Gamberreo con ambientador sentimental

Nikolaj Coster-Waldau y Cameron Diaz, en una escena del filme.
Carlos Colón

15 de junio 2014 - 05:00

Comedia, Estados Unidos, 2014, 109 min. Dirección: Nick Cassavetes. Guión: Melissa Stack. Fotografía: Robert Fraisse. Música: Aaron Zigman. Intérpretes: Leslie Mann, Cameron Diaz, Nikolaj Coster-Waldau, Deborah Twiss, Taylor Kinney, Don Johnson, Kate Upton, David Thornton. Cines: Málaga Nostrum, Vialia, Rosaleda, Plaza Mayor, La Verónica, Alfil, Miramar, La Cañada, Rincón de la Victoria, Ronda, El Ingenio.

Desde Algo pasa con Mary -y de eso han pasado ya 16 años- Cameron Diaz se ha convertido en el tontamente sonriente rostro de una de las variantes de la llamada nueva comedia americana, suma de estupideces y groserías de distinto calibre según los casos que ha encandilado no sólo al público más estragado por la contaminación audiovisual, sino tambien a una cierta crítica que, además de volver a confundir trasgresión con zafiedad y grosería en este revival pos-68 que padecemos, parece no resignarse a que le hayan tocado estos tiempos tan pródigos en basurillas, dedicándose a dignificar con complejos análisis y extravagantes nomenclaturas las cascarrias groseras o violentas que se ven obligados a ver y comentar.

Repasar la filmografía de Cameron Diaz -con sus cumbres en La cosa más dulce, Bad Teacher, Qué esperar cuando estás esperando o Noche y día- es un duro ejercicio de reflexión sobre la estupidez de una parte considerable del actual cine norteamericano y sobre el decaimiento de quienes algún día fueron grandes (porque también ha trabajado con Ridley Scott o Martin Scorsese) y desde hace años no dan pie con bola. En el caso de No hay dos sin tres estamos ante un mediocre director -Nick Cassavetes, hijo de John Cassavetes y Gena Rowland: el talento no es hereditario- cuya filmografía, tras un prometedor arranque con Volver a vivir, Atrapada entre dos hombres y John Q, ha dado tumbos desde el melodrama lacrimógeno de enfermedades (La decisión de Anne, también con Cameron Díaz), de amores adolescentes y otoñales (El diario de Noa) o de vuelta a la horrenda casa de la hija descarriada (Yellow) y el tarantinismo de la violencia extrema mezclada con humor negro (Alpha Dog).

En este caso da un nuevo bandazo -lo que no equivale a la maestría capaz de resolver bien géneros distintos- hacia la comedia gamberra basada en una trama convencional tipo El club de las primeras esposas: la venganza de las amantes que no sabían que lo eran y de la esposa que ignoraba el engaño contra el hombre que se burló de las tres. No atreviéndose o no queriendo ser tan gamberro como su público espera de estas películas, aunque no falten guarradas, Cassavetes empeora el mal olor de la comedia gamberra echándole ambientador sentimental.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último