Los indios del Salvaje Oeste conquistan el Museo Thyssen
La pinacoteca exhibe hasta marzo una exposición temporal "inédita en Europa" con 125 piezas relacionadas a nivel artístico y antropológico con los nativos americanos y su cultura
La legión invencible, Desierto salvaje, Sitting Bull, Cimarrón, Bailando con lobos, Pocahontas. Basadas en hechos reales o no, todas están películas, en su mayoría pertenecientes al género western, han alimentado la imagen que se tiene hoy día del Lejano Oeste, ese edén poblado de grandes y verdes praderas, sacudido por el galope de los búfalos, donde el nativo americano vivió en armonía con la naturaleza. Sin embargo, si nos alejamos de la leyenda creada en filmes o libros, observamos a una civilización devastado por los colonizadores y sus huellas: guerras, enfermedades, imposiciones culturales, hambre. El paisaje además fue sometido a mutaciones radicales, a través de actividades agrícolas y ganaderas; y de la fundación de pueblos y ciudades; y la fauna sufrió la depredación de cazadores y tramperos.
Es aquí donde la nueva muestra temporal del Museo Carmen Thyssen, abierta al público hasta el 19 de marzo, juega un papel fundamental a la hora de explicar las bases sobre las que se construyó el mito del Far West. La ilusión del Lejano Oeste propone al visitante, en palabras de la directora artística de la pinacoteca, Lourdes Moreno, "un viaje de ida y vuelta al nacimiento de un nuevo mundo, al ocaso de la civilización de los nativos americanos". Esta selección, "inédita a nivel europeo y mundial", aseguró ayer Miguel Ángel Blanco, el comisario de la exposición, cuenta con 125 piezas repartidas en óleos, grabados, esculturas, mapas e indumentaria propia de algunas tribus de indios como los navajos y los cheyenne.
Basta con mirar las películas proyectadas en la entrada para sumergirse en este evocador viaje del que "uno puede salir transformado", aseguró Blanco n tono guasón. En ellas, uno observará -en blanco y negro- el ritual de la serpiente de los Hopi y las grabaciones que hizo Thomas Alva Edison de la Danza de los Espíritus y la Danza del Búfalo, ejecutadas por unos sioux que trabajaban en el Wild West, un espectáculo itinerante creado por el explorador y cazador de bisontes Buffalo Bill. Tras la instántanea inmersión en la danza nativa americana, uno le pone cara a las tribus indias y a sus costumbres gracias a la selección de grabados de Karl Bodmer, pertenecientes a la serie Viajes al interior de América del Norte. El litógrafo suizo remontó el río Misuri con la intención de documentar el modo de vida de las tribus de las Llanuras. Y así fue durante cinco meses. Durante su expedición, éste consiguió plasmar en su arte cómo cazaban, celebraban funerales o descasaban en sus chozas. "El Museo Thyssen es el único museo que atesora estas obras", recalcó Moreno al final de su intervención.
Los primeros artistas que se adentraron en el Oeste en los años treinta del siglo XIX no fueron paisajistas sino retratistas y, con mayor o menor rigor científico, etnógrafos. Bodmer fue uno de ellos junto con George Catlin, otro de los grandes protagonistas de la muestra. Obsesionado con los búfalos, animal recurrente en su obra, este pintor elaboró retratos de nativos americanos muy conseguidos como Shón-ka-ki-he-ga, Jefe Caballo, gran jefe oawnee (1832) o Wash-k-mon-ya, Danzante veloz, guerrero (1844).
Una de las partes más interesante de la muestra, titulada La tierra del nuevo mundo, llega sin duda con las pinturas de Albert Bierstadt y Thomas Hill. Ambos, paisajistas románticos, se esforzaron por reflejar con gran precisión en sus obras la magnificencia del territorio conquistado. Muestra de ello son Puesta de sol en Yosemite (1863), Atardecer en la pradera (1870) o Vista del valle de Yosemite (1865). El retrato de esta civilización lo completan algunos objetos pertenecientes a tribus de nativos americanos como un tocado -de esos que tanto llaman la atención en los largometrajs- , un cinturón navajo, una pipa o esculturas en bronce de Frederic Remington -ojo a La señal del búfalo-.
El comisario de La ilusión del Lejano Oeste, interesado desde hace años en la cultura india, presenta una selección de libros-caja de su Biblioteca del Bosque, realizados con materiales que ha recogido en sus viajes por las llanuras y cañones de Estados Unidos. Esta biblioteca es un proyecto escultórico vital que recrea paisajes, experiencias y visiones, expresados en dibujos, imágenes y composiciones con elementos o materiales de la naturaleza. "El artista ha realizado además una instalación con cráneos de animales simbólicos para los indios (prestados por el Museo Nacional de Ciencias Naturales), que estaban plenos de poder, conservaban de alguna manera la energía vital y eran utilizados en vestimentas ceremoniales y en rituales", reza la nota de prensa.
Al llegar a Málaga, la muestra, que ya ha pasado por el Museo Thyssen de Madrid, se amplía con un capítulo que la inserta en un contexto histórico y geográfico local propio de la serie Curro Jiménez o del enunciado esgrimido -seguramente- por tantos forajidos y bandoleros durante sus expediciones: "En la sierra mando yo". En las mismas fechas que el Salvaje Oeste era descubierto, explorado y mitificado por pintores, nacía en Andalucía otro nuevo mundo para el arte a caballo entre lo real y lo imaginario: el feroz sur, con sus serranías y sus malhechores, su pólvora y sus robos.
Así lo plasman Eugenio Lucas Velázquez o Genaro Pérez Villaalmil en sus óleos -véase Asalto a la diligencia (1850) o Bandoleros-, donde la montaña, "reducto de libertad y de impunidad para el bandolero", es un motivo constante. Algo parecido sucede al observar Emboscada a unos bandoleros en la cueva del Gato (1858) de Manuel Barrón, otro pintor también perteneciente a la escuela del paisajismo romántico. Y entre tanto bribón barbudo de camisa blanca abierta y pistola en mano, Francisco de Goya emerge para mostrar al visitante el triste final que se le tenía reservado a algunos viajeros en Asalto de ladrones (1793). Esta obra forma parte del conjunto de cuadros de pequeñas dimensiones que Goya pintó durante su estancia en Cádiz, en la que el aragonés tuvo la oportunidad de dar rienda suelta a su creatividad.
La baronesa Thyssen, "muy dolida"
Carmen Cervera declaró ayer durante la presentación de la nueva temporal en el Museo Thyssen que se siente "muy dolida" por lo que se está hablando de su hijo en los medios de comunicación estas semanas. Hace dos semanas, la Fiscalía pidió para Borja Thyssen "dos años de cárcel y 1,2 millones de euros (suma de la cuota defraudada y la multa) por fingir su residencia en Andorra", explicó Rafael Méndez en El Confidencial. La baronesa pidió "un poco de respeto" porque "eso todavía no ha pasado a los tribunales". Al final de su declaración, la presidenta de la Fundación del Palacio de Villalón se preguntó por qué no se habla de otras noticias "más interesantes" relacionadas con el arte y su apellido.
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