Cultura

Violeta Salama, directora de 'Alegría': “La flexibilidad es lo que nos permite conectar mejor con la gente”

  • ‘Alegría’, la ópera prima de la realizadora afincada en Málaga, se estrena en cines el próximo 10 de diciembre

  • Ayer se realizó su preestreno en el Cine Albéniz

La cineasta Violeta Salama en el Cine Albéniz.

La cineasta Violeta Salama en el Cine Albéniz. / Javier Albiñana (Málaga)

Tan ancestrales como vigentes, las tres culturas se abrazan en las manos de tres amigas que encaran sus diferencias y semejanzas en la ciudad de Melilla. Las raíces, los ritos religiosos, la familia y la conexión con los demás son los pilares sobre los que se sustenta el debut de la directora afincada en Málaga, Violeta Salama. Alegría, que se estrena en cines el 10 de diciembre, se preestrenó ayer en el Cine Albéniz. Cecilia Suárez, Laia Manzanares, Sarah Perles y Mara Guil protagonizan la cinta en la que también intervienen Leonardo Sbaraglia y Adelfa Calvo. 

–¿Cómo ha sido esta aventura?

–Ahora estamos en lo más emocionante, por fin está la película hecha. Hemos hablado mucho de ella en abstracto y ahora toca ver lo que le dice a cada espectador. Aunque todavía estoy un poco aturdida.

–¿Todo el proceso lo ha hecho en un año?

–En este 2021 hemos rodado, hemos montado y estrenado. Ha sido todo un maratón y en un año tan raro.

–¿La película nos quiere decir que lo realmente importante es la familia?

–Totalmente. Podemos hablar de religión y de más cosas, pero el tema central es la familia. Lo que nos une y nos separa y, sobre todo, la fuerza que tiene en nosotros sin que podamos controlarlo. Y eso se traduce en nuestra necesidad por ellos también. Alegría, la protagonista, el handicap que tiene es que mezcló la familia con la religión y al renunciar a la religión renunció a la familia. Y el aprendizaje que hace es que ha perdido muchas cosas por esa ideología tan firme. La flexibilidad es lo que nos va a permitir conectar mejor con la gente. Las partes más dogmáticas y radicales son las que nos separan.

–¿También las raíces están muy presentes?

–Sí, porque están muy relacionadas con la familia. Es esa parte que sí asumes como propia porque forma parte de tus raíces. También hay quien las rechaza, que también es otro tipo de relación. Pero, de cualquier manera, te afectan.

–¿Cómo ha trabajado el tema de la religión para no herir susceptibilidades?

–Isa Sánchez, la guionista, me decía que la gente no se iba a enterar, que no iba a saber lo que era una mezuzá o un talit. Por eso metimos el personaje de Mara, para que el espectador sienta que es normal que se lo pregunte porque sus propios vecinos no lo saben. Hemos intentado sembrar cosas, que se queden claros los nombres, las palabras, y se pueda intuir la fuerza de cada uno. En cuanto a la religión, lo que intentamos fue no enseñar los rezos ni las partes más personales de la fe y quedarnos con los ritos. Al final los ritos familiares son los que forman parte de esa cultura religiosa que es la que queríamos contar nosotras y las que más afectan a las mujeres, que son las encargadas de transmitir la cultura religiosa y que se mantenga en la familia. Ese es trabajo de la mujer en todas las culturas y es lo que tienen ellas en común.

–También hay una contestación a una tradición que deja ver cierto machismo...

–Sí, de pronto la chica judía que se va a casar se da cuenta de que hay cosas que no tiene por qué aceptar así. Aprende que no hay una sola forma de ser judío. También cuando se encuentra con su pareja y ve que su vida en Melilla como judío es muy diferente a la que ella esperaba, está exigiendo que se convierta en lo que ella quería, pero también puede aprender algo de él. Esa flexibilidad te permite vivir la religiosidad de otra manera, no tan estricta. Los preceptos del judaísmo son inabarcables, así que llega un momento en el que tienes que decidir qué va a formar parte de tu vida y qué te saltas. A la hora de hacer parejas judías se busca eso, que la religiosidad esté al unísono. Habían tenido un romance idealizado fuera de contexto y cuando lo incluyes en su realidad surgen esos choques. Al final acaban los dos cediendo para entenderse.

–¿Siguen muy vigente estos ritos, esta religiosidad?

–Lo que cuento es el reflejo de lo que viví en Melilla en los 80 y 90, cuando era una ciudad mucho más abierta. Ahora se han radicalizado mucho todas las religiones. Las musulmanas van con burka, que no lo había visto en mi vida, las judías con peluca y los hombres con sombrero. Ahora parece que hay una necesidad de marcar a qué grupo perteneces. Yo quería recordar que había otra forma de convivir hace 20 años. También hace un homenaje a esa Melilla cosmopolita que recuerdo y crea un imaginario nuevo a la gente joven. Esta convivencia existía y aquí, en nuestra tierra.

–¿Melilla tenía que ser la ciudad de Alegría?

–Es la única que me servía para contar todo esto. Tiene todo, esas contradicciones de ese limbo en el que se ha quedado, los sueños rotos de la gente que cruza pensando que ha llegado a Europa y esa mezcla cultural muy presente en 12 kilómetros cuadrados.

–También toca otros temas como la inmigración...

–Pero yo no quería hacer un discurso político, quería hacer una película bonita, que la gente saliera contenta del cine, conociendo un mundo distinto, cercano y lejano al mismo tiempo. Me empeñé en que tuviera un final feliz.

–¿Cómo están siendo las primeras impresiones?

–Nos dieron un premio en Almería y estamos muy contentos. También la ciudad de Melilla reaccionó muy bien, me dieron las gracias, lo percibieron como un homenaje. Tenía temor a mi familia judía, pero no ha habido ninguna queja. Me quedo con esas impresiones de un público cariñoso y cercano. La hora de la verdad llegará el próximo viernes.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios