uno podía localizar la casa de María Zambrano en Roma siguiendo el olor a orín gatuno). Los gatos desaparecieron, pero sigue habiendo limones frescos ofrecidos en el monumento a la manera de reconciliación con el mundo, el mismo que la pensadora asumió y comprendió sin mucho parangón en su siglo. Desde hace algunos años, además, una placa recuerda que María comparte descanso en el mismo sepulcro junto a su hermana Araceli, víctima dolorosa de los mecanismos del odio de su tiempo y, a pesar de su condición protagonista de tan cruel historia, soporte fundamental de la escritora hasta sus últimos días. En la tumba de María Zambrano puede leerse el epitafio que la misma autora solicitó grabar: Surge, amica mia, et veni (Levanta, amada mía y ven), una cita del Cantar de los Cantares que da buena cuenta del modo en que la autora de El hombre y divino entendió la trascendencia y, al mismo tiempo, la esperanza: como una puesta en marcha, un seguir en el camino, una respuesta a la llamada del amado cuando todo parece perdido; al cabo, un compromiso para dormir arriba en la luz y estar bien despiertos en la oscuridad. Desde este miércoles, María Zambrano comparte vecindario en el camposanto con otro creador no menos ilustre, el pintor malagueño Eugenio Chicano, que recibió sepultura tras fallecer el pasado martes. Y, de alguna forma, es ahora María Zambrano quien parece dedicar sus palabras a Chicano, quien tanto en lo artístico como en lo familiar, lo político y todo lo relativo a la amistad se mantuvo firme en la idea de que vivir no es otra cosa que echar a andar. Y, parece, lo seguirá siendo.

Celebración del responso en la iglesia del cementerio. Celebración del responso en la iglesia del cementerio.

Celebración del responso en la iglesia del cementerio. / Javier Albiñana (Vélez-Málaga)

Tras la clausura de la capilla ardiente en el Ayuntamiento de Málaga, que tras haber permanecido abierta hasta las 23:00 del martes volvió a recibir a allegados y cómplices este miércoles desde las 9:00, los restos de Eugenio Chicano fueron trasladados al Cementerio de Vélez-Málaga, donde fue enterrado por expreso deseo dado su vínculo familiar con el municipio, especialmente a través de sus padres, que descansan en el mismo recinto. La lluvia que cayó durante la jornada concedió la tregua perfecta para que el acto no quedara deslucido, aunque resultaba paradójico, y al mismo tiempo extrañamente reconfortante, ver el cielo teñido de gris en la despedida del artista español que seguramente ha empleado el color con más valentía y determinación en el último siglo; daba la impresión de que el mismo azul Chicano que tanto había cultivado el lector en sus lienzos y grabados mostraba sus respetos así, en un segundo plano, haciendo notar lo mucho que va a haber que echarlo de menos.

La despedida entrañó una ceremonia sencilla, exenta de carácter multitudinario pero repleta de verdad en todas sus costuras. Los vecinos, aliados y conocidos que acudieron a compartir el dolor con la viuda de Chicano, Mariluz Reguero; y su hijo, Eugenio Chicano, lo hicieron con el corazón en la mano, sin poses ni imposturas. El alcalde de Vélez-Málaga, Antonio Moreno; y el de Málaga, Francisco de la Torre, encabezaban una representación institucional de signo político diverso e igualmente discreta, confundida con los vecinos y seres queridos, en una misma presencia de apoyo y pesar. Tras el responso celebrado en la iglesia del Cementerio, Chicano recibió sepultura en un hermoso recodo del mismo, junto a un pino y un naranjo, hasta conformar una estampa que sin duda el pintor pudo haber inmortalizado con su arte. Hubo lágrimas, abrazos, la convicción de que tocaba decir adiós a un gran hombre querido por muchos; pero también cundió, en no menor grado, la certeza de que su manera de ver, recrear y disfrutar la realidad seguirá intacta en quienes le conocieron. Y no existe legado más perfecto. Bien lo sabía María Zambrano, que escribió abundantemente sobre la misma cuestión y que ahora podrá conversar con un vecino a su altura.

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