Cultura

Sermones de un señor algo airado

Paradojas para un hombre tocado por el sarcasmo: pásate toda tu carrera componiendo canciones amargas, soporta que te tachen de elitista y logra el éxito, en forma de un Oscar (por Monsters S. A.) y ventas millonarias componiendo bandas sonoras para películas de dibujos animados. Así de puta es la vida. Es el caso de Randy Newman.

En su plácida vejez, sin la pasada ansiedad por lograr el reconocimiento, Newman disfruta de un contrato discográfico que le permite hacer lo que quiera. En su segundo disco con Nonesuch, el primero con material inédito, este desencantado se ha soltado con una bella reflexión sobre América. Mitchell Froom y Lenny Waronker cuidan de que todo salga como tiene que salir; y lo consiguen. Él sólo tiene que poner las canciones y esa forma de cantar tan suya, desenfada y dejada.

Harps and angels (Nonesuch, 2008) no es menos cáustico y sentimental que pasadas obras maestras suyas como Sail away (1972) o Good old boys (1974). No puede evitar que todo lo que compone esté bañado en ironía, pero que a la vez tenga verdadero sentimiento, sin distancia sobre lo que canta. Así, A few words in defense of our country es dura y tierna a la vez, como también lo son Feels like home o Laugh and be happy.

Aquí hay mucho sonido Nueva Orleans -¿Katrina de fondo?-, bastante Fats Domino y unos vientos y cuerdas siempre perfectos. Y es que Randy Newman es el gran compositor del sueño americano, el que mira desde Hollywood pero cuyo corazón sigue en el profundo sur, en Alabama o Louisiana. Harps and angels ya es uno de sus grandes discos.

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