Reluce en Salamanca la espléndida tauromaquia de Miguel Ángel Perera

J. Miguel Núñez (Efe) / Salamanca

16 de septiembre 2008 - 05:00

Tres orejas, que debieron ser cuatro si el presidente no le disimula claramente una de su primer toro, fue el balance de Miguel Perera, ayer en Salamanca, en una corrida espléndida precisamente por la magnífica exposición que hizo en ella de su tauromaquia. Aceptables aunque mansos toros de Vellosino.

El primer toro de Perera estuvo a la contra, pero el torero lo metió en vereda. Desde unos lances a pies juntos ceñidos y pasando por un quite por gaoneras, Perera cubrió el primer tercio a la perfección. Silencio de expectación por algo memorable que había de venir. Y en la misma apertura tomó vuelo la faena, en el toreo por la derecha. Dos series de tres y cuatro muletazos, respectivamente, muy entrelazados y por abajo. La tercera tanda, ligadísima y en un palmo, fue de no va más. El toro se quiso rajar, pero Perera procuró que en la huida se encontrara la muleta, disuadiéndole de las querencias. Lo rindió en un circular interminable, obligándole a pasar dos veces por el mismo sitio sin romper el círculo. La locura. No se entiende cómo el presidente se atrevió a reconocer aquello con una sola oreja después de matar a la primera y con la plaza blanca de pañuelos.

La faena al sexto fue distinta. De mando en la primera parte y de excelsa torería en lo que vino después. Toreo de confianza en sí mismo y de especial aroma. Los parones y frenazos finales del toro los resolvió Perera haciendo lo que se llama el parón, ni más ni menos que obligándole a ir y venir a su alrededor dibujando en el recorrido lazos y nudos de una tremenda emoción. Estocada otra vez hasta la bola y las dos orejas.

De Aparicio hay que decir que se preocupó mucho de hacer todavía más inservibles sus dos toros, dejando que los masacraran en el caballo. Ni quiso ni pudo.

Morante, otro que tal baila. Se escudó en la falta de entidad de su primero para no pasar de las apariencias. Y en el rajado quinto estuvo sólo en los detalles, aislados y a todas luces insuficientes.

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