El Teatro Romano toma la palabra

Las gradas del coliseo estrenaron aforo ante unos 400 invitados a un acto simbólico con la guitarra de Daniel Casares y el predicado de Carlos Álvarez como reclamo

Durante más de una hora la calle Alcazabilla revivió ayer la efervescencia escénica del Teatro Romano de hace dos décadas.
Durante más de una hora la calle Alcazabilla revivió ayer la efervescencia escénica del Teatro Romano de hace dos décadas.
Rocío Armas / Málaga

16 de septiembre 2011 - 05:00

Cualquiera que pasara ayer sobre las ocho de la tarde por Alcazabilla podría ser testigo (no privilegiado) de un acontecimiento inusual. De espaldas a él y con los altavoces como únicos aliados presenciaría cómo el Teatro Romano tomaba la palabra tras más de 20 años sin voz propia. Del otro lado, unos 400 invitados al primer espectáculo escénico del coliseo desde que en los 80 abandonara su uso como tal.

Sentados en las gradas habilitadas -buena parte de ellas estaban acordonadas al ser el espacio un BIC- personalidades, sobre todo de la política municipal y regional, y de la cultura local se disponían a escuchar la palabra y los acordes de los primeros protagonistas del acontecimiento. El alcalde de Málaga, algunos de sus concejales, representantes de la Junta de Andalucía y quienes estuvieron en primera línea cuando el Teatro Romano ejercía de verdadero epicentro de la programación escénica de la ciudad, como Oscar Romero, y el que fuera director del festival de teatro, Miguel Gallego. El resto, pocos rostros conocidos de la nueva cantera actoral, y mucho convidado de piedra a un evento que tuvo más de simbólico que de histórico.

No hubo teatro, pero sí voces de lujo. A las 19:45, pisaba el escenario -una tarima de madera creada para la ocasión- la actriz y productora Remedios Cervantes, erigida en maestra de ceremonias. Segura y convincente, la presentadora no dudó en lanzar dos advertencias para un público debutante en un espacio de estas características: "No fumen, estamos ante un monumento histórico (...) y apaguen los móviles para vivir este momento mágico", indicó Cervantes. A continuación, tocaba un repaso a la historia olvidaba del coliseo. En 1959 acogía la primera representación y, desde entonces, "nos ha acompañado con el silencio de sus piedras y el grito de su escenario", recordaba la actriz. Con Ángeles Argüelles al frente del teatro ARA, el espacio cobraba vida con El díscolo de Melandro y, posteriormente con el Festival de Teatro Grecolatino y el internacional de teatro. Raúl Sender, Fiorella Faltoyano y Antonio Banderas -entre otros- probaron su talento en el entonces inicipiente espacio para la creación. "De alguna manera, el esfuerzo de ellos está aquí", recalcaba.

De vuelta al presente, le tocaba el turno a otro malagueño acostumbrado a elevar su voz en los escenarios. El barítono Carlos Álvarez había sido llamado para leer "e interpretar" la palabra escrita de Picasso, Juvenal Soto y Manuel Alcántara (los dos últimos presentes en el acto). "Para mí es un momento emocionante estar en un teatro en el que ya participé en 1984 con una ópera Antígona del músico malagueño Rafael Díaz, en la última temporada del teatro. Por entonces ni siquiera pensaba que me dedicaría 25 años a esta carrera", evocó, y su imponente voz se hizo pronto dueña del silencio. Después, su palabra reproduciría la escrita por los artistas mencionados con una pregunta en el aire como anticipo: "¿Para qué están aquí estas piedras". La respuesta rescató a romanos, fenicios, musulmanes y cristianos, se recreó en la efervescencia del coliseo de hace dos décadas y terminó con Alcántara en boca: "Hubiera sido igual que abrir un Atlas con países que caben en la mano", recitaba el barítono.

La música debía adueñarse ya de la poderosa acústica del recinto, y fue el guitarrista Daniel Casares el encargado de dignificarla, con sus últimas rondeñas, tangos, alegrías, guajiras, malagueñas, verdiales y bulerías. Había transcurrido ya una hora desde que el espectáculo simbólico se inaugurara y Andrés Mérida hacía acto de presencia para acompañar los acordes de Casares con pinceladas de color inspiradas en él. Al terminar el acto, dos guitarras, la del músico y la del pintor despedían a los primeros espectadores del nuevo Teatro Romano. Y otra pregunta en el aire: ¿Cuándo llegarán los segundos?

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