EDITORIAL
Toda preparación es poca ante los temporales
Siete orejas, que pudieron ser más con espadas más eficientes, se repartieron El Juli, Miguel Ángel Perera y Eduardo Gallo, en Salamanca, los tres a hombros por la Puerta Grande, y con ellos el mayoral de la ganadería de García Jiménez, cuyos toros fueron también componente importante en las vibrantes faenas. Locura colectiva. Toros embistiendo, toreros arrancadísimos y público disfrutando como pocas veces. Clima triunfal.
Perera encarriló el festejo a partir de su primer toro, segundo de la tarde. Se puso directamente por el lado derecho sin probaturas previas. Y desde ese momento fue el acabose. El toreo arrogante y seguro, que surgía desde el valor y el sentimiento. Toreo de una consistencia muy especial. Gallo replicó firme y con mucho aguante. Mató en todo lo alto. El Juli salió como suele decirse a por todas en el cuarto, toro rebrincado. Faena de maestro en todos los órdenes. Con el otro toro estuvo discreto. Perera salió en el quinto a lo suyo, entiéndase otra vez la sutileza de los toques hasta conseguir meterse en los terrenos del toro. Y ya Gallo, mirando la Puerta Grande en el sexto, formó un verdadero alboroto con el capote, con largas cambiadas y ajustados lances a la verónica. En la muleta, arrimón, pasándose los pitones a milímetros del cuerpo. Exultante Gallo, no dejándose ganar la pelea por los consagrados.
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