Gamberreo con ambientador sentimental
Comedia, Estados Unidos, 2014, 109 min. Dirección: Nick Cassavetes. Guión: Melissa Stack. Fotografía: Robert Fraisse. Música: Aaron Zigman. Intérpretes: Leslie Mann, Cameron Diaz, Nikolaj Coster-Waldau, Deborah Twiss, Taylor Kinney, Don Johnson, Kate Upton, David Thornton. Cines: Málaga Nostrum, Vialia, Rosaleda, Plaza Mayor, La Verónica, Alfil, Miramar, La Cañada, Rincón de la Victoria, Ronda, El Ingenio.
Desde Algo pasa con Mary -y de eso han pasado ya 16 años- Cameron Diaz se ha convertido en el tontamente sonriente rostro de una de las variantes de la llamada nueva comedia americana, suma de estupideces y groserías de distinto calibre según los casos que ha encandilado no sólo al público más estragado por la contaminación audiovisual, sino tambien a una cierta crítica que, además de volver a confundir trasgresión con zafiedad y grosería en este revival pos-68 que padecemos, parece no resignarse a que le hayan tocado estos tiempos tan pródigos en basurillas, dedicándose a dignificar con complejos análisis y extravagantes nomenclaturas las cascarrias groseras o violentas que se ven obligados a ver y comentar.
Repasar la filmografía de Cameron Diaz -con sus cumbres en La cosa más dulce, Bad Teacher, Qué esperar cuando estás esperando o Noche y día- es un duro ejercicio de reflexión sobre la estupidez de una parte considerable del actual cine norteamericano y sobre el decaimiento de quienes algún día fueron grandes (porque también ha trabajado con Ridley Scott o Martin Scorsese) y desde hace años no dan pie con bola. En el caso de No hay dos sin tres estamos ante un mediocre director -Nick Cassavetes, hijo de John Cassavetes y Gena Rowland: el talento no es hereditario- cuya filmografía, tras un prometedor arranque con Volver a vivir, Atrapada entre dos hombres y John Q, ha dado tumbos desde el melodrama lacrimógeno de enfermedades (La decisión de Anne, también con Cameron Díaz), de amores adolescentes y otoñales (El diario de Noa) o de vuelta a la horrenda casa de la hija descarriada (Yellow) y el tarantinismo de la violencia extrema mezclada con humor negro (Alpha Dog).
En este caso da un nuevo bandazo -lo que no equivale a la maestría capaz de resolver bien géneros distintos- hacia la comedia gamberra basada en una trama convencional tipo El club de las primeras esposas: la venganza de las amantes que no sabían que lo eran y de la esposa que ignoraba el engaño contra el hombre que se burló de las tres. No atreviéndose o no queriendo ser tan gamberro como su público espera de estas películas, aunque no falten guarradas, Cassavetes empeora el mal olor de la comedia gamberra echándole ambientador sentimental.
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