Supervivencia de la tempestad
Teatro Cervantes. Fecha: 25 de noviembre. Compañía: Rakatá. Texto: Lope de Vega. Versión: Grupo Prolope. Dirección: Ernesto Arias. Reparto: Mario Vedoya, Jesús Teysseiere, Manuel Sánchez Ramos, Rodrigo Arribas, Jesús Fuente, Alejandra Mayo, Belén Ponce de León, Bruno Ciordia, Lidia Otón. Aforo: Unas 400 personas (media entrada).
Hacía mucho, demasiado tiempo que no se disfrutaba de una representación del Siglo de Oro en el Cervantes. En general, Málaga vive un déficit incomprensible de teatro clásico en sus programas, que reduce a meras anécdotas los grandes textos de la escena universal, lo que debería llamar a reflexión a los programadores de espacios públicos y privados: hay afición, oficio y ganas, así que parte de la solución a la crisis del medio puede venir por aquí (no inventaríamos nada, por otra parte; en casi todas las provincias andaluzas, con la excepción de Málaga, hay festivales y ciclos de teatro clásico más o menos potentes pero que satisfacen desde luego la demanda). Para más inri, este mismo fin de semana se representan en la ciudad dos montajes distintos de El castigo sin venganza de Lope, uno en la Escuela de Arte Dramático y otro, el que nos ocupa, como señalábamos al comienzo, en el Cervantes. No está la sequía para muchas coincidencias ni para obligar al castigado espectador a elegir. Ojalá cambie la tendencia.
El castigo sin venganza es una de las últimas comedias de un Lope de Vega ya crepuscular y desencantado, que había accedido al sacerdocio para enmendar su vida tras la trágica pérdida de su hijo Félix Carlos y que, sin embargo, había vuelto a ceder con gusto a las tentaciones pecaminosas. No le quedaban, por tanto, muchas seguridades a las que agarrarse. La poesía que cultiva en este tiempo es tan religiosa como patética y a la vez escéptica. Y si bien sus comedias mantienen el ritmo endiablado con el que supo meterse en el bolsillo a nobles y plebeyos, a la vez se hacen más reflexivas y hondas, no tanto para encontrar una respuesta a los males de la existencia sino para constatar que ya no hay respuesta posible. Al mismo tiempo, en El castigo sin venganza sirve el poeta en bandeja un resumen amplio y a la vez ajustado de sus presupuestos estéticos. El arte nuevo de hacer comedias se da aquí con contrastes que todavía mantienen la capacidad de soliviantar al respetable. De un verso al otro se pasa del guiño simpático al público a la constatación más terrible de la tragedia. Quien decide montar esta obra queda obligado, por tanto, a hilar muy fino, y el joven proyecto de Rakatá sale muy bien parado.
El comienzo, no obstante, desmerece bastante del resto. La voz del grandísimo y recientemente desaparecido Jordi Dauder invoca en off pasajes del relato de Bandello en el que se inspiró Lope para su comedia, combinados con diálogos de la misma y otros momentos sugerentes subrayados por la música de clara intención cinematográfica de Santi Ibarretxe. La idea es loable, pero convendría revisar el modo en que las piezas se encajan porque lo que pretende ser una primera demostración del paisaje termina pareciéndose a un desaguisado que no puede inspirar más que un encogimientos de hombros. Afortunadamente, tras el dudoso prólogo y una escenografía de columnas que pretende evocar la maquinaria ideada por Lope con desigual acierto, todo queda equilibrado por la calidad abrumadora del reparto. Los jóvenes Rodrigo Arribas y Alejandra Mayo, Federico y Casandra, merecen una mención especial por el modo en que sostienen la arquitectura del montaje, su dicción, su posición y la tensión que logran generar. El resto no desmerece. La tormenta sobrevive.
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