"El capitán Nemo es un personaje muy político, casi una especie de Ben Laden"

manuel gregorio gonzález. escritor

El autor analiza en 'Los seres agónicos' el porqué de la pervivencia de algunos mitos más allá de su época Frankenstein, Mata-Hari o Lawrence de Arabia aparecen en el ensayo

Manuel Gregorio González (Sevilla, 1970), fotografiado hace unos días.
Manuel Gregorio González (Sevilla, 1970), fotografiado hace unos días.
Braulio Ortiz

30 de junio 2014 - 05:00

Interesado en "el porqué de ciertas fascinaciones perdurables", en el motivo de la pervivencia de unos personajes que trascendieron su época y arraigaron en la memoria colectiva, el ensayista y crítico Manuel Gregorio González se aproxima en Los seres agónicos (Berenice), su nuevo libro, a unos cuantos mitos célebres que enfoca desde una nueva luz. En estas páginas, el colaborador del Grupo Joly, ganador del Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías por Don Álvaro Cunqueiro, juglar sombrío, analiza cómo una figura de contornos demoniacos como Drácula se asoma al fin de una era, desposeído de su linaje y amenazado por una civilización que batalla contra las viejas creencias; Mata-Hari brinda en sus bailes la evasión de un Oriente soñado e inverosímil mientras concibe un nuevo modelo de mujer, o Jack el Destripador propaga un terror al que no se le puede poner rostro, un escalofrío inaugurado en la vasta confusión de las ciudades.

-Los personajes elegidos coinciden en ser ángeles caídos enfrentados a un mundo en transición.

-Por un lado, los personajes resumen la desaparición de un mundo, y por otro traen el germen de lo nuevo. Drácula es un ser en franca retirada, incluso física. Sus captores son la nueva burguesía, la nueva clase industrial, que persiguen a esa criatura medieval y teológica hasta su propia cuna, y allí lo exterminan. Con Jack el Destripador estaríamos ante el caso contrario: la emergencia de una criatura de nuevo cuño, un criminal aleatorio que se esconde en el anonimato que propician las grandes urbes y descubre el crimen puro, sin motivo aparente, que puede matar sin ser visto y sin que se le incrimine.

-Los crímenes del Destripador coinciden con el éxito de Estudio en escarlata. En la realidad, un asesino pone en entredicho los métodos de Holmes.

-Sí, Jack el Destripador demuestra las deficiencias de la criminalística moderna, basada en la inducción, que defendía Conan Doyle. Este señor [el Destripador] salió impune, se rio de la policía, del pobre inspector Abberline y de muchísima otra gente, y propagó el terror de modo masivo, que es otro de los fenómenos que trae. El criminal ya cuenta con la difusión del periodismo, hay un historiador que sostiene directamente que el Destripador fue una invención del periódico The Star para aumentar la tirada. No creo que fuera así, porque los crímenes existieron y los cometió alguien que deseaba la publicidad, con esa escritura constante a la policía en la que se reía incluso de los intentos que ésta hizo para descubrir la identidad del criminal sirviéndose de médiums.

-Usted resalta una curiosidad: todo el mundo asocia el nombre de Frankenstein a la criatura cuando era el del médico. El monstruo conquistó al público, sostiene en su ensayo, porque su soledad y su estupor son los del hombre.

-Creo sinceramente que ése es el motivo por el que se recuerda por el nombre de Frankenstein a la criatura, cuando en la novela ésta no tiene nombre. Lo del moderno Prometeo se ha quedado muy antiguo: a principios del XIX, cuando se publica el libro, existe el miedo a la ciencia y a orillar todo el componente sagrado, pero nosotros que hoy vivimos en ese mundo que temía Shelley nos sentimos retratados en la orfandad radical de ese monstruo. Es un nuevo Adán, sin culpa alguna, al que persiguen sus dioses, que se encuentra un paraíso hostil del que es arrojado. Aunque se ve impelido al mal, el monstruo es leal hasta las últimas consecuencias; cuando su creador muere, él se da muerte. Es el más humano de todos los seres que hay en la novela.

-En los textos alude ocasionalmente a algunas películas que se hicieron de Frankenstein o de Drácula, pero su análisis se limita a la fuente original, a los libros.

-Muchas versiones han desvirtuado a los personajes, porque cada época hace su lectura, y digamos que la parte más truculenta de Drácula o de Frankenstein es la que ha primado. Ocurre algo curioso: la lectura más infiel la hace Coppola, que se atiene al original y sin embargo presenta al conde como un romántico, dándole una categoría moral al monstruo que no tenía en la obra. Con este ensayo quería, sobre todo, tratar de revelar por qué nacen algunos mitos, y cuál ha sido su camino.

-En muchos casos, los personajes han perdurado en el imaginario colectivo con un perfil más amable o más simplón. Usted recuerda que Nemo, por ejemplo, es un rebelde, un expatriado, una víctima de la colonización.

-Lo que sucede es que muchos de estos personajes los hemos conocido por el cine o por lo que leímos de muchachos. Cuando te reencuentras con Nemo, ves que es una figura política en sentido estricto. Es un cabecilla armado, que se había rebelado contra la ocupación de su país y que acude a la ciencia y al saber de sus ocupadores para derrotarlos. Podría identificarse un poco con un Ben Laden, ese tipo de aristócrata oriental que acude a la ciencia de sus enemigos para derrotarlos. Nemo no es un demócrata en busca de la libertad, igualdad y fraternidad francesa. Es un príncipe indio que lo único que quiere es que se vayan los que colonizaron su país. También es un personaje profundamente romántico, alguien en constante lucha con las fuerzas de la naturaleza.

-También explora las contradicciones de Lawrence de Arabia: un héroe que sabe que su empeño es vano, que se siente un impostor tanto disfrazado de beduino como de inglés.

-Eso está originado por la propia erudición orientalizante que se genera en el siglo XVIII, el XIX o el XX, pero sobre todo el XVIII. Todos marchan a Oriente con una idea muy determinada de lo oriental, creyendo que van a hallar una suerte de pureza, una naturaleza incontaminada y un hombre sin civilizar, porque la sociedad industrializada lo imagina como una contraposición a la ciudad, a la industria. Lawrence piensa que va a encontrar eso, y que gracias a sus saberes arqueológicos, etnográficos, va a revelar la verdadera naturaleza de lo oriental. Pero eso siempre se le escapa. Se encuentra con una terrible sensación de impostura y de soledad, teme que los orientales fingen para los occidentales, se ocultan de ellos.

-Hablando de fingir, Mata-Hari es otro de los personajes que analiza.

-A Mata-Hari, que al parecer como espía era muy torpe, la sacrificó el servicio secreto para preservar a agentes más valiosos. Pero su genialidad es que, siendo una señora holandesa que se divorcia de un militar, se inventa un Oriente y unas danzas orientales, un pastiche para occidentales que lleva a París como el misterio de lo exótico. Es asombroso que a través de eso consiguiera subyugar a toda Europa. A eso hay que sumarle su labor como espía, y un tercer aspecto: la consideración de la mujer como entidad sangrienta, peligrosa. La figura de Salomé que Wilde lleva al teatro, una mujer sexuada y ambigua que interesa también a Klimt, a Gustave Moreau, a Anglada Camarasa y que atraviesa todo ese fin de siglo. Posiblemente eso tenga que ver con el acceso de la mujer al trabajo y a una independencia que antes no tenía.

-Termina la semblanza de Mata-Hari diciendo de ella que es "un ángel carnívoro quien baila". Hay muchas frases del libro que son verdaderos versos.

-Hay un intento de escribir de modo lírico, porque creo que mientras mejor se escribe más se dice. El ensayismo y cierto rigor formal se complementan, como ha demostrado el gran ensayismo del siglo XX.

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