Verdiales, la fiesta ancestral
57 Fiesta Mayor de Verdiales de Málaga
La Fiesta Mayor de Verdiales ha celebrado hoy su 57 edición con la tradicional competición en la que han participado 27 pandas de los tres estilos: Montes, Comares y Almogía

Cuando no existían los móviles, ni internet, cuando la televisión era un producto de lujo al alcance de muy pocos, cuando la vida en el campo era trabajo de sol a sol, las noches de fiesta estaban dedicadas, sin duda, a los verdiales. Las mujeres bailaban con sus faldas de vuelo y los hombres tocaban la guitarra, los platillos y el violín en veladas incansables repletas de cercanía y calor humano. La música venía de mucho atrás y la transmisión generacional la perpetuaba sin complejos. Llegaron tiempos difíciles en los que los referentes iban desapareciendo sin dejar un relevo bien armado. Pero nacieron las escuelas de verdiales y con ellas la revitalización del folclore más autóctono de la provincia. Ese que tiene su día grande cada 28 de diciembre. Hoy se ha celebrado la 57 edición de la Fiesta Mayor de Verdiales, organizada por el Ayuntamiento de Málaga. Un total de 27 pandas de los tres estilos participaron en el concurso.

Sobre el escenario instalado en el recinto ferial del Puerto de la Torre actuó la Panda Primera de Comares, una de las más antiguas formaciones de la provincia. Su miembro más veterano, Francisco Maroto, tiene 86 años. Pero también hay jóvenes, tres generaciones que mantienen vivo el espíritu fundacional. “Creemos que ahora los verdiales tienen mucho futuro, hay muchas generaciones nuevas, escuelas... está en auge”, consideró Juan Gómez, miembro de la panda. “Hubo una época que creímos que se iba a perder, parecía solo cosa de mayores, pero a raíz de crearse escuelas hay muchos jóvenes y cada vez se enganchan más”, agregó.
Su compañero, José María Moreno, subrayó que “esto no se puede terminar nunca jamás, es una cosa nuestra, de Málaga y tiene que seguir para adelante como sea”. Su panda, de estilo Comares, lleva el laúd y la bandurria como elementos diferenciadores. También el toque es diferente. “El nuestro lleva punteo y en Montes y Almogía la guitarra se toca rajeada”, señaló Moreno.
Preparados para actuar estaba también la panda de Mangas Verdes, “una de las más autóctonas”, como comentó uno de sus miembros. Se creó en 1983 y actualmente la componen 24 miembros. También tienen una escuela privada, la Venta el Boticario, y es allí de donde sale la cantera. Aunque, a veces, consideran “se está perdiendo un poco lo auténtico, la esencia”, esa fiesta espontánea que recorría los diseminados, los cortijos de los Montes para ofrecer música y baile a cambio, quizás, de un plato de comida o un aguinaldo.

Los jóvenes como Paola, Adrián o Ana María, de la Panda La Torre, no vivieron esos tiempos, ni accedieron de la misma forma a la fiesta. Aún así, son el presente y el futuro de los verdiales. De distintos puntos de Málaga ensayan en la Peña de La Paz y viven la panda como si de una familia se tratase. Ana María canta y es la más joven, tiene 15 años. El mayor es el alcalde, que ya ha cumplido los 80.
“Llevo desde los 7 años aquí y tengo 19. A mí lo que me atrae es la música y sus raíces, saber que es algo tan propio, totalmente malagueño”, comentaba ayer Adrián Ruiz. Y apuntó que, aunque su tatarabuelo era fiestero, sus antepasados dejaron a un lado los verdiales y ha sido él el responsable de retomar la tradición. En el caso de Paola Báez, su familia, aunque aficionada, no participaba de ninguna panda. Ella, cuando veía en el escenario a las chicas bailando quería ser como ellas. Encontró una escuela en Mangas Verdes en la que Isabel la enseñó a bailar la bandera y en pareja.

“Gracias a personas como ella, que dedican su tiempo libre a enseñar de forma altruista a los jóvenes, muchos hemos aprendido”, comentó. Para su compañera Ana María los verdiales se han escuchado desde que nació. “Me han educado en ellos y para mí es lo normal, mis abuelos y mis padres son fiesteros, así que he estado acostumbrada a esto”, apuntó en un lateral del escenario.
También bajo la carpa, viendo la actuación de una de las pandas estaba Virginia Gámez, nombrada este año Fiestera de Honor. “Mi padre se ha encargado de que me enamore de todo lo que suene a Málaga y desde pequeña he estado viviendo la fiesta, así que esto me supone una ilusión enorme, estoy muy feliz”, comentó la artista y confesó que “le tengo mucho respeto a los verdiales, no es fácil entrar en el compás”. Aunque más complicado es que esta tradición propia y ancestral se siga perpetuando en estos insípidos tiempos globales y aún así lo hace, y con fuerza, cada año.
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