Pedro Casablanc: "El teatro siempre conlleva más implicación ética, moral y artística que actuar ante la cámara"

Pedro Casablanc, en escena.
Pedro Casablanc, en escena. / M. H.

Málaga/A Pedro Casablanc (Casablanca, 1963) ha podido observarlo el espectador batirse el cobre en los registros más insospechados, sin embargo, si algo se le ha venido repitiendo a lo largo de su trayectoria, como el susurro de una musa que reniega de abandonar a su creador hasta que lo materialice, ha sido todo lo relacionado con el universo valleinclanesco. Los próximos viernes y sábado, en el Teatro del Soho Caixabank, Casablanc volverá a servirse del ambiente decimonónico que embarga al creador del esperpento, aunque a través de un prisma distinto al acostumbrado, como es la biografía sobre éste que se echó a la pluma Ramón Gómez de la Serna, y cuya adaptación han realizado Xavier Albertí en lo referente a la dramaturgia y Mario Molina en lo musical.

Al margen de lo que le ocupa ahora, conoce bien la vida y obra de Valle-Inclán. ¿A qué se debe esta inclinación por el personaje?

En realidad, empecé a acercarme a él de forma casual. Es como si en vez de elegirlo yo me hubiera elegido él a mí. A finales de los 80, llegué al Centro Andaluz de Teatro, en Sevilla, que acababa de ser inaugurado, y representé por primera vez una pieza suya, Ligazón, que forma parte del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, y estuve de gira por toda España. A partir de ahí, he tenido la suerte de representarlo muchas otras veces. A mediados de los 90, por ejemplo, entré al Teatro de la Abadía de Madrid y volví a hacerlo. Luego, hice una gira por México representando Tirano Banderas acompañado de actores locales, y también las Comedias Bárbaras, dirigida por Bigas Luna. Lo más personal ha sido la dirección de un cortometraje, Sacrilegio, que está ahora pendiente de nominaciones para los Goya en la Academia de Cine. Hasta que, en un momento dado, Albertí me llama y me propone hacer la biografía de Valle escrita por Gómez de la Serna. Inmediatamente dije que sí. Valle es un personaje al que cada vez admiro más y cuya figura va acrecentándose dentro de mí. La lástima es que todavía no es lo suficientemente conocido como debería.

¿Piensa que esa expansión puede llegar a producirse?

No. Nadie va a reclamar a Valle. Eso es una utopía, una entelequia (ríe). Sólo algún que otro loco como yo lo hace. En los institutos y escuelas de arte dramático se enseña, pero desgraciadamente se enseña mal. Se obliga a los chavales a leer Luces de Bohemia y ya está. No se exponen los entresijos, ni el contexto histórico, ni la crónica política y social que hizo de su momento. La gente sabe que Valle-Inclán fue un señor con gafas y barba larga. Como mucho que era manco. Nada más. Por otro lado, es verdad que haciendo el espectáculo conecto mucho con el público, sobre todo gente joven que apenas lo conoce y que acaba interesándose. Eso es algo que para nada me esperaba. Si con esta obra consigo que los que no lo hayan leído lo hagan, para mí será un triunfo. Aunque, como digo, soy pesimista al respecto.

Pasando ahora a lo que nos ocupa. ¿Cómo surge la idea de añadir un acompañamiento musical a una obra de estas características?

Albertí es un gran músico, y al leer la biografía supo que podía adaptarse muy bien a algunas composiciones musicales, concretamente a las de Enrique Granados y Beethoven, para armar una buena puesta en escena. Es más, cuando él me lo propone y me dice que va a estar Mario Molina al piano, sin lo que la obra, pienso, no habría tenido sentido, le pido que me gustaría cantar, algo que no había hecho nunca en escena.

Se dice que Valle murió arruinado, sin embargo, usted sostiene que simplemente era derrochador. Trazando ahora un paralelismo que nos de paso a la experiencia del oficio. ¿Qué considera peor a la hora de actuar la falta de talento o el exceso de confianza?

Creo que hay mucha autocomplacencia, autoconfianza y mucho ánimo de creer que se es la divina papaya (ríe), como dicen ahora los adolescentes, cuando realmente hay una falta de conocimiento y de talento importante. No todo el mundo, claro.

Alguna vez ha dicho que se debe apostar más por el teatro literario. ¿Qué obras echa de menos?

Echo en falta las obras de los grandes autores de la literatura española como Machado, Benavente, Echegaray, que ha sido muy denostado, o incluso los Quintero. También el propio Valle. Tenemos una literatura española interesante que no pasa por el teatro. Está muy bien que podamos representar a autores contemporáneos, pero nos debemos a nuestra tradición; tenemos derecho a conocerla.

Ahora que no nos escucha nadie... ¿Cree que sobran algunas de las contemporáneas?

No creo que sobre nada como tal. Todo es válido de representar. Lo que no se puede hacer es olvidar a los que nos precedieron, si no el asunto se queda cojo, mermado. También es verdad que cierto teatro se apoya muchísimo y no siempre tiene interés. Más bien obedece a la complacencia de amistades, de círculos de influencia y hasta a intereses políticos.

¿Establece diferencias a la hora de actuar sobre las tablas y ante las cámaras o es capaz de verlo como un mismo oficio?

Es complejo porque se supone que son la misma cosa pero a la vez no tienen nada que ver. Digamos que a mí me gusta representar obras de teatro debido a que son oportunidades que duran una hora y pico, ante un público que te observa y para el que desarrollas tu oficio en soledad, apoyado por tu cuerpo, tu voz y tu emoción; el patio de butacas es tu objetivo. La diferencia con el audiovisual es que ese potencial en este caso lo desarrollas en un lapso temporal más breve y frío, te dicen acción y corten, y tienes que someterte a unas normas de fotografía, de luz, marcas en el suelo... estableciendo diálogos, largos o cortos, con destino a la cámara. En este nivel todo es más pequeño. Y probablemente más fácil.

¿Y a la hora de meterse en el personaje en ambos formatos calan igual?

En el teatro siempre hay más implicación ética, moral y artística. Muchísima más. Aunque esa profundización depende del tamaño del papel. En el teatro ya no hay grandes repartos y, por tanto, tampoco papeles pequeños; lo que realmente quieren los productores es a tres o cuatro actores que hayan salido antes en televisión y que todos tengan el mismo peso, porque la gente va a ver a los famosos. Y eso deriva en hacer monólogos. De esta forma, si a mí me llegara un papel pequeño de teatro probablemente no lo haría, ya que implica un esfuerzo enorme: actuaciones, giras... En formato audiovisual sí puedes permitirte hacer un día de rodaje, la implicación es menor en los papeles modestos: te preparas tus líneas, ruedas y te olvidas del producto hasta el estreno. No pasa lo mismo con los protagonistas tanto en series como en cine, que he hecho menos, pero cuando se han dado la implicación ha sido importante.

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