Cultura

Pablo Alborán regresa a "su casa" para llenar de amor cada rincón del Teatro Cervantes

Pablo Alborán, este lunes, al piano en el concierto celebrado en el Teatro Cervantes.

Pablo Alborán, este lunes, al piano en el concierto celebrado en el Teatro Cervantes. / Javier Albiñana (Málaga)

Todas las entradas vendidas, expectación y unas ganas tremendas del reencuentro en ambos sentidos. Pablo Alborán quería reconectar con su público malagueño y su legión de seguidoras estaba más que emocionada de volver a tener bien próximo a uno de los músicos que más enorgullecen a Málaga. Más aún en este formato de teatros, cercano e íntimo, con ese sonido sobrecogedor que puso la piel de gallina en el Teatro Cervantes, que hizo vibrar el corazón y alcanzó a cada rincón del principal escenario de la ciudad. 

Cuando solo restaban minutos para el comienzo del concierto, la gente aplaudía los avisos, silbaban y elevaban la voz locas por gritar y aplaudir a su artista favorito. Se apagaron las luces con bastante puntualidad y su guitarra acalló todo murmullo. El primer ¡guapo! de la noche, vendrían muchísimos más, se lo regalaron en la primera estrofa de Hablemos de amor.

Solo ante el micrófono, con camisa, pantalones y zapatillas claras, inició un espectáculo de escenografía minimalista y cuidada, con pantallas que dejaban ver cada detalle de su cara. Sin presentación enlazó con la segunda canción, Desencuentro.

"Muy buenas noches, Málaga", dijo dirigiéndose por primera vez al público, con el que mantendría guiños constantes a lo largo de la noche. "No sabéis lo que significa estos para mí", comentó. "El primer concierto al que fui fue aquí, el segundo también, me parece súper emocionante y a la vez surrealista poder estar en casa, con la familia", dijo y prometió dejarse "la piel por mi casa, por mi tierra". Y lo hizo, no cupo ninguna duda. 

Tras el saludo se sentó al piano para tocar Ecos e invitar al público a cantar los coros. Su voz fue y seguiría siendo durante todo el concierto la inmensa protagonista, alcanzando a cada butaca del teatro. Con la canción Que siempre sea verano arrancó los oles entregados cuando alargaba las estrofas hasta casi lo imposible.

"Guapo, qué locura eres por Dios, que no se puede aguantar", le gritaron desde el público. Tanto vino después y con su tono íntimo llenó de emoción al público, que cantó con él el estribillo. Volvió a la guitarra, le acompañaron sus tres músicos a las cuerdas y la percusión para cantar Miedo. Y el público, lo hizo con sus medios, tocando palmas y cantado desde el patio de butacas, las plateas y el paraíso. El ritmo de La escalera hizo bailar en sus asientos al respetable.

El malagueño se entregó a fondo en todas sus canciones. El malagueño se entregó a fondo en todas sus canciones.

El malagueño se entregó a fondo en todas sus canciones. / Javier Albiñana (Málaga)

"¿Cómo vais, familia?", preguntó Alborán y aseguró que "cada vez que vengo a casa encuentro refugio y no quiero irme de aquí jamás". A todos aquellos que le dieron sus primeras oportunidades, cantando en bares con su guitarra, quiso agradecer el apoyo. "Málaga siempre me agarró la mano y me dijo para arriba, para adelante", comentó poco antes de arrancarse a decir con una coplilla "Te amo" a la ciudad que lo vio nacer como cantante. 

Con Saturno sacaron las linternas de los móviles y llenaron de luz el teatro. También de gritos con cada cabriola de sus cuerdas vocales. Castillos de arena, una de sus últimas canciones, le siguió en su repertorio y fue recibida con el mismo entusiasmo.

A la guitarra continuó con Pasos de cero, acompañado de sus músicos. Volvió entonces a dirigirse al público para dedicarle el siguiente tema a su amiga Bego. "Las canciones nuevas siempre se las enseño a mi familia, a mis sobrinos, a mis padres, también a mis amigos", explicó. "Poníamos mis primeras maquetas en el coche rojo de Bego, recordó, bajábamos las ventanillas y pensábamos que era la mejor promoción que podíamos hacer", contó al público. "Y sentí que nada malo podía pasar estando a tu lado", dijo emocionado antes de comenzar a cantar Si hubieras querido.

Llegó el momento de Perdóname y alguien le pidió que cantara en el pasillo. No llegó a tanto pero se sentó en el escenario para estar más cerquita. Enlazó con De Carne y hueso y le entregaron flores cuando se aproximó al público. Ya llevaba una hora de concierto y todavía quedaba mucho por cantar. Con Seré continuó un espectáculo sin pausa ni prisa, con mucha simpatía, con ganas de estar y ser Pablo Alborán sobre las tablas de su teatro. Enlazó con Volvería. Luego preguntó al público si cantaba algo nuevo y no cabía un no por repuesta. "¡Qué bonito, qué bonito!", le dedicaron. 

Solamente tú, su primer éxito, la canto al piano, despacito, deleitándose, arrancando un gran aplauso. Le siguió Prometo. Tras el recogimiento esos temas se desataron las palmas con Dicen y medio patio de butacas se puso en pie. Y siguió con Tabú, otro tema que invitaba a bailar. La fiesta ánimo todavía más al público, que cada vez le costaba mas estar sentado.

Con el bloque más bailongo se despidió del público y presentó a su equipo, después de hora y media sin parar de cantar. Estaba claro, nadie quería que se fuese. Le pidieron otra y otra y volvieron a salir al escenario. No se esperaba menos.

Sobreviviré, la versión de Alborán del tema de Manzanita, fue el primero del tiempo de descuento. Quien fue la siguiente canción. Y como guindas en el postre, Te he echado de menos y Llueve sobre mojado, ambas sentadas en el piano, fueron  el culmen de casi dos horas de directo dedicadas al sentimiento más antiguo y universal, el amor.

"¡Arriba que nos vamos!", pidió, y con el público de pie, bailando y cantando se fue dejando un gran sabor de boca y sabiendo que aquí tiene el hogar al que volver y ser siempre acogido con brazos abiertos.

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