¿Mea culpa?
tareas domésticas y otras mentiras
Ser madre en un tiempo de celeridad y lógica capitalista supone entrar en tensión y en contradicción
Cabe reivindicar otro tipo de maternidad, distinto al impuesto por el machismo

U NA de las cosas más bellas y liberadoras que concede el feminismo es aprender a dejar de pedir perdón por todo. Abandonar ese estado de hiperperdón donde se coloca a la mujer y que tantos privilegios otorga al hombre en la experiencia de la rutina, en el día a día, donde la mayoría de los mortales mide la vida y se mide. El camino no es fácil, llegar a esta afirmación cuesta mucho tiempo y esfuerzo; tomar conciencia sobre lo transitado, asimilar que el esquema perfectamente trazado es un espejismo, asumir que lo aprendido es sólo una parte de la historia, que el lugar que la cultura patriarcal dice que te corresponde es precisamente donde la oscuridad prevalece… Asimilar que debes deconstruir(te) para poder llegar a ser, o dicho de manera, pasar de estar en el mundo a ser en este mundo.
Ahora bien el mayor peso en esa mochila con la que toda mujer nace y de la que difícilmente logra desprenderse, en su totalidad, reside en la culpa. El patriarcado es un modelo casi perfecto -en ese casi están nuestra esperanza y resistencia- que lleva siglos reinventándose, firmando alianzas con modelos económicos y políticos, buscando aliados que aseguren la cultura machista y mecanismos de control sobre la vida de las mujeres. La religión le ha ofrecido muchos de estos parámetros y le ha sido eficaz en cualquier geografía. La culpa, asunto que el catolicismo ha incorporado a nuestra naturaleza, es uno de los elementos más determinantes e hirientes en la vida de las mujeres, especialmente, como pieza fundamental en esa tríada compuesta por la esfera pública, lo privado y la maternidad.
La maternidad hace saltar por los aires la identidad propia y colectiva. En esa suerte de estado de vulnerabilidad y tránsito -de fricción entre dos mundos, el de entonces y el de ahora, como si fueran dos placas tectónicas- es cuando aparece con voracidad la culpa. Culpa por la incorporación laboral. Culpa por el abandono de los hijos e hijas. Culpa por la carencia de cuidados en el entorno familiar. La culpa por la culpa. Una culpa cuyo peso no sólo hace que nuestro avance sea más costoso, en todos los planos posibles, sino que hace que nuestro mundo se haga más pequeño y por ende nuestras aspiraciones. La culpa hace que muchas mujeres terminen regresando al ámbito familiar para ocupar el lugar que les corresponde. Eso sí, la culpa permanece, con otro sabor y otra piel. Pero prevalece. El patriarcado tiene muy claras las reglas de este juego y quienes van a salir siempre perdiendo.
lógica patriarcal
En el ensayo Las manos de la madre. Deseo, fantasmas y herencia de lo materno, (Anagrama, 2018), el psicoanalista Massimo Recalcati aborda un interesantísimo recorrido por las diversas figuras simbólicas maternas y su efecto en el acontecer de las mujeres, con la hoja de ruta de la herencia; figuras extraídas a partir de conversaciones con pacientes, combinadas con otras provenientes de la literatura, el arte, el cine y la Biblia. Este libro analiza las diversas patologías en torno a la maternidad, patologías inducidas por las construcciones sociales y culturales y auspiciadas por la ideología patriarcal -la madre narcisista, la madre cocodrilo, el martirio, la angustia, la violencia y resignación, Medea,…-, pero este libro también es un canto, repleto de belleza y sabiduría, a la maternidad más real y generosa. Un libro que busca colocar a la madre en el lugar que le corresponde, alejada de representaciones naturalistas y lógicas capitalistas.
Para Recalcati, la madre es "el nombre del Otro que tiende sus manos desnudas a la vida que viene al mundo, a la vida que, al venir al mundo, invoca el sentido"; esta definición de tintes freudianos nos lleva a otro plano muy interesante que también aparece en el libro, la madre como elemento que trasciende a la propia maternidad, la madre como conjunto indisoluble compuesto de ecos, huellas, memorias, deseos, anhelos y ambiciones. Una madre que logra romper con la cartografía de imágenes subyugantes que la historia patriarcal impone, una madre que logra romper con la narración oficial que reduce a la mujer a madre.
Ya en la introducción inserta esta sugerente cuestión: "¿Qué queda cuando convertirse en madre deja de ser el destino natural de la mujer para pasar a ser una elección en libertad que decide sus tiempos gracias al apoyo de la ciencia y el derecho?", que va de la mano de reflexiones que contrastan objetos simbólicos con realidades, asimetrías que tienen una clara consecuencia en la vida de las mujeres en esta época hipermoderna. En un momento como el actual, de clara revolución simbólica, en el que se reclaman, con urgencia, otras construcciones sociales y culturales, la figura de la madre es la que posiblemente mayores focos acapara. Ser madre en un tiempo de celeridad y lógica capitalista supone entrar en tensión y en contradicción, contradicción entre la entrega al cuidado y la necesaria afirmación personal. Al igual que trabajamos para que la analogía mujer/madre desaparezca, debemos reivindicar otro lugar para la maternidad, distinto al que nos ha impuesto la cultura machista y sus construcciones culturales y restaurar la valía de sus funciones, tan maltratadas por la influencia del cine, los mitos o la mirada artística. "Los cuidados maternos, al contrario de lo que sucede en todas las esferas de nuestra vida individual y colectiva, nunca son anónimos, genéricos, protocolarios, estándares; nunca se insistirá lo suficiente acerca de la importancia de la atención materna que nunca es cuidado de la vida en general, sino siempre y únicamente cuidado de una vida en particular".
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