Vicente Verdú. Escritor y periodista

"La Red elimina al intermediario, y eso incluye al político"

  • El autor de 'La hoguera del capital' pronuncia hoy en el Rectorado a las 19:30 la conferencia 'Cómo acabar de una vez por todas con la cultura'.

La conversación con Vicente Verdú (Elche, 1942) es fluida e imprevisible como la misma vida, y acaba transitando los territorios más dispares. El autor de No ficción (2008) y La hoguera del capital (2012) entre otros muchos títulos, referencia clave de la crítica literaria y el periodismo cultural en España, participa hoy a las 19:30 en el Rectorado en el ciclo de conferencias con el que la Escuela de Arquitectura de Málaga celebra su décimo aniversario.

-¿Qué medida es más eficaz para acabar con la cultura, subir el IVA al 21% o devolver el Quijote a las escuelas? Woody Allen no contempló ninguna de las dos.

-Una de las formas rápidas de acabar con la cultura es desde luego devolver el Quijote a las escuelas, sí. La Celestina, el Lazarillo y el Quijote han hecho mucho daño. Lo de Pérez-Reverte me parece una cosa muy interesada, más aún después de haber publicado su libro de corta y pega.

-¿Y qué quedará después?

-Lo que me interesa es el fin de la cultura, al menos tal y como se entiende en Europa, en su acepción más cercana al culto. En EEUU, por ejemplo, ha predominado la otra acepción del término, la de cultivar y cultivarse, que fue también la más extendida en la Grecia clásica. En EEUU optaron por esta interpretación porque, como había sucedido en Grecia, allí partían de la nada. Y por eso se pusieron a hacer cine no para que la gente fuera a las salas a pensar ni a retorcerse de dolor, sino a divertirse. Mientras en Europa se trataba el asunto del happy end de manera peyorativa, la mayor preocupación de los americanos era ser felices. Luego hubo escritores estadounidenses como T. S. Eliot y como Henry James que vinieron a vivir a Europa precisamente porque llevaban mal que allí la cosa estuviera tan secularizada, mientras que aquí podían disfrutar de una posición más de culto. Durante el siglo XIX Europa experimentó un proceso de consagración del escritor como creador: la Revolución Francesa había entronizado a la razón como nueva divinidad, pero la misma terminó usurpada por la creación. Ahora, es esta interpretación de la cultura la que llega a su fin: las instituciones se difuminan, los críticos no son respetados, las publicaciones culturales desaparecen y el consumo cultural adquiere una posición de horizontalidad respecto a otros consumos.

-Pero cunde el mensaje de que las industrias culturales generan beneficios y crean empleo.

-Sí, pero en el sentido del que hablamos. En el otro, las editoriales van fatal, los periódicos han perdido su prestigio y la industria del cine hace películas de acción para sobrevivir. Piensa que el libro, que es un objeto muy del siglo XIX, o quizá de poco antes, requiere mucha atención: en el libro no hay amor ni odio, eso lo tiene que poner el lector de su parte. Pero en el cine de acción todo consiste en sentarse y dejarse llevar.

-Aun así, ¿sigue necesitando la interpretación de la cultura como cultivo del sentido de la cultura como culto para existir?

-En esto pasa como en otros ámbitos. El consumo está diversificado porque hay gustos diversificados. Hubo una época en la que nos fascinaba el Prêt-á-porter, que permitía un mayor consumo de moda a precios más bajos, pero a la larga la gente empezó a pensar que todos vestían igual. La industria textil detectó aquello y empezó a crear productos diferenciados. En el sector editorial pasa igual, hay consumos masivos pero también públicos que prefieren productos más exquisitos, en el sentido del gusto, no porque sean más intensos. Y las pequeñas editoriales satisfacen estos gustos. Esto no pone en cuestión el valor de las cosas: cada uno consume lo que quiere, pero ya no hay un consumo de alto nivel y luego los otros. No es aquello de cuando venía la Susan Sontag, tan divina, y nosotros aquí, pobres, leyendo lo mismo.

-Pero, ¿podría ejercer una devaluación la actual explosión de creadores y su conquista digital?

-No. Cuando hay un sistema consolidado y firme hay menos innovación, pero en una crisis como la actual hay tantos creadores en literatura como innovadores en física, en química y en aplicaciones móviles. Todo el mundo busca salidas para crear mercados porque la gente, también en periodos de crisis, se muestra más sensible a las innovaciones, ya se llamen Podemos o como quieran. En un sistema desencajado todo se resuelve en partículas, pero éstas han de ser novedosas para que se vean.

-Igualmente, ¿no podría el exceso de oferta frustrar las ansias de innovación de los consumidores?

-Insisto, lo que la gente quiere es novedad. Los católicos quieren un Papa Francisco, los ciudadanos quieren otra justicia, los votantes otros políticos. No deja de ser una paradoja que el rasgo más común de nuestro tiempo sea el interés de la gente en parecer distinta.

-¿En qué medida forma parte esa paradoja de la lógica capitalista? ¿Era previsible hace diez años?

-El capitalismo es el sistema por antonomasia. Ha sabido reconvertir en cada momento desde sus orígenes. La idea de la obtención del mayor beneficio al menor coste está tan dentro de nosotros que casi se confunde con la naturaleza. De hecho, en EEUU hay ya una amplia bibliografía sobre el modo en que el capitalismo imita a la naturaleza y repite sus ciclos. Es posible, entonces, que el capitalismo sea ya otra cosa, pero lo cierto es que el término comunismo ya está desprestigiado, igual que el de liberalismo, al menos en el sentido de Adam Smith, o en un sentido peor incluso que el de Adam Smith.

-Me citaba antes a Eliot y a James, pero Nabokov hizo el camino inverso. ¿Es todavía la cultura estadounidense una Lolita para la aturdida vieja Europa?

-Yo viví en EEUU tres años y me traje una idea que escuché allí: Europa es un tercer mundo elegante. Eso de que haya que esperar tanto tiempo para que, por ejemplo, empiece a bajar el precio de la vivienda, allí es inconcebible. Si tiene que bajar, se baja y ya está. Aquí hay una burocracia que allí resultaría inadmisible. En EEUU algo como la diplomacia no existe, por eso se comportan tan mal en su política internacional.

-La elegancia nos da cierta ventaja respecto a China: podrá ser el primer mundo, pero no se muestra, digamos, muy elegante.

-Bueno, claro, hay diferencias. EEUU es el país del mundo que más dinero ha invertido en el desarrollo de una cultura pop desde la Segunda Guerra Mundial, y por eso toda la cultura pop del planeta es norteamericana. Pero un creador chino no quiere ser reconocido en su tierra, sino que mira a Occidente: lo que desea es ganar un Oscar o el Nobel. Aunque decir que la cultura oriental no intervenga quizá sea mucho decir. Creo que Occidente ya está bastante harto de sí mismo. Eugenio Trías escribió con Rafael Argullol un libro muy revelador al respecto, El cansancio de Occidente. Siempre ha habido muchas chinadas, recuerda las decoraciones del siglo XIX y el éxito de la religión y la gimnasia en el siglo XX. Por no hablar de la comida fusión de ahora.

-Con respecto al periodismo, ¿cuál es el problema: el papel, internet o hacer buen periodismo?

-El problema es que lo de leer ya no se lleva. Es pesadísimo. Hay que concentrarse demasiado, meterse en una verticalidad muy aparatosa. ¿Qué periodismo lee la gente? Titulares y noticias de internet. Para la lectura en profundidad hay que tener tiempo y concentración, por no hablar del conocimiento, y más aún de la constancia de que ese conocimiento tendrá una permanencia. La tendencia actual va por un camino muy distinto. No creo que tengamos futuro, salvo el de la noticia breve y muy rápida. Estamos audiovisualizados, no literalizados. Y que conste que soy el primero que se resiste al cambio, que yo he vivido de esto y ya no veré ninguna recompensa en el cambio.

-¿No queda más que rendir el castillo a las redes sociales?

-Ése es el modelo de sociedad que no sabemos cómo se gobierna. Ni Podemos, ni nadie. Todo aquello de la democracia representativa está ya liquidado. Con la Red desaparece el comercio, el préstamo financiero, la inversión de tiempos, hasta el uso del taxi. Los intermediarios quedan eliminados, y eso incluye a los políticos.

-Pero hasta Podemos se identifica ya con la socialdemocracia.

-Eso delata una crisis distinta. ¿Cómo se les ocurre venir con eso?

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios